viernes, febrero 25, 2011

Antológico

Yo comprendo que debe ser agotador.
Ser más socialista que los socialistas, más sindicalista que los sindicalistas, más de izquierdas que Llamazares y más papista que el Papa al mismo tiempo, es demasiado para una sola cabeza.
La demagogia, es lo que tiene.
Uno se lanza a hablar y se le olvida que tendría que haber pensado antes lo que va a decir.
Ahora bien, excusar la carencia de argumentos con la mala letra en la que se han anotado, ha puesto a Mariano Rajoy a la altura de aquel alumno de Pedro Salinas que en un examen de comentario de textos, tomó unos versos de santa Teresa -"vivo sin vivir en mí..."- por un acertijo y contestó: la gallina.

Un plató de televisión, Pedro J., Rajoy, los micrófonos abiertos al público.
María, estudiante, anuncia que votará al PP y pregunta a su candidato cuáles son sus medidas concretas para incentivar el empleo juvenil.
El hombre sediento de urnas se pone nervioso, mira sus papeles, y declara que lo traía todo muy bien escrito -¿y por qué?, ¿es que ya sabía lo que le iban a preguntar?-, pero que le pasa "una cosa verdaderamente notable".
A pesar de que el moderador le repite la pregunta como si la masticara, Rajoy no contesta porque no entiende su propia letra.
A cambio, le larga a su votante un pomposo ejercicio de retórica que remata con buenos consejos.
Que estudie mucho, que se esfuerce, que viaje, que acumule experiencias y así será más fácil que la contraten alguna vez.

Lo más notable de todo es la sonrisa con la que María celebra las palabras de su líder.
Como es imposible que no se haya dado cuenta de que acaba de entrar en la Antología del disparate, la primera conclusión es que le trae sin cuidado que el PP tenga o no un proyecto para salir de la crisis.
La segunda, derivada de la anterior, que si quiere encontrar un buen empleo, le conviene prepararse mejor las entrevistas.

ALMUDENA GRANDES 07/02/2011

Manuel
#703

La Doctrina Zero

Mientras los pueblos de la ribera sur luchan por recuperar su dignidad, nosotros dilapidamos la nuestra a espuertas.
En política exterior, una doctrina representa el intento de situar bajo un mismo principio de actuación una serie de acontecimientos que plantean desafíos similares.
Sobre los principios de no-intervención y no-colonización, el presidente Monroe anunció en 1823 que Estados Unidos consideraría un acto hostil el intento por parte de cualquier potencia europea de acrecentar sus posesiones en el continente americano. En 1947, más de un siglo después de la Doctrina Monroe, el presidente Truman anunciaba que su Gobierno apoyaría “a los pueblos libres que se están resistiendo a la subyugación por parte de minorías armadas o presiones exteriores”.
Dada la vuelta, la Doctrina Truman se convirtió en 1968 en la Doctrina Brehznev, que permitía a la Unión Soviética intervenir militarmente para restaurar el orden socialista en los países de Europa Central y Oriental. Y el certificado de defunción de la guerra fría vino en 1989, también en forma de doctrina, cuando el portavoz de Gorbachov, preguntado por la vigencia de la Doctrina Brezhnev en relación a las reformas democráticas en Hungría y Polonia, contestó de modo inesperado que en adelante regiría la Doctrina Sinatra, en alusión a su canción A mi manera (I did it my way), lo que provocó un efecto dominó democratizador en la región.

Ahora, la Unión Europea, en lugar de buscar una doctrina para responder a las revoluciones árabes, anda de puntillas sobre ellas.
Esa doctrina no tiene nombre ni contenido.
No tiene nombre debido a una clamorosa falta de liderazgo en todos los niveles: en las capitales, donde los mandatarios se miran de reojo para no ser el primero en equivocarse apostando por el cambio, y en Bruselas, donde Ashton tampoco ha querido arriesgar nada.
Esta crisis podía haber sido la oportunidad de Ashton de inventarse a sí misma, pero la baronesa ha aceptado con total sumisión ser la mera portavoz de lo que los Veintisiete acuerden por unanimidad cuando buenamente puedan.
Así que no habrá una Doctrina Ashton.
Pero tampoco hay contenido para esa doctrina, pues nuestros líderes lo quieren todo a cambio de nada: protestar sin molestar, influir sin injerir, condenar sin sancionar, ayudar sin arriesgar, participar sin pagar. Y encima, como continuación de la hipocresía con la que se han conducido hasta ahora, ni siquiera se molestan en disimular que lo que verdaderamente les preocupa son los refugiados y los precios de la energía.
Como el milagro de la coca-cola sin azúcar ni cafeína, Europa ha puesto en marcha la Doctrina Zero: cambios a cambio de nada.

Buscando armar una doctrina se podrían utilizar los principios expuestos por Saif el Islam, el siniestro hijo de Gadafi, en su tesis doctoral, defendida en 2007 en la London School of Economics bajo el increíble título El papel de la sociedad civil en la democratización de las instituciones de la gobernanza global.
En la tesis, Saif recoge la distinción del teórico de la justicia John Rawls entre, por un lado, sociedades “bien ordenadas”, que aunque no sean plenamente democráticas, son pacíficas, sus líderes gozan de cierta legitimidad ante los ciudadanos y respetan los derechos humanos, y, por otro, los regímenes “proscritos” o sociedades “injustas” que violan sistemáticamente los derechos humanos y que, en consecuencia, deben ser sometidas a presión y sanción, negándoles la ayuda militar o de cualquier tipo y suspendiendo o congelando los vínculos económicos con ellas.

Concluye Saif el Islam en la página 236 de su tesis (pensando en el islamismo radical):
“Esta tesis muestra su conformidad con el argumento de Rawls de que a los Estados proscritos no se les debe dejar campar a sus anchas”.
Y continúa en la página 237:
“El aislamiento y la eventual transformación de los Estados proscritos es de importancia vital para la estabilidad global”.

Apliquemos pues los principios de Rawls (recogidos ya por Naciones Unidas bajo el concepto de “Responsabilidad de Proteger”), y hagamos una clara distinción entre los que estos días usan la violencia contra la sociedad y los que dialogan con la oposición.
Al parecer, los Veintisiete todavía no parecen haberse enterado, pero Libia ha supuesto un salto cualitativo que debe ser respondido desde el Consejo de Seguridad de la ONU con un duro régimen de sanciones, una zona de exclusión aérea, la apertura inmediata de un procedimiento ante la Corte Penal Internacional y la congelación de todos los activos de la familia Gadafi en el extranjero.
Es un Estado proscrito, así que tratémoslo como tal.

JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA 25/02/2011

Manuel
#702

Un nuevo panarabismo

Gadafi ametralla y bombardea al pueblo para mantenerse en el poder. A diferencia de Ben Ali y Mubarak, a él solo lo sacarán con los pies por delante.
No es esta, sin embargo, la principal diferencia del tirano libio con sus derrocados vecinos.
Ben Ali y Mubarak eran dictadores domésticos, como lo fueron Franco o Salazar, sin pretensiones de universalidad.
Gadafi, en cambio, se presentaba, sobre todo en sus primeros lustros, como sucesor de Nasser, adalid del panarabismo y líder revolucionario del Tercer Mundo.

Ben Ali y Mubarak eran vasallos de Estados Unidos y no molestaban a Israel.
Gadafi le plantaba cara al imperio, quería destruir el Estado judío, apadrinaba toda suerte de guerrillas y terrorismos de ultraizquierda y se decía inventor de una visión cósmica: la yamahiriya o república asamblearia de las masas.
En su pesadillesco discurso del martes, aún se presentó como un "revolucionario" que levantaba el puño.

Por esto es tan relevante que la revolución democrática árabe que ya ha barrido a Ben Ali y Mubarak intente ahora abatir a Gadafi.
En la guerra de 1967, Israel le dio la estocada mortal al panarabismo laico, socialistoide y tercermundista, tanto en sus vertientes baazista como nasserista.
Su cadáver -estrafalario, retórico y criminal en la figura de Gadafi- está siendo enterrado ahora por los luchadores libios.
Y en contra de lo que se decía, su sucesor no va a ser el islamismo, o al menos, no el único.

En Libia, la primavera árabe confirma que está por encima de las diferencias que han escindido ese mundo: pro y antiamericanos, socios o enemigos jurados de Israel, de discurso derechista o izquierdista, de orden o "revolucionarios", pobres o ricos en petróleo.
El panarabismo del siglo XX ha sido sustituido por uno nuevo: el de los ciudadanos que reclaman libertades y derechos, se vistan sus regímenes con los oropeles que se vistan; el de los ciudadanos que, a través de Al Yazira e Internet, han creado una umma, una comunidad que, desde el Atlántico al Golfo, desea pluralidad -incluido, por qué no, un lugar al sol para los islamistas- y democracia sin adjetivos.

Podemos fijarnos en el bosque o en las ramas.
El bosque: Libia comparte con los países norteafricanos una población mayoritariamente juvenil, hastiada de cleptocracia y frustrada en sus ansias de libertad, trabajo y trato digno.
Las ramas: una escasa identidad nacional, un gran tribalismo, una salida aún más difícil a esta crisis, que puede pasar por la muerte de Gadafi, la guerra civil y la balcanización del país.

Estos últimos, dice el analista libanés Rami Khouri, "son aspectos fascinantes pero secundarios de los cambios en marcha".
Lo principal, añade, es que, tanto en Libia y Bahréin como en Túnez y Egipto, en Marruecos como en Argelia, "los hombres y las mujeres árabes quieren ser tratados como seres humanos y como ciudadanos". Sí, esta es la gran novedad.

JAVIER VALENZUELA 25/02/2011

Manuel
#701

En marcha

¿No ha tenido usted nunca la sensación de haber sido expulsado de su vida como cuando nos apeamos accidentalmente del autobús en la parada que no es?

El autobús o la vida siguen su marcha, alejándose de nosotros, que los perdemos de vista cuando doblan la esquina. Continúan existiendo, pero en una dimensión lejana, en la que atraviesan calles o plazas que quedan fuera ya de nuestro alcance.
¿Y nosotros?
¿Qué hacer cuando uno se queda fuera de su propia vida?

