Y desde un principio la frase pegó, porque por desgracia los españoles nos sentíamos distintos, socialmente atrasados, fuera de nuestro tiempo. Éramos una anomalía política e histórica, pura caspa racial, un disparate. De hecho, la Transición se hizo contra esa diferencia. Como el adolescente raro y marginal que aspira a ser aceptado por sus mayores, así los españoles ansiábamos dejar atrás el españolismo de degollina y castañuela, es decir, esa mezcla tan nuestra de furia fratricida y alocada fiesta, para integrarnos por fin en un entorno normal. Y salió bien.
En pocos años logramos ser Europa, una democracia, un lugar aceptablemente civilizado.
Se acabó la diferencia, nos dijimos.
Pero, ay, de cuando en cuando nuestra idiosincrasia ancestral y friki asoma de nuevo la cabeza.
Diría yo más: ¡cada día nos estamos volviendo más diferentes, es decir, más iguales, horror, a nosotros mismos!
Por ejemplo, ese cretino que se ha puesto a hacer el memo en Eurovisión: ¡es typical Spanish!
En 55 años de festival solo ha habido un incidente con un espontáneo estrafalario ¡y tenía que ser en la actuación de España!
Y además con la barretina calada (pobres catalanes), como caricaturizando esa pelea entre nacionalismos que es una de las cosas más absurdas (o sea, más españolas) de nuestra política.
Por no hablar de su individualismo egocéntrico y su falta de respeto a los demás: todos ellos rasgos tan ibéricos.
Y lo es, pero yo prefiero la cursilería a la incivilidad.
Este es un país, en fin, que le ríe las groseras gracias a un patán y que llama arte a una boca atravesada por un cuerno.
Spain is different. Viva la caspa.
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