Hay quien se atiborra de ansiolíticos o somníferos.
Hay quien se entrega al alcohol.
Hay quien se dedica a hacer dinero...
Todo ello para acostarse zombi, levantarse zombi y pasar el día zombi.
De ese modo, no echas tanto de menos la vida de la que has sido expulsado (o de la que te has caído, o que has abandonado en un movimiento entre voluntario y no).
Muchos, en un intento de recuperar esa vida, leen los libros o revisan el cine o retoman los hábitos que recuerdan ligados a ella.
Pero lo cierto es que, fuera de la propia existencia, todos esos placeres carecen de emoción.
Se le caen a uno de la mano las mejores novelas, abandona a medias las películas en otro tiempo más estimulantes, le resultan opacos los paisajes que le hicieron llorar.
Los hay que se resignan, aceptando lo ocurrido como una suerte de jubilación anticipada y forzosa, una especie de pequeña muerte a la que tarde o temprano, a base de sofá y telebasura, piensan, se acostumbrarán.
Pero la mayoría, me gusta imaginar, espera tenazmente el regreso de esa vida, desde donde quiera que esté, para subirse de nuevo a ella, y vivirla, en esta oportunidad, con mayor frenesí que antes.
La mitad de la gente que vemos bajo las marquesinas callejeras -yo entre ellos- fingiendo esperar al autobús, esperan en realidad que vuelva a pasar su vida por delante para retomarla de nuevo, aunque sea en marcha.

JUAN JOSÉ MILLÁS 25/02/2011

Manuel
#700

jueves, febrero 24, 2011

Tobruk, ciudad libre

Una carretera interminable que serpentea dejando atrás pueblos casi desiertos une Salum, en la frontera libia de Egipto, con Tobruk. Un camino incierto.
No es que los 150 kilómetros que separan ambas poblaciones y se alargan en el tiempo dilatando las distancias como si fuera imposible recorrerlos estén sembrados de obstáculos.
Tampoco es el desierto, que acompaña al viajero y le recuerda lo inhóspito del lugar que recorre.
La vía transcurre limpia, flanqueada apenas por algunos árboles, casas y puestos de control rebeldes que, ante la ausencia de Gobierno, han tomado las vías en un intento de mantener una aparente sensación de control.
Lo que desconcierta en el largo camino a Tobruk es la hilera de coches que discurre en dirección contraria. Como caracoles tras una tormenta tratando de esquivar la cesta.

"Bienvenidos a la nueva Libia", grita un niño desde la vereda, agitando su arma de juguete entre una muchedumbre de manifestantes.
Desde el pasado 18 de febrero Tobruk está en manos de los rebeldes que se han levantado en todo el país contra Muamar el Gadafi.
En la plaza del Pueblo, el nuevo nombre que han dado los ciudadanos al lugar donde se han producido las principales manifestaciones, el edificio abrasado que albergaba la comisaría central de policía es el escenario de una imagen que ejemplifica la ira de Libia contra su dictador.
Un monigote de trapo con el rostro del tirano dibujado pende de una soga sobre la multitud enfervorecida. Los fusiles Kaláshnikov lanzan ráfagas al aire entre el griterío de los manifestantes. Un militar se asoma por una ventana tocado con una gorrilla roja y prende fuego al muñeco ante el delirio de la muchedumbre. "¡Ilegal, ilegal, Gadafi ilegal!", vociferan.


"Gadafi está hambriento de sangre", cuenta Salam Habrui. Muestra un vídeo en su móvil que grabó hace unos días en el aeropuerto.
Un charco rojo rodea las cabezas de más de una docena de hombres.
"Queremos que se vaya, no podemos aguantar más", exclama.
"Han sido 42 años de represión, no tenemos nada. Todo el dinero, todas las tierras, todos los edificios... todo es suyo", lamenta.
Habrui tiene 24 años y trabaja para una compañía petrolífera, al igual que muchos de sus compañeros. Sin embargo, aún no ha podido casarse. No gana lo suficiente.

El hermano de Habrui, Baha, vive en Trípoli con su familia.
Algunos de los suyos están en Bengasi, que ayer se mantenía en manos rebeldes.
En la capital del país era ayer "día de limpieza".
"Hay cadáveres de manifestantes por las calles y muchos destrozos.
Y por primera vez hemos podido recogerlos", relataba Baha a su hermano por teléfono.

La ciudad de Tobruk también está plagada de edificios quemados y cubiertos de pintadas.
Un aire revolucionario lo impregna todo. Los niños corren por la calle de espaldas al mar Mediterráneo, al que se abre la ciudad, portando banderas: rojas, negras y verdes con una media luna y una estrella en el centro. La primera enseña de Libia tras la independencia.
"El pueblo la ha recuperado porque no quiere a este dictador, queremos que nuestro país nos pertenezca", cuenta Mohamed.
Y su primer paso ha sido repudiar la enseña que asocian a Gadafi.

La playa de Tobruk parece ajena a la batalla que se ha librado en sus calles.
Contra una arena clara rompen olas bajas de un azul profundo.
Algunas barcazas están amarradas muy cerca de la costa con las redes recogidas.
Aún se desconoce el número de muertos que está dejando atrás la locura de Gadafi.
"Nos indignó el modo en que nos habló, pero nos dimos cuenta de lo asustado y desesperado que estaba", considera Mohamed, uno de los impulsores de la protesta en la ciudad.
"Luchamos y vencimos. El Ejército se unió a nosotros pasada la primera noche y la policía lo ha hecho días después. Ahora la ciudad es nuestra", explica.

Inspirados por el alzamiento de Túnez primero y de Egipto después, este libio de tez oscura y frente elevada afirma que decidieron alzarse porque se dieron cuenta de que "sí se podía conseguir".

Un grupo de hombres que fuma shisha (pipa de agua) en la principal arteria de la ciudad comenta que son un pueblo acostumbrado a la lucha y trae a la tertulia recuerdos de la II Guerra Mundial que tuvieron por escenario la región y que han pasado de padres a hijos.
En el café intentan recuperar el ritmo de su vida entre bocanadas y sorbos a un brebaje al que llaman té y que puede mantenerles despiertos "tres días", aseguran.
Mientras, frente a ellos transcurre el éxodo de los que huyen desde Trípoli o Bengasi.
"Ganaremos esta guerra. [Gadafi] No conseguirá enfrentarnos hermano contra hermano.
Lo ha intentado con bombas, con balas y con sus palabras, pero no podrá matarnos a todos.
La victoria está solo un poco más lejos, pero no es inalcanzable", argumenta Said, haciendo borbotear una vez más su narguile.


Manuel
#699

Deseo

Desde una década después, y ya muy viejita, debo deciros que os envío este mensaje telepático desde la casa cairota de mi mejor amigo egipcio, adonde llegué ayer procedente de Túnez.
La familia se ha reunido para celebrar el décimo aniversario de la caída de Mubarak, y yo he pasado el día con ellos.

Hemos estado comiendo y parloteando hasta el anochecer, comentando lo que ha ocurrido desde entonces.
Me han preguntado cómo encuentro su ciudad en esta nueva visita.
Les he contestado la verdad: "Limpia, preciosa. Mejor que nunca".

Y aquí estoy, descansando y lista para recomenzar mi periplo por las efemérides.
Ellos desearían que me quedara al menos un mes, pero ya sabéis cómo me gusta ir de un lado para otro.
Desde aquí parto hacia Trípoli, en donde conmemoran también la desaparición de su tirano.
Son distancias muy grandes para una anciana como yo, pero con estos inventos tan modernos me propulsiono de un país a otro sin problemas.
Así es como vine de Túnez, en donde después del banquete de los Diez Años, fui con mis anfitriones a depositar flores en el monumento dedicado al héroe Jaled Said.
Fue muy emocionante.

Lo de Trípoli promete ser muy gratificante.
Mis amigos me han prometido pasar otra vez el vídeo de El discurso de la Momia, en versión Gadafi, que, como recordaréis, es el más entretenido, considerando lo que le pasó después.
Me cuentan que todavía tienen por ahí los cojines que hicieron con lo que les tocó en el reparto del vestuario de Muamar.

Os volveré a escribir más adelante, posiblemente desde Yeda.
O desde Saná.
O desde Rabat, que será mi última parada antes de volver a la residencia para contar mis aventuras.

Espero que vosotros hayáis pasado muy bien el aniversario del 23-F.

MARUJA TORRES 24/02/2011

Manuel
#698

miércoles, febrero 23, 2011

El destino de Gadafi, en manos de los líderes tribales

Muamar el Gadafi, que se enfrenta a una revuelta popular sin precedentes en Libia, ha podido permanecer en el poder durante más de cuatro décadas en buena parte por su hábil manipulación de las tribus, los centros de poder en este enorme país conservador de poco más de seis millones de habitantes.

La situación en Libia se ha complicado notablemente después de que Gadafi anunciara ayer de forma contundente que aplacará a sangre y fuego la revuelta que comenzó en el Este, cerca de la frontera con Egipto y que ha dejado centenares de muertos.
A diferencia de sus vecinos, Egipto al este y Túnez al noroeste, donde las poderosas élites militares finalmente decidieron el resultado de sus revoluciones, en Libia serán las estructuras de poder tribales, más opacas y complejas, las que definirán el destino de la revuelta.

Gadafi siempre ha confiado en su cercana -pero pequeña- tribu Qathathfa para llenar las filas de sus unidades militares y garantizar asi su seguridad y la de su Gobierno.
Pero muchos expertos creen que eso no será suficiente para asegurar al país.

Más importante son las tribus más grandes cooptadas por su Gobierno, como la de Wafalla, que agrupa a alrededor de un millón de libios.
Fuentes políticas disidentes señalan que la feroz represión de Gadafi contra el pueblo podría estar causando el cambio de lealtades dentro de los líderes tribales.
De hecho, el 20 de febrero, Akram Al Warfalli, uno de los líderes de la tribu Warfalla, dijo a Al Yazira:
"Le decimos al hermano (Gadafi) que ya no es hermano, le decimos que abandone el país".

"En Libia, será el sistema tribal el que decida el equilibrio de poder, en vez del Ejército", según Alia Brahimi, jefa del programa de África del Norte de la London School of Economics.
"Creo que vamos a ver deserciones en algunas de las principales tribus si eso ya no está ocurriendo. Gadafi ha perdido el control del este del país, donde nunca fue popular y nunca logró consolidar su poder".

La discriminación contra las tribus del este ha alimentado la revuelta contra Gadafi, quien, según los expertos, desde que llegó al poder en 1969, ha favorecido a las tribus de Trípoli y sus alrededores a expensas de las regiones orientales, donde se encuentra la mayor parte de las reservas de petróleo del país.

Ayer, un corresponsal de Reuters contó como las fuerzas de Gadafi parecían abandonar sus posiciones en la frontera con Egipto, que ahora estaban armados con palos y Kalashnikovs y que manifestaron ser opositores al régimen.
Aún no está claro a quién responden esos hombres, si es que responden a alguien.

El este, un dolor de cabeza

"La región del este siempre ha representado un dolor de cabeza permanente para el colonialismo italiano y los varios gobernantes, incluyendo la monarquía y al mismo Gadafi", afirma Saad Djebbar, comentarista y experto en Norte de África.

Las tribus del este siempre han resentido la influencia y los privilegios que Gadafi ha otorgado a quienes le rodean en Trípoli.
"Se han estado quejando de la injusta distribución de los recursos", afirma Claire Spencer, deje del programa de Oriente Próximo de la Chatham House de Londres.
"Es la concentración de las redes tribales de Gadafi en Trípoli las que han resultado favorecidas con inversiones e influencias sobre Bengasi", la segunda ciudad más importante del país.

Si bien el estilo de vida pastoril y tribal ha disminuido en Libia debido a la creciente urbanización impulsada por el petróleo, las estructuras de poder tradicionales conservan su autoridad.

Hanspeter Matter, experto en Libia, afirma a Der Spiegel junto a Yemen y Jordania, Libia esta entre las naciones en las que las tribus han jugado un papel social y político central durante siglos.
"En Libia, cubierta en gran parte por desiertos, la importancia de las tribus se debe en gran medida a la forma de vida beduina, que se basa en la ganadería y los comercios de caravana, y que fue dominante en el siglo 20. Su superviviencia dependía de la solidaridad tribal".

Matter, que cita al historiador libio Faraj A. Najm, existen unas 140 tribus, de las cuales solo 30 tienen influencia política.

En Egipto y Túnez, los Ejércitos demostraron ser la fuerza política suprema, facilitando la salida de Hosni Mubarak y Ben Ali, en parte debido a su resistencia a disparar contra las manifestaciones.
Sin embargo, Libia es diferente.
Los detalles de su compleja mezcla de alianzas y lealtades son escasos.
Los expertos generalmente coinciden en que parte de la estrategia de Gadafi para retener el poder ha sido mantener a su propia tribu en posiciones importantes.
Se dice que destacados miembros de su familia comandan sus formaciones militares, que a su vez integran la tribu Qathathfa.

Después de haber ascendido en la estructura militar, se cree que Gadafi intentó anularla para evitar amenazas de comandantes rivales.
Por eso abolió todos los rangos superiores a su posición de coronel.

El "Libro Verde" del líder, que contiene su filosofía política y el sistema de Gobierno, promete poner fin al tribalismo, pero en realidad los expertos dicen que lo afianza.

"Gadafi siempre ha pensado que hay gente en el este de Libia, en Bengasi y Ajdabiya y otros poblados, que no son confiables y poco leales", afirma Dirk Vandewalle, experto sobre Libia de Dartmouth Collage en EE UU.
"Recordemos que Libia fue prácticamente de forma artificial en 1951 y las provincias en ese momento, Cirenaica, donde está Bengasi y Tripolitania, ahora Trípoli, tenían muy poco en común". Desde el principio ha habido problemas que se incrementaron aún más después de descubrirse petróleo en el este ahondando esas diferencias, agrega.

Y para completar, el este de Libia siempre ha sido más influenciado que otras partes del país por los sucesos en el vecino del este, Egipto.
Entonces no es de extrañar que la revuelta egipcia haya sido la mecha que ha hecho estallar la protesta en Libia.

Las tribus de Libia

A continuación, las tribus más importantes de Libia:

* Región tripolitana: Warfalla, Awlad Busayf, Al Zintan, Al Rijban

* Cirenaica: Al Awagir, Al Abaydat, Drasa, Al Barasa, Al Fawakhir, Al Zuwayya, Al Majabra

* Syrte-Giblah: Al Gaddadfa, Al Magarha, Al Magharba, Al Riyyah, Al Haraba, Al Zuwaid, Al Guwaid

* Fezzan: Al Hutman, Al Hassawna, Tibbu, Tuareg

*Al Kufra: Al Zuwayya, Tibbu


Manuel
#697

23-F : La diana del golpe

Difícilmente se hubiera evitado un baño de sangre si el golpe del 23-F de hace 30 años hubiera triunfado.
Sus ejecutores sostuvieron luego, en el Juicio de Campamento, que su objetivo no era ese, y ni siquiera instaurar un régimen militar, sino enderezar la situación política antes de volver a sus cuarteles; pero lo mismo podría haber dicho Franco en 1936, y ya se sabe lo que pasó.

Hoy conocemos que la intentona fue el resultado de la convergencia inarmónica de diversas operaciones conspirativas unidas por el común objetivo de sustituir a Adolfo Suárez, el presidente elegido por los españoles.
Pero Suárez había dimitido el 29 de enero, lo que no impidió que la flecha que estaba preparada partiera del arco. En materia de golpes militares, cuya esencia es la imposición por la fuerza, no es posible calcular por adelantado la violencia que producirán y su duración.
La lógica del golpista consiste en lanzar primero la flecha y dibujar luego la diana allí donde caiga.

Tres décadas después se sabe casi todo sobre aquel 23-F y sus afluentes, aunque quedan algunos vacíos sobre la parte civil de la trama.
Entre lo que se sabe está que hubo comportamientos imprudentes por parte de políticos demócratas que fueron a su vez utilizados insidiosamente por algunos de los golpistas principales, y que el Rey escuchó sus opiniones; pero es asombroso que publicistas y otros contemporáneos que no hicieron nada por oponerse al golpe den pábulo ahora a teorías conspiratorias que consideran inspirador de la intentona a quien la paró.

Lo seguro es que hubieran interrumpido la democracia, no se sabe por cuánto tiempo, y que al justificarse invocando el nombre de España estaban violentando las ideas y sentimientos de los españoles.
El 70% de los ciudadanos considera que sin la actuación del Rey la democracia no habría sobrevivido, y cerca del 80% de ellos sigue pensando que ese sistema político es preferible a cualquier otro.


Manuel
#696

martes, febrero 15, 2011

Thomas Jefferson y la Media Luna

Carlos Mendo, un amigo y un referente para los periodistas de Internacional, tenía una vasta cultura política de EE UU y solía salpicar su conversación con alguna cita, una frase que caía con naturalidad en su discurso, nunca un recurso para la exhibición pedante.
Recuerdo ahora, en estos momentos de cambio histórico del mundo árabe que tanto le hubiera gustado vivir, una de Thomas Jefferson que me dijo hace unos meses:

"Cuando el pueblo teme al Gobierno hay tiranía,
cuando es el Gobierno quien teme al pueblo hay libertad".

La sentencia del tercer presidente de EE UU resume bien los acontecimientos a los que estamos asistiendo.
Cuando la maldad, la ignorancia y el fanatismo estaban a punto de convencernos de que el terrorista suicida era la gran metáfora del mundo árabe, los jóvenes de Túnez ayer, de Egipto hoy y quién sabe mañana de dónde, han iniciado sin que los oyéramos llegar una revolución democrática de consecuencias mundiales aún impredecibles.
En menos de un mes, tunecinos y egipcios han acabado con tanto lugar común paternalista de la derecha y de la izquierda que les condenaba, eso sí con la mejor intención y por su bien, a un eterno futuro de opresión neocolonial o religioso.
Como ocurrió con la caída del Muro, la llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca o la crisis financiera, este nuevo cambio de proporciones telúricas nos ha cogido por sorpresa dejándonos el ingrato papel de pronosticadores del pasado.

¿Dónde quedan ahora las cumbres euromediterráneas y toda su retórica?
¿Dónde aquella Alianza de Civilizaciones en la que participaban turcos y persas y faltaban los árabes más allá del papel testimonial de la Liga Árabe?
¿Cómo era posible que Ben Ali y Mubarak, calificados ya sin contemplaciones de dictadores y cleptócratas, fueran miembros de la Internacional Socialista?

El presidente Obama ha optado por la solución de mayor valentía política dando su apoyo a la transición en Egipto y venciendo probablemente las resistencias de miembros de su equipo de pensamiento más tradicional. La Casa Blanca parece haber sacado las conclusiones necesarias de Irán en 1979, cuando Jomeini se adueñó de la revolución, de Argelia en 1992 cuando un golpe militar ahogó en sangre la victoria de los islamistas del FIS, o del triunfo electoral de Hamás en 2006 y su posterior aislamiento internacional en Gaza. Incluso de la deslegitimación del régimen de Teherán que supuso la revuelta contra el fraude electoral de junio de 2009.

Mientras, la UE se ha limitado a repetir como un eco con un retardo de 48 horas las palabras que llegaban desde Washington. Demasiado poco y demasiado tarde.
No mucho mejor papel ha hecho la diplomacia española hasta ahora.
La ministra Trinidad Jiménez abogó primero en Washington por una solución para el Sáhara "cualquiera que sea", aseguró después en Bruselas que no hay peligro de contagio en Marruecos porque Rabat "ya ha iniciado las reformas" y terminó en Israel siendo recibida por su homólogo, Avigdor Lieberman, cuya base política es el racismo antiárabe.
El domingo está convocada una manifestación de protesta en Rabat.
Puede que pronto a más de uno se le hiele la sonrisa.

LUIS PRADOS 15/02/2011

Manuel
#695

¿Chateamos?

Con el nacimiento de Internet, chatear pasó de significar ir de vinos a hablar a través del ordenador.
Sin embargo, en medio del apogeo de las redes sociales, el Messenger y el WhatsApp, regresa la fiebre del vinito.
El vino es sinónimo de sosiego, de relajado acompañamiento a la conversación en contraposición al clásico maridaje del ron, el vodka o el whisky con la música a todo volumen entre individuos escasos de diálogo.
Con el vino se goza el trago, lo bueno del cubata suelen ser los efectos secundarios.

Ya no solo los treintañeros y gente de 40 años, sino los chicos y chicas en trance de abandonar la veintena tras más de una década de ocio de alta graduación y decibelios, buscan la tranquilidad en sus salidas. Triunfan en Madrid las coctelerías, espacios con sofás y luz empolvada, lugares donde detener un tiempo libre preciadísimo.
Los madrileños desean ralentizar esas escapadas con los amigos o la pareja cada vez más dificultosas dentro de una vida de crecientes compromisos laborales y familiares.
Se trata de saborear los minutos, las horas, de paladear las bebidas, las charlas, la decoración del establecimiento, los nuevos aromas desenterrados bajo la losa de humo del viejo tabaco.

Mientras la mitad de Madrid, la parte más joven y radical, se venga de la tiranía de los empleos mal pagados o del propio paro, de los estudios sin perspectivas o de los padres autoritarios centrifugando sus noches, volatilizando el espacio y el tiempo en afters y antros oscuros, abarrotados y atronadores, la otra mitad de los madrileños, una sección en aumento, se refugia en locales donde no late el reloj.

Ya no está de moda acudir a los sitios de moda.
Lo nuevo es encontrar un rincón que nadie conoce, un bar camuflado tras una peluquería, un restaurante con tres mesas, un piso privado donde se sirven copas y alguien toca el piano.
Un ejemplo es I'm The Mocker, la iniciativa de unos madrileños consistente en organizar catas de vino para unas 30 personas mientras un solista o un grupo ameniza acústicamente la velada.
Las reuniones se celebran en casas particulares, en pequeños bares o incluso en bodegas recogidas a las afueras de la capital.

Ocio lento, cuidado, exclusivo, sereno.
Las casas se están convirtiendo en espacios de acogida para conciertos de grupos indies, en refugios para un selecto grupo de personas cuando los bares cierran a las tres, donde montar exposiciones de pintura o proyecciones de cortometrajes.
La aglomeración vociferante de Facebook de la que participamos durante el día se compensa con el escaso puñado de amigos con el que hoy muchos madrileños quieren interactuar al final de su jornada.
Las horas de luz son un universo bullicioso y atestado, una rutina confeccionada por agendas estresantes, por compañías impuestas tanto en el trabajo como en el metro o incluso en casa.
Sin embargo llega la noche y la búsqueda de todo lo contrario: un trago con cuatro amigos entre jazz.

Los propios fines de semana están fuera de esta nueva tendencia del slow leisure (ocio lento).
Madrid se masifica los viernes y los sábados.
Los restaurantes, los cines, los garitos, los parkings... ya no se lleva salir ni siquiera los jueves, hace tiempo abducidos por la vorágine del fin de semana.
Son los martes y los miércoles los días para disfrutar verdaderamente de la noche madrileña, para degustarla como un buen tinto.

Nuevos recintos donde conversar con la gente de siempre.
Conciertos, actividades, comidas que no ha probado nadie.
Madrid hoy brinda el reto de huir del Madrid aprendido.
El desafío consiste en que cada habitante se fabrique su pequeña miniciudad, su recreo privado, exclusivo y casi a la carta.
Un Off Madrid ausente en las guías del ocio, en la programación de los periódicos, en la conversación del compañero del ordenador de al lado.
Experiencias que compartir únicamente con la gente elegida, nada para hablar en alto, un tesoro. El valioso contenido del tiempo libre es como un secreto, se marchita en cuanto se expande.

Así que si usted ha descubierto un restaurante minoritario y único, una sala de conciertos escondida, un cóctel original, un curso de greguerías para 10 personas o una casa a la que acceder de madrugada con una contraseña, no se lo diga a nadie.
Quédese con ese pedacito de Madrid virgen para usted y sus amigos.
Y brinde con vino.

EDUARDO VERDÚ 15/02/2011

Manuel
#694

domingo, febrero 13, 2011

ShangHai Impossible









Manuel
#693

¿Dónde está Ana Botella?


"Más asfixia el paro".
La frase, pronunciada el pasado miércoles en la cadena Cope, es la más sonada intervención de la responsable de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid sobre un problema, la contaminación del aire en la capital, piedra angular del área que dirige, que ha copado el debate nacional en los últimos días.

Madrid incumple la normativa europea en materia de contaminación.
Los índices de dióxido de nitrógeno de la capital se hallan por encima de los límites establecidos por la Unión Europea que, desde 2010, son de obligado cumplimiento.
Los responsables -nacionales, regionales y municipales- han tenido años para tratar de ajustar los niveles de contaminación a unas cifras que durante mucho tiempo han sido de recomendación, pero cuyo incumplimiento, a partir de 2010, puede acarrear sanciones.

Ana Botella, al frente de un departamento con un presupuesto público anual de 790 millones (la segunda concejalía con más recursos), prefiere hablar de "contaminación electoral".
El debate sobre la calidad del aire de Madrid, opina, "a lo mejor esconde otras cosas".

La ciudad sobrepasa los límites incluso después de cambiar de emplazamiento, en enero de 2010, las estaciones de medición de la ciudad que ofrecían los peores datos de contaminación.
Una medida por la que el fiscal de Medio Ambiente envió el 28 de enero un duro escrito al Ayuntamiento en el que le pedía que "identifique a la autoridad o funcionario que ordenó esa reubicación de las estaciones de medición".
Un probable primer paso para actuar contra el responsable del cambio.

"El paro asfixia más".
Lo ratificó el jueves, en la misma emisora radiofónica de la que la delegada es colaboradora habitual.
Las mofas sobre la frase encendieron la red social Twitter, convirtiendo a la delegada en trending topic (tema del momento).
Responder con el paro a una pregunta sobre la contaminación.
Un claro ejemplo de la percepción que tienen muchos de sus compañeros y adversarios políticos de cómo se mueve Botella en la cartera municipal que ocupa desde 2007.
"Ana Botella es delegada de Medio Ambiente a tiempo parcial", opina Pedro Santín, encargado de temas medioambientales en el PSM.
"Ella está a otra cosa. Está a la batalla ideológica, a la política nacional".

"Es la que más opina de ámbitos que exceden de lo municipal", coincide un compañero de Gobierno de Botella.
"En parte, todo hay que decirlo, es porque los periodistas le preguntan sobre esos temas. Pero ella tiene el defecto de entrar al trapo. El riesgo es que a veces abre líneas de opinión que no debería abrir, que corresponden al alcalde".

Compañeros de Gobierno achacan esa sensación de que va por libre a la peculiaridad de su propia incorporación a las listas municipales del PP en 2003.
Al contrario que el resto de su equipo de Gobierno, Botella no era una persona de confianza de Gallardón. Era más bien una cuota, una especie de sello de paz entre el alcalde y el entonces presidente del Gobierno José María Aznar, esposo de Botella.
"Ana, en política informativa, no está en los circuitos más institucionales del Ayuntamiento", explican fuentes de su Gobierno.
"Ella y su equipo llevan una dinámica propia, al margen de la oficial".


Esa independencia le ha llevado a abordar el problema de la contaminación desde una línea que, si bien coincide con determinadas posturas que ha expresado el propio alcalde (él también ha hablado de "campaña política"), o ha gustado a algunos miembros de su Gobierno.
"Ana estos días ha optado por una política de no salir, o de salir con un discurso negador de la evidencia", explica un compañero de Ejecutivo.
"En lugar de reconocer un problema que existe, no podemos salir con el discurso de que el aire que se respira en Madrid es el mejor del mundo".
No es la primera vez que las declaraciones de Botella disgustan en su entorno.
Sus comentarios sobre las peras y las manzanas para ilustrar su opinión sobre el matrimonio homosexual (o sobre el polvo sahariano para explicar la contaminación) permanecen en la memoria colectiva de los madrileños.

A mediados del pasado enero, Botella reconoció por primera vez que Madrid incumple la normativa europea en materia de contaminación.
Y anunció, en la Comisión de Medio Ambiente, que va a solicitar al Estado que pida una moratoria para el cumplimiento.
Pero en estas semanas de intenso debate nadie ha contado qué medidas se van a tomar para corregir el problema aprovechando el tiempo extra que otorgue la moratoria, en el improbable caso de que se conceda (los requisitos para la concesión de la moratoria recogidos en la directiva europea exigen demostrar que se han tomado medidas relevantes).

La persistencia de un anticiclón ha favorecido que, ya en el primer mes y medio del año, cuatro estaciones de medición registren un número de superaciones del límite mayor que el que se permite para todo 2011.
El Ayuntamiento, yendo más allá de lo que exige su propio protocolo, decidió colocar en los carteles luminosos de la M-30 mensajes invitando los conductores a que, ante la "previsión de alta contaminación", utilicen el transporte público. Una medida que tuvo una eficacia nula en el tráfico de la ciudad.

Pocos niegan que estos días, en el debate de la contaminación, Botella ha estado en un segundo plano.
"La ha relevado Gallardón", opina el socialista Pedro Santín.
"Cuando la cosa se pone fea, sale el alcalde. Hoy [por el jueves] me han llamado para ir a un debate sobre la contaminación en televisión, invitación que tuve que declinar por asuntos personales. Y me dicen que quien va del Ayuntamiento no es Ana Botella sino otro concejal.
¡Quien tiene que ir es la delegada de Medio Ambiente!".

La agenda de la delegada de esta semana, clave para su departamento, no incluía ningún acto abierto de encuentro con periodistas.
Solo dos visitas a un espacio de la Cope, cadena de la que es colaboradora habitual, y una al programa de su amigo Miguel Ángel Rodríguez en VeoTV.
EL PAÍS ha solicitado sin éxito en reiteradas ocasiones una entrevista con Botella.
Desde su entorno reconocen que elige los espacios donde se siente cómoda.
No se maneja bien en los medios, explican, tiene una gran facilidad para meter la pata.
Y reconocen que lo normal habría sido que tuviera un encuentro con toda la prensa para hablar sobre el problema de la contaminación.
"Supongo que es por no desgastar su imagen", opina Raquel López, la joven concejal de IU portavoz de temas medioambientales, que se las ve con Botella en los plenos y comisiones del Ayuntamiento.
"Me consta que compañeros suyos no quieren que hable, porque sube el pan. Ella nunca habla de su libro. Habla de todo lo demás. Convierte las comisiones municipales en algo muy incómodo. No escucha, habla mientras tú hablas.
Siempre le he reprochado, desde la evidente divergencia ideológica, que tiene un absoluto desprecio por cualquier propuesta que venga de la oposición. Nunca me llama por mi nombre.
¡Me llama 'señora representante de Izquierda Unida'!.
No está para nada a la altura de lo que los ciudadanos de Madrid se merecen".

Desde Ecologistas en Acción, la ONG más activa en el tema de la calidad del aire de la capital, aseguran que su relación con la delegada de Medio Ambiente es mínima.
"Nunca me he reunido con ella", confiesa Paco Segura, portavoz de la ONG.
"Durante años, hasta que se ha visto superada por el problema, ha estado más preocupada por los grafitis que por la calidad del aire.
Llevamos rebasando las recomendaciones europeas desde 2001, y sus esfuerzos se han puesto más en los grafitis.
Sus intervenciones en materia de contaminación demuestran un desconocimiento supino, apabullante, de la gravedad del tema que tiene entre manos".
"No es de recibo decir que la contaminación de Madrid no tiene consecuencias para la salud", añade su compañero ecologista Juan García Vicente, "cuando la comunidad científica dice lo contrario".

Tanto los ecologistas como la oposición municipal coinciden en que Botella cuenta con técnicos muy competentes trabajando en su área.
Pero consideran que la delegada se sentía más cómoda en su anterior cometido, el área de Familia y Asuntos Sociales.
"Dominaba más los temas, se identificaba con ellos y se sentía más cómoda", concede un compañero de Gobierno.
Pero asegura que "siempre está en su despacho trabajando los temas, los controla".
"Otra cosa", admite, "es que sepa comunicarlos.
Su fallo es que no sabe trasladar el trabajo que hace previamente.
Cuando tiene una entrevista, se pueden producir dos situaciones: si es un tema que controla ella, como persona, como mujer, se muestra relajada, bien.
Pero si se entra en clave técnica o política, se pone tensa y falla".

En las conversaciones sobre Ana Botella es difícil eludir el escenario, bastante probable, de que la delegada se convierta a mitad de la próxima legislatura, sin haber ganado unas elecciones como cabeza de lista, en la próxima alcaldesa de Madrid.
El escenario es conocido: Rajoy gana las elecciones generales, llama a Gallardón para su Gobierno, y Ana Botella, segunda en la lista del PP al Ayuntamiento de Madrid, se queda de alcaldesa. En el Ejecutivo municipal prefieren no entrar en el tema.
"Todo eso", dicen, "es ciencia ficción".

En el terreno estricto de la ciencia, las previsiones meteorológicas anuncian que hoy puede despedirse el anticiclón.
Pronto la lluvia se llevará consigo, hasta próximo aviso, la boina de contaminación que lleva días cubriendo el cielo de Madrid.
Y, con ella, alejar a Ana Botella del incómodo primer plano de la política municipal.



Manuel
#692

sábado, febrero 12, 2011

El Berlín 1989 de los árabes


Ha sido duro, muy duro, y hermoso, muy hermoso.
El pueblo egipcio, liderado por su ciberjuventud democrática, ha dado al mundo una inmensa lección de claridad de ideas, valentía y tenacidad.
La inmensa multitud de la plaza de Tahrir, jóvenes y mayores, de clase media y pobres de solemnidad, hombres y mujeres, cristianos y musulmanes, insistía en la salida del autócrata Mubarak antes de contemplar siquiera la posibilidad de una transición a la democracia más o menos negociada entre el régimen y la oposición, y tenía toda la razón del mundo.
Nada de lo que se le prometiera tenía el menor viso de credibilidad si seguía en el trono un faraón convertido en momia, un cadáver político testarudamente aferrado al cargo.

Mubarak se acaba de ir. El pueblo le ha ganado el pulso.
Anoche Mubarak aún insistía en quedarse, en aguantar hasta septiembre, en liderar en persona la transición. Era un disparate monumental, por mucho que le apoyaran los halcones israelíes, otros déspotas árabes, los elementos más conservadores del establishment norteamericano y la pusilanimidad de los dirigentes europeos.
Era un despropósito porque el pueblo de Tahrir no se iba a ir, no iba a abandonar el combate.
Al contrario, iba a redoblarlo, aún más decepcionado y frustrado, con el refuerzo, además, de otros cientos de miles de egipcios en este viernes de las plegarias en las mezquitas.
En los últimos días su lema venía a ser éste:
"Si el rais es testarudo en su empeño en aferrarse al poder, más lo somos nosotros".

¿Cómo podían contenerse las riadas humanas que hoy han ocupado las calles de las principales ciudades egipcias?
Sólo una matanza de proporciones descomunales, una matanza nunca vista en vivo y en directo en la historia de la humanidad, podía intentar contener hoy al movimiento egipcio, y aún así era improbable que consiguiera su objetivo.
La salida en falso de anoche de Mubarak no tenía el menor futuro.

A partir del momento en que el Ejército egipcio, la institución más prestigiosa del país y de la que han salido los presidentes Nasser, Sadat y Mubarak, se había negado a disparar contra las masas, afirmando incluso que comprendía y aprobaba sus motivaciones, la revolución democrática egipcia ya estaba en vías de ganar.
Ahora acaba de conseguir su primer objetivo directo: la salida del autócrata.
Y es momento para el regocijo.
De los egipcios, los pueblos árabes y todos los demócratas del planeta.

Tahrir significa en árabe "liberación".
Y para la gente que ha hecho de esa plaza el corazón palpitante de la lucha por la libertad, de lo primero que cabía liberarse era de ese general de rostro pétreo que ha gobernado el valle del Nilo con mano de hierro durante más de treinta años.
Ya habrá tiempo para discutir si Omar Suleiman es o no el hombre de la transición; si es, como todo lo indica, el Arias Navarro de Egipto o si puede dar la sorpresa y ser el Adolfo Suárez.
Para insistir en la necesidad de un gobierno de concentración en el que los demócratas desempeñen un papel relevante y que aborde las tareas de elaborar una nueva constitución y preparar unas elecciones libres.
Para analizar los méritos y las posibilidades de personalidades alternativas como El Baradei o Amr Mussa. Y hasta para especular sobre el destino de los Hermanos Musulmanes.

Acaba de triunfar la primera, y decisiva, fase de una revolución democrática.
La humanidad no había vivido nada semejante desde la caída del Muro de Berlín y la disolución del imperio soviético. Y es que esta primavera de los pueblos árabes tiene poco o nada que ver con Teherán 1979. Sólo cabe entroncarla en Berlín 1989.
Es la historia en movimiento, es, en plena crisis económica, el regreso al primer plano de la política internacional de la lucha contra las dictaduras y por la democracia y los derechos humanos.

Ya son dos los autócratas árabes caídos, el tunecino Ben Ali y el egipcio Mubarak, en esta revolución democrática árabe que arrambla con tantos estúpidos prejuicios occidentales, como ese que afirma que lo árabe y lo musulmán son intrínsecamente incompatibles con la democracia.
Que demuestra que las cautelas gubernamentales en Occidente no son sólo cobardes traiciones a los principios y valores democráticos, sino también fruto de la pereza intelectual, de no haber hecho los deberes, de no haberse enterado de que el gran protagonista del mundo árabe en este siglo XXI no son los islamistas, sino los jóvenes, esos más de 100 millones de jóvenes árabes que desean libertad, dignidad y justicia.

Y ahora, ¿quieren saber cuál es el próximo autócrata árabe que podría ser derrocado como resultado de una revolución popular?
La respuesta es fácil: mire donde pasaron sus vacaciones de Navidad los ministros del Gobierno de Sarkozy.

La broma circula estos días en Francia a propósito del bochornoso hecho de la ministra Alliot-Marie pasara, gratis total, sus vacaciones en el Túnez de Ben Alí y el primer ministro Fillon, con la misma agencia de viajes, en el Egipto de Mubarak.

Y es que esto no ha terminado.
El próximo día 12 hay convocada una jornada de protesta en Argelia, el 17 en Libia y el 20 en Marruecos.

JAVIER VALENZUELA 11/02/2011

Manuel
#691

domingo, febrero 06, 2011

Nouvelle-Zélande : Les volcans cosmiques des Maoris


Partis chercher leur Terre Promise il y a près de mille ans, les ancêtres des Maoris sont tombés sur une île fumante et vierge. Ils l'ont appelée Aotearoa, “la terre du long nuage blanc”.
Les récits mythologiques, évangiles de l'oralité maorie, ne laissent aucun doute quant à sa nature sacrée.

Le demi-dieu Maui était un descendant de Rangi-Nui (le ciel) et de Papa Tuanuku (la terre) et vivait à Hawaïki, terre mythique du centre Pacifique. Il décida de suivre ses frères aînés à la pêche en plein océan. Lorsque le waka (canoë) fut au large, il jeta sa ligne équipée d'un hameçon en os enduit de son propre sang. Il sentit mordre un poisson démesuré qu'il parvint à remonter au prix d'héroïques efforts.

Il venait de pêcher l'Ile du Nord de la Nouvelle-Zélande, autrement dit Te Ika-a-Maui,“le poisson de Maui”.
Afin de maîtriser la puissance de ce géant, Rangi-Nui, le ciel, fit surgir en son centre une montagne imposante, le mont Ruapehu.
Une fois le calme établi, Rangi-Nui précisa la géographie de l'île et plaça, près du Ruapehu, les monts Tongariro et Ngauruhoe, trinité suprême du pays maori.



Dans la légende de Maui apparaît clairement la prédominance de l'Ile du Nord (la prise miraculeuse) sur l'Ile du Sud, simplement identifiée comme le waka des pêcheurs.
Un ordre qui s'explique par l'histoire du peuplement de ce cul-de-sac insulaire.
Les premiers navigateurs polynésiens venaient probablement des Iles de la Société ou des Marquises. À l'étroit sur leurs confettis, ils seraient partis chercher une terre du possible.
L'Ile du Nord a sans doute comblé leurs espérances. Accueillante, luxuriante, elle foisonnait de kauris et pullulait de moas. Les premiers, plus grands arbres du monde après les séquoïas, ont toujours fourni un bois de rêve pour l'habitation, la fabrication des wakas ou la sculpture. Les moas, gros oiseaux coureurs des bois pouvant dépasser trois mètres de haut, ont nourri de leur chair et de leurs oeufs des générations de Maoris avant de disparaître.

Et puis il y a le miracle volcanique.
Les nouveaux arrivants ont vite compris que les nombreux solfatares, rivières ou sources chaudes pouvaient servir à la cuisine, au chauffage, à l'élimination des excréments, et accessoirement au bien-être. Durant des siècles, les guerriers sont allés renforcer leur mana (l'énergie physique et spirituelle, le prestige, etc.) dans des sources thermales telles que les précieuses et toujours actives Ngawha Springs.

Ils n'avaient que peu de raisons de franchir l'actuel détroit de Cook pour investir massivement “le waka de Maui”, l'Ile du Sud et ses coups de froid polaire, son humidité usante, alors que les baies des premiers pas, au nord du nord, étaient si bienfaisantes.
Une évidence si palpable dans la Baie d'Hokianga, le havre où séjourna Kupe, l'ancêtre découvreur.

Cette longue entaille de quiétude dans le flanc de la côte occidentale est exposée aux coups de boutoirs de la mer de Tasman, mais préservée de la sauvagerie du dehors par un goulet étroit, gardien de sa virginité et de la douceur des rives intérieures. Dès les premiers contacts, les Européens font sauter le verrou de chasteté de la terre sacrée des Maoris. C'est le temps du viol qui commence.
Un fond d'offenses et de spoliations ponctué d'épisodes devenus historiques.

L'un des plus anciens renvoie à l'explorateur français Marion-Dufresne qui vient mouiller dans la Baie des Iles au cours de l'année 1772.
Les Maoris lui font bon accueil, jusqu'au jour où les Français brisent le tapu (tabou) en abattant sans permission un kauri pour s'approvisionner en bois. En représailles, le commandant malouin et douze de ses compagnons sont enlevés, massacrés et dévorés. A cette époque, les tribus maories disposent encore de toute leur force de frappe, mais une centaine d'années plus tard, elles restent impuissantes lorsque les colons entreprennent l'exploitation industrielle des arbres sacrés.

Le bois précieux, sa résine aux reflets d'ambre, sont autant de ressources qui font la richesse des Pakehas (les Européens). Aidés de leurs scieries à vapeur, ils déciment environ 80 % des forêts de kauris. En 1887, conscient des menaces que la colonisation fait peser sur sa terre, le chef Te Heuheu Tukino IV trouve un arrangement avec la Couronne britannique en lui cédant le territoire du Tongariro contre la promesse d'en faire une zone protégée, intouchable.
Stratégie du désespoir pour épargner le sanctuaire des sanctuaires.

Toutes les tribus maories vénèrent ces trois cônes éruptifs surpeuplés de dieux et d'esprits.
Ce maillon sublime de la ceinture de feu du Pacifique devient le quatrième parc national du monde en 1894. Cela aurait pu être un soulagement si la création du parc n'avait permis aux autorités de justifier la confiscation de milliers d'hectares dans les zones périphériques ou si les pentes des vénérables volcans, victimes de leur beauté, n'étaient devenues un terrain de jeu touristique, voire un nouveau décor à la mode pour les productions hollywoodiennes et bollywoodiennes.

Drôle de fête nationale que ce Waitangi Day, qui célèbre l'anniversaire du traité fondateur de la Nouvelle-Zélande : un marché de dupes signé il y a cent soixante-dix ans entre des chefs de guerre maoris et les représentants de la grande “tribu” d'outre-mer, pâlotte et non tatouée.
C'est le 6 février et, comme au jour de la ratification, la lumière de l'été austral enveloppe la Baie des Iles.

Deux mondes se côtoient au débouché de la rivière Waitangi.
Marins en uniforme blanc, têtes blondes souriantes, silhouettes fines et élégantes se mêlent aux faces tatouées, aux corps lourds souvent obèses, vêtus de t-shirts et de bermudas défraîchis.
Ta Moko Blacky se tient fièrement devant le drapeau tribal qu'il a planté dans le sable de Te Tii Beach.

Là où les visages les plus pâles ont gagné un espace à la hauteur de leurs rêves pionniers pétris de prospérité et de romantisme, une arche à la nature gratifiante, les Maoris ont perdu le ventre de leur culture, le siège de leur âme. Ils ont perdu le contrôle sur Aotearoa et son cortège de divinités ou d'ancêtres légendaires.
Mais même s'ils ont pleinement intégré la société moderne, ils sont sujets à un mal sournois :
une fracture identitaire.
Ces descendants de marins explorateurs demeurent habités par l'idée qu'une culture ayant perdu le contact avec le sacré est condamnée à la dérive.

Frédéric Mouchet


Le 6 février 1840, à Waitangi, une délégation britannique, menée par le capitaine Hobson, signe avec 45 chefs maoris le traité fondateur de la Nouvelle-Zélande.
Ce document, qui proclame la souveraineté anglaise, est censé garantir aux Maoris la préservation de leurs droits sur la terre. Dans les faits, il ouvre la porte à un vaste mouvement de confiscation du territoire orchestré par les colons.
En 1975, sera créé un tribunal destiné à régler les litiges nés à la suite du Traité de Waitangi.


Manuel
#690

El futuro ya está aquí

Algunos episodios infrecuentes, pero preciosos, desgarran el velo del presente y permiten a los mortales atisbar el porvenir que les espera. Uno de esos momentos (Stefan Zweig lo calificaría de estelar) se vivió el 1 de febrero, en el canal Veo7.
Revestido de la suficiencia del profesor que somete a un alumno a un examen oral decisivo, el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, entrevistaba plácidamente al presidente del PP, Mariano Rajoy. En el turno de preguntas del público, una joven inquirió al jefe de la oposición:
"¿Qué medidas incluye su programa para crear empleo y para apoyar a los jóvenes emprendedores?".
La pregunta invitaba a desparramarse en una larga cambiada trivial, al estilo de un Arenas o un González Pons. Pero Rajoy se quedó en blanco, balbuceó ("vamos a ver, eh, eh..."), removió sus papeles y fabricó unos segundos de silencio aterrador.
El entrevistador reaccionó con forzada ironía:
"Vamos a ver si es capaz de responder en menos de un minuto", dijo.
Rajoy salió de su estupor al fin:
"Me ha pasado una cosa verdaderamente notable, es que lo he escrito aquí y no entiendo mi letra".
Dio la larga cambiada que todo el mundo esperaba, habló de animar la inversión y otros lugares comunes y fin del momento estelar.

Primer misterio: ¿tenía Mariano Rajoy escrito en un papel la solución al problema del paro?
Si es así, sería un gravísimo contratiempo para la economía mundial que hubiera perdido sus notas.
Segundo misterio: ¿no entiende su letra un registrador de la propiedad, educado en el culto a una caligrafía nítida? Si es por claridad, que le escriban la receta en mármol, sobre unas Tablas de la Ley.
Tercer misterio: si la única receta de que dispone Mariano Rajoy para terminar con el paro es animar la inversión y generar confianza, que el maestro Ramírez le suspenda el examen oral.
O que otro asistente de Veo7 le pregunte qué planes tiene para animar la inversión y así pueda entrar en trance de nuevo y perder el papel.

Todo lo anterior se resume en dos certezas.
Una, Mariano Mariano no tiene ideas concretas para reducir el paro; se desenvuelve hoy (y se desenvolverá en 2012 si es presidente) con las nimiedades de costumbre.
Dos, si el PP gana las elecciones nos espera un periodo impreciso de pérdida de consciencia.
Como el de Veo7.



Manuel
#689

Los apoyos de Angela Merkel

Es posible que Angela Merkel sea una gran estadista, pero todas esas alabanzas a su gestión las pongo en cuarentena con un símil futbolístico
¿Guardiola haría campeón de Europa al Alcoyano? Casi seguro que no.
¿Podría Angela Merkel recuperar la economía de un país sin tejido ni tradición industrial, con una agricultura amenazada por las importaciones desleales y un turismo que pierde competencias? No lo creo.
Y si encima tuviera una oposición con sus medios de comunicación afines tan insolidarios como la derecha española y un presidente de los empresarios como Díaz Ferrán sería una labor imposible.
Es muy fácil ganar partidos con Xavi, Iniesta, Puyol, Ronaldo, Casillas, etcétera y encima teniendo un respaldo económico y moral.

En Alemania, con unos políticos solidarios como han demostrado, con unos empresarios y trabajadores implicados y patriotas de verdad, no de boquilla, es bastante más fácil conseguir las metas.
Tomemos ejemplo.

RAFAEL MARTÍNEZ MONSERRAT - Alicante - 06/02/2011

Manuel
#688

sábado, febrero 05, 2011

¿Dónde han ido a parar los islamistas?

La novedosa peculiaridad de la primera revolución popular pacífica capaz de derrocar una dictadura en el mundo árabe ha consistido en que no ha tenido nada que ver con el islamismo.

El joven vendedor ambulante tunecino que desencadenó la revuelta al quemarse en público nos recuerda a los monjes budistas vietnamitas en 1963 o a Jan Palach en Checoslovaquia en 1969, unos actos de naturaleza precisamente opuesta a la de las bombas suicidas que son la marca registrada del actual terrorismo islámico.

Incluso en este acto sacrificial no ha habido nada de religioso: ningún turbante verde o negro, ninguna túnica blanca, nada de ¡Alá Akbar!, nada de llamamientos a la yihad.
Se ha tratado, por el contrario, de una protesta individual, desesperada y absoluta, sin una palabra sobre el paraíso o la salvación.
En este caso el suicidio era el último acto de libertad dirigido a avergonzar al dictador y a instar a la gente a reaccionar.
Era un llamamiento a la vida, no a la muerte.

En las sucesivas manifestaciones en las calles, no se invocó un Estado islamista, ni los manifestantes se pusieron sudarios blancos frente a las bayonetas, como en Teherán en 1978.
Ninguna referencia a la sharía ni a la ley islámica.
Y, lo más sorprendente, ningún "¡abajo el imperialismo de Estados Unidos!".
El odiado régimen era percibido como indígena, como el resultado del miedo y de la pasividad, y no como la marioneta del neocolonialismo francés o norteamericano, a pesar del refrendo que había obtenido por parte de la élite política francesa.

En vez de ello, los manifestantes pedían libertad, democracia y elecciones con pluralidad de partidos.
Dicho sencillamente, querían verse libres de la cleptocrática familia gobernante ("¡dégage!", o sea "¡despeja!", ha sido la popular expresión francesa utilizada como consigna).

En esta sociedad musulmana nada se ha puesto de manifiesto acerca de "un excepcionalismo islámico".
Y, al final, cuando los líderes islamistas reales han vuelto de su exilio en Occidente (sí, estaban en Occidente, no en Afganistán ni en Arabia Saudí) estos, como Rachid Ghanuchi, han hablado de elecciones, Gobierno de coalición y de estabilidad, al tiempo que mantenían un bajo perfil.

¿Han desaparecido los islamistas?

No. Pero, al menos en África del Norte, muchos de ellos se han convertido en demócratas.
Es verdad que grupos marginales han seguido la senda de una yihad global y nómada, y que vagabundean por el Sahel en busca de rehenes, pero no cuentan con el apoyo real de la población. Esa es la razón por la que se han ido al desierto.

Sin embargo, esos salteadores de caminos siguen estando considerados por los Gobiernos occidentales como una amenaza estratégica que dificulta el diseño de una política a largo plazo.
Otros islamistas sencillamente han dejado la política y se han encerrado en casa para seguir un piadoso y conservador, aunque apolítico, estilo de vida.
Al igual que a sus mujeres, le han puesto un burka a sus vidas.

Pero el grueso de los antiguos islamistas ha llegado a la misma conclusión que la generación que fundó el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en Turquía: no hay tercera vía entre democracia y dictadura.
Solamente hay dictadura y democracia.

Este reconocimiento del fracaso del islam político ha coincidido con el talante de esa nueva generación de manifestantes en Túnez.
La nueva generación árabe no está motivada por la religión o la ideología, sino por la aspiración a una transición pacífica hacia un Gobierno decente, democrático y "normal".
Tan solo quieren ser como los demás.

La revuelta tunecina ayuda a aclarar una realidad respecto del mundo árabe: el terrorismo que hemos contemplado estos últimos años, que es un milenarismo utópico, no proviene de las sociedades reales de Oriente Próximo.
Es mucho más fácil encontrar radicales islámicos en Occidente que en estos países.

Naturalmente, el cuadro difiere entre un país y otro.
La generación posislamista es más visible en el norte de África que en Egipto o Yemen, por no hablar de Pakistán, que es un país que se derrumba. Pero en todo el Oriente Próximo árabe, la generación que está liderando la protesta contra la dictadura no tiene un carácter islámico.

Eso no quiere decir que no queden grandes desafíos a los que enfrentarse.
De hecho, son muchos: cómo encontrar líderes políticos que puedan estar a la altura de las expectativas populares; cómo evitar los escollos de la anarquía; cómo reconstruir los vínculos políticos y sociales que han sido deliberadamente destruidos por los regímenes dictatoriales y reconstruir una sociedad civil.

Pero hay al menos una cuestión inmediatamente suscitada por la revolución tunecina.

¿Por qué sigue apoyando Occidente a la mayoría de las dictaduras de Oriente Próximo incluso cuando esta oleada democrática agita la región?
En el pasado, por supuesto, la respuesta ha sido que Occidente ha visto en los regímenes autoritarios el mejor baluarte contra el islamismo.

Esa fue la razón oculta de su apoyo a la cancelación de las elecciones de Argelia en 1990, de que se hiciera la vista gorda con el tinglado de las elecciones egipcias y de que se ignorara lo que los palestinos eligieron en Gaza.

A la luz de la experiencia tunecina ese planteamiento tiene que volver a ser evaluado.
En primer lugar, porque esos regímenes ya no constituyen un baluarte fiable.
Podrían simplemente desmoronarse en cualquier momento.
En segundo lugar, ¿contra qué son un baluarte si la nueva generación es posislamista y prodemocrática?

Del mismo modo que Túnez ha supuesto un momento decisivo para el mundo árabe tiene también que suponer un momento decisivo en la política occidental respecto a la región.
La realpolitik de hoy significa apoyar la democratización de Oriente Próximo.

Olivier Roy, profesor en el Instituto Universitario Europeo de Florencia


Manuel
#687

Mubarak es la inestabilidad

Mubarak primero retiró a la policía de la calle dando lugar al caos.
Ahora ha soltado a sus perros y desencadenado la violencia.
Lo primero ya fue un indicio de hasta qué punto se había agotado la promesa de estabilidad que le ha garantizado 30 años de poder omnímodo.
Lo segundo confirma que Mubarak se ha convertido de hecho en la principal amenaza a la estabilidad de Egipto.

La elección que históricamente se nos presentaba entre estabilidad e islamismo era bastante tramposa.
Ahora ya es evidente que ese dilema, que siempre se resolvía en contra de la democracia, es directa y llanamente falso.
Tal y como se están desenvolviendo los acontecimientos, la permanencia de Mubarak en el cargo puede ser ya considerada el mal mayor, no un mal menor.
Así que, sea desde los más altos principios morales, desde el más puro pragmatismo diplomático o desde el cinismo de la realpolitik y los intereses estratégicos, la presencia de Mubarak es insostenible.
Por eso debe marcharse, y por eso Estados Unidos y la UE deben ponerse inmediatamente de acuerdo en pedir su renuncia.

Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, el Ministerio del Interior egipcio tiene a su disposición una fuerza policial cercana a los 400.000 efectivos, unos 60.000 de los cuales tendrían medios y capacidades antidisturbios.
A eso habría que sumarle unas fuerzas armadas con algo más de 450.000 soldados, a los que se podrían sumar hasta 400.000 efectivos más si se contaran reservistas y fuerzas paramilitares. No parece por tanto que ni el Ejército ni el Ministerio del Interior anden escasos de efectivos como para proteger de forma mínima, no ya el derecho de manifestación de los egipcios, sino algo tan básico como su misma vida y propiedades.
Y sin embargo, todo lo que nos llega vía los blogs, correos y mensajes de los propios egipcios es su desesperación al ver cómo la policía permitió que se asaltaran y vaciaran las cárceles y cómo abandonó la protección de edificios e infraestructuras públicas, y dejó que el caos, el pillaje y los asaltos a personas se apoderaran de todas las ciudades.
Muchos manifestantes han vuelto a sus casas para proteger a sus familias, sus bienes y sus negocios, conseguir alimentos y organizar patrullas de vigilancia en los barrios.

A pesar de las esperanzas que desencadenó su comunicado asegurando que no usaría la fuerza contra el pueblo y que sus demandas le parecían legítimas, el Ejército no parece que lo esté haciendo mucho mejor: se demuestra ahora que su despliegue fue completamente improvisado y carente de plan alguno para garantizar la seguridad de los ciudadanos.
Con su inacción, revela el minimalismo de sus ambiciones, muy probablemente limitadas a sustituir a Mubarak (al fin y al cabo, un militar), por otro militar más aceptable tanto nacional como internacionalmente, pasar la página y seguir tutelando el régimen desde fuera.

El problema es que cuando, como ha ocurrido en Egipto, un Estado se retira de la escena y renuncia a proteger a sus ciudadanos, el pacto de obediencia que vincula a estos con esas instituciones queda automáticamente disuelto.
Si además, ese Estado transfiere el monopolio de la violencia a una horda de paramilitares o civiles violentos, de lo que tenemos que comenzar a hablar es de crímenes muy graves que no deberían quedar impunes.

Sorprende pues que tanto Estados Unidos como Europa sigan paralizados ante la disyuntiva de tener que elegir entre sus principios y sus intereses.
Millones de personas en Europa, Estados Unidos e incluso el mundo árabe apenas han necesitado unas horas para convencerse de que Mubarak debe irse.
Millones a los que, claro está, hay que restar los 27 ministros de Exteriores de la UE, a lady Ashton y a Hillary Clinton, que siguen atenazados ante el vértigo que saben que les producirá subirse al último peldaño de la escalera por la que estos días los egipcios les han ido haciendo subir a empujones y pedir la renuncia de Mubarak.
Por eso, los seis puntos en los que se basan las declaraciones de Washington y de los ministros de los Veintisiete, reunidos en Bruselas el lunes pasado, y repetidas otra vez ayer por Zapatero, Merkel, Cameron, Sarkozy y Berlusconi (cese de la violencia, diálogo, elecciones libres, etcétera), son tan válidos y razonables como insuficientes.
Esos puntos reflejan las aspiraciones legítimas de muchos egipcios, pero ignoran que cualquier egipcio que tenga esas aspiraciones sabe perfectamente que son imposibles de lograr con Mubarak en el poder.
Con sus acciones, Mubarak ha deshecho el nudo que nos tenía paralizados.
¿Es nuestra reticencia a dar el siguiente paso prueba de sabiduría, o simplemente de miedo?

JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA 04/02/2011

Manuel
#686

Pánico estratégico

Todavía no sabemos si la temida policía secreta Mujarabat está quemando los ficheros de la tortura y la represión, institucionalizadas en el Egipto de Mubarak, como hizo la PIDE portuguesa en la Revolución de los Claveles en las últimas horas.
La destrucción de las huellas del crimen junto con el avión presidencial listo en la pista para despegar son las señales definitivas de la caída de una dictadura.
Más la decisión de la Casa Blanca.

Obama ya ha transmitido al palacio de Heliópolis la urgencia de la salida del poder del último faraón, ya casi momia.
El aliado estratégico, que ha protegido los intereses de EE UU durante 30 años, cuidando a Israel y bloqueando al islamismo. Ha cumplido con creces.
Pero ahora, para seguir manteniendo, de otra forma, el orden norteamericano en Oriente Próximo, preservar las fuentes de petróleo en Arabia Saudí, y poder enfrentar el ascenso regional de Irán, el rais debe saltar.
"Quizás sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
Esta frase atribuida al presidente demócrata Franklin D. Roosevelt y referida al dictador Somoza, padre, en Nicaragua, explica los últimos recelos de Washington para sacar el tapón y dar paso a una nueva época en Oriente Próximo.
La estabilidad a cualquier precio, incluida la democracia, sea para contener el comunismo o el islamismo, conduce a la misma inestabilidad que se pretende evitar.
Mubarak ha dejado de ser el son of a bitch de Washington. Ya no es "nuestro".
La hoja de ruta de la "transición ordenada" estaba en los cables de Wikileaks.
Ya preveían que Omar Suleimán, "por ser militar, estaba en cualquier escenario de la sucesión de Mubarak como figura de transición", y consideraban "improbable la toma del poder por los Hermanos Musulmanes en el periodo inmediatamente posterior al rais".

Asistimos a la revolución en directo gracias a la televisión, Al Yazira sobre todo, que la está mostrando al mundo árabe, como lo hizo en su día la radio La voz de los árabes, de Nasser, a los SMS y a las redes sociales, que ya han dejado de ser únicamente juguetes del mundo rico.
Una rebelión, más social y económica que política.
El tsunami, nacido de la pobreza, el paro, del ansia de dignidad, la necesidad de respeto exigida por los jóvenes árabes y las clases medias y profesionales, de la falta de alternativas vitales.
La imperiosa necesidad de sacudirse el sentimiento de estancamiento, fracaso y frustración que ha aplastado durante decenios a las sociedades árabes. Como ha escrito Anthony Sadid en The New York Times, "por primera vez en una generación, no es la religión, ni la aventura de un líder único, ni las guerras contra Israel, lo que ha puesto las pilas a una región, sino el deseo visceral de una vida decente".
Obama ha sentido pánico estratégico ante un posible desmoronamiento del orden norteamericano en el arco de crisis del gran Oriente Próximo.
¿Imaginan lo que supondría el cierre del canal de Suez para Europa?
España recibe entre el 10% y el 15% del gas que importa a través de barcos que cruzan el canal.
Obama piensa en Israel cercado; en Irán, la caída del sah y su sustitución por una dictadura islámica que impuso, con mucha sangre, una teocracia fundamentalista que pretende exportar su revolución. Vé a Hezbolá en Líbano y a Hamás en Gaza.
No quiere ser otro Carter, que "perdió" Irán dejando caer a Reza Pahlevi, y a la Nicaragua de Somoza. Pero está haciendo en Egipto lo mismo que hizo en Teherán en 1979 su antecesor.

El embajador norteamericano, Sullivan, acude a palacio el 6 de enero para comunicar al sah la exigencia de una retirada inmediata:
-Sí, pero dónde voy a ir -responde sumiso el rey de reyes.
-¿Qué le parece su mansión de Suiza?
-¡No! La seguridad no es satisfactoria.
Bueno también tenemos una casa en Inglaterra, pero el tiempo es tan malo...
-¿Querría usted que me encargara de obtener una invitación para ir a EE UU?
El sah se echa hacia adelante y dice: ¿Ustedes lo quieren?
(Mission to Iran,
W. H. Sullivan)

El 16 de enero, Reza Pahlevi abandonaba Irán, temporalmente por motivos de salud, tenía cáncer al igual que Mubarak, y era recibido en Egipto por Sadat.

La hoja de ruta que pretende seguir EE UU en El Cairo: provocar el cambio desde la actual Constitución, algo así como lo que se hizo en la transición española después de Franco, "desde la ley a la ley", es compleja y arriesgada. El futuro no está escrito.
Si Occidente quiere que haya democracia en Egipto debe aceptar a los islamistas como parte de la democracia. Como escribe el analista Shibley Telhami:

"EE UU puede obligar a barajar cartas,
pero no puede decidir dónde caen las bazas".

FRANCISCO G. BASTERRA 05/02/2011

Manuel
#685

Al fin Israel despierta

Israel ha empezado a reaccionar.
Al fin.
“Un Egipto democrático no es una amenaza para la paz”.
Menos mal.

Hasta ahora, de todo lo que había dicho el primer ministro Benjamín Netanyahu se desprendía lo contrario: que Israel se siente muy cómodo con su monopolio democrático en un océano de tiranías y prefiere mantener la exclusiva durante el mayor tiempo posible.
No era una cuestión meramente retórica.
Estaba claro, además, que nadie como un dictador para garantizar un buen tratado de paz, debidamente engrasado por contratos civiles, ayuda militar, colaboración policial y de espionaje, y naturalmente, negocios con que los que dar de comer a todos, de uno y otro lado.

Mubarak era el modelo de esta relación perfecta.
Pero eso se ha terminado y no volverá nunca más.
Quien quiera la paz, deberá ganársela con las sociedades civiles y firmarla con regímenes plurales y democráticos.
De ahí la primera reacción absurda de Netanyahu a la revuelta tunecina, empeñado en cargarse de razón más que en atender a los hechos: era la demostración de que no se puede hacer la paz en un contexto geopolítico tan inestable.
El segundo movimiento, cuando ya se tambaleaba el faraón, no fue mucho mejor: no os alegréis de la caída del tirano, porque será una revolución como la iraní.
Ahora, ante el inevitable curso de los acontecimientos, no hay más remedio que dar un paso atrás para que no se identifique a Israel con los enemigos de la libertad y de la democracia.

No es distinto lo que le ha ocurrido a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, que en una semana ha pasado de ensalzar la estabilidad a favorecer el cambio.
Al vicepresidente Joe Biden que se negó a identificar a Hosni Mubarak como un dictador.
O al presidente Obama, que ha tenido que salir en dos ocasiones a salvar la cara ante los árabes pero todavía no le ha dicho a Mubarak que se vaya, con la misma contundencia y resolución con que Reagan le dijo a Gorbachov que derribara el Muro de Berlín. Se entiende la prudencia: un gesto brusco dejaría a todos los otros socios, empezando por la monarquía saudí, al pie de los caballos.
Pero la cautela excesiva consigue el efecto contrario ante las poblaciones civiles de unos países que identifican a sus tiranos con EE UU.

Esta revolución promete ser como la de 1989, pero geoestratégicamente del revés.
De momento, las fichas van cayendo, una detrás de otra.
Ni uno sólo de los gobiernos árabes ha podido sustraerse a la oleada del cambio.
Con mayor o menor celeridad, todos los regímenes están moviéndose para aplacar el descontento, desde medidas sobre los precios de los productos básicos hasta cambios de gobierno, pasando por la rectificación de los habituales planes de sucesión familiar.
Aunque el movimiento tectónico no ha hecho más que empezar, ya se puede dar por descontado que la arquitectura geopolítica del mundo árabe y más en concreto de Oriente Medio quedará hecha una ruina.
Todos deberán repensar y reconstruir sus estrategias.
Ahora se han quedado con las manos vacías.

Ninguna de las piezas que han sostenido la estabilidad de la región en los últimos 40 años, desde la guerra del Kipur en 1973, se mantiene ya en pie.
Israel, sin la pieza clave que era el Egipto de Mubarak, centra toda su preocupación en mantener el tratado de paz firmado en Camp David en 1977.
Un Egipto menos monolítico, con mayor peso del islamismo político de los hermanos musulmanes, e incluso con una fuerte sociedad civil, que simpatiza por instinto con la causa palestina, es todo lo contrario de la seguridad que significaba el régimen de Mubarak, con su estrecha colaboración en la vigilancia de la franja de Gaza, su control sobre el canal de Suez, su influencia sobre la Autoridad Palestina y el conjunto árabe y, sobre todo, la garantía de una frontera segura y en paz.

A pesar de la rectificación de última hora, Netanyahu sabe que un Egipto democrático, al estilo de Turquía, sería un vecino más inquietante para su actual visión estratégica.
El Israel de las vallas de seguridad, de las colonias en Cisjordania y Jerusalén Este en expansión constante, de la franja de Gaza bajo bloqueo militar y de una Autoridad Palestina administrando bantustanes políticamente inviables es literalmente imposible en un contexto árabe de transición a la democracia.
Puede que los actuales gobernantes israelíes tomen ahora conciencia de que han sido ellos, y no los palestinos, quienes no han dejado pasar ni una sola oportunidad de perder toda oportunidad (una frase célebre del ministro de exteriores israelí, Abba Eban, referida naturalmente a los que hasta ahora han sido el payaso de las bofetadas).

La revolución democrática árabe conduce indefectiblemente a que los palestinos exijan sus derechos civiles. Si no se les reconoce en un Estado palestino propio, habrá que hacerlo dentro de un único Estado donde los árabes en muy pocos años serán mayoría.
Quizás para Israel ésta es la prórroga de la última oportunidad.

03 febrero, 2011 - Lluís Bassets

Manuel
#684