jueves, abril 30, 2009

BeiJing #4 - YongHeGong




The Yonghe Temple , also known as the "Palace of Peace and Harmony Lama Temple", the "Yonghe Lamasery", or - popularly - the "Lama Temple" is a temple and monastery of Tibetan Buddhism located in the northeastern part of BeiJing.
It is one of the largest and most important Tibetan Buddhist monasteries in the world.
The building and the artworks of the temple combine Han Chinese and Tibetan styles.








Manuel
#388

BeiJing #3 - Forbidden City


















Manuel
#387

sábado, abril 25, 2009

BeiJing #2 - PanJiaYuan

If you only go to a market once in Beijing, take a trip to this colorful outdoor bazaar that sells all kinds of antiques, arts and crafts.
It is located in south west Beijing, just east of LongTan Park.
Although open everyday, it is most lively at weekends when far more stalls are open.








Nearly the whole range of desired objects can be found here : jade, Tibetan and other ethnic crafts, books, artworks, communist memorabilia, coins, jewelry, statues, beads, silk, porcelain, musical instruments, furniture...
Not all the antiques are genuine so if you need certainty it is probably best to shop elsewhere.
However, if you are more interested in hunting down the bargain, or are just interested in finding something you like, this is the place.






Manuel
#386

BeiJing #1 - LiangMaQiao











Manuel
#385

lunes, abril 13, 2009

Lecciones de piratas

"Ahora no tengo tiempo para hablar", le dijo el pirata somalí al periodista de Reuters que le llamaba por teléfono satélite. "Es que estamos rodeados por barcos de guerra".
En efecto, el destructor estadounidense USS Bainbridge, un monstruo de 9.000 toneladas y un precio de 800 millones de dólares, estaba al lado del pequeño bote salvavidas donde los piratas tenían al capitán Richard Phillips. Al fracasar en su intento de tomar el carguero Maersk Alabama los piratas se llevaron a su capitán. El objetivo era el mismo: cobrar un rescate.
¿Y por qué no? Capturar un barco y cobrar un rescate es el negocio más lucrativo de Somalia.
En 2008, los piratas somalíes capturaron 42 embarcaciones y recibieron 150 millones de dólares en rescates. Dieciocho barcos y 270 tripulantes aún siguen en manos de los piratas.

Si bien la piratería es muy antigua, lo que está pasando en el mar frente a Somalia refleja cuatro fenómenos muy modernos.
El primero es que en el mundo de hoy todos somos vecinos.
El segundo, que la combinación de tecnología moderna con anarquía medieval y degradación ambiental crea graves riesgos para la seguridad internacional.
Tercero:
los piratas son un ejemplo más de la ineficacia de los ejércitos mejor equipados de la historia para neutralizar a pequeñas bandas de civiles armados.
Cuarto:
ningún país, por más poderoso que sea, puede enfrentarse a solas a los piratas u otras amenazas similares.

Las naciones fracasadas son peligrosas para todos:
Somalia es el país más fracasado del mundo. Es miserable, ingobernable y remoto.
Pero los problemas de Somalia no se quedan dentro de sus fronteras.
Los somalíes que pueden, emigran; como sea. Al Qaeda ha encontrado allí una base ideal y su alianza con Al Shabab, un grupo islamista somalí, es una prioritaria preocupación para los servicios de espionaje estadounidenses y europeos.
Los piratas son otro ejemplo de cómo la anarquía dentro de un país se desparrama más allá de sus fronteras. En estos tiempos de globalización ningún país es demasiado remoto o aislado.
Sorpresa: Somalia tiene los mejores servicios de telecomunicaciones de África.
Varias empresas privadas ofrecen un excelente servicio de telefonía móvil y cobran las tarifas más bajas del continente. Hay 724.000 teléfonos móviles y se puede obtener una línea fija en sólo tres días. Fracasado sí, pero también muy bien interconectado. Todos somos vecinos.

De pescadores a piratas.
La anarquía política estimula la anarquía en el uso del medio ambiente.
En Somalia la falta de Gobierno permitió la abusiva explotación de su mar por flotas pesqueras extranjeras armadas con modernas tecnologías de pesca de arrastre. Inevitablemente, esto llevó a los pescadores somalíes a perder su fuente de sustento. Los pescadores reaccionaron y se aliaron con las milicias locales para atacar en alta mar a los barcos pesqueros extranjeros con el fin de ahuyentarlos. Pronto descubrieron lo fácil que era abordarlos, llevarlos a Somalia y cobrar un rescate para devolverlos. De allí a atacar superpetroleros hubo un solo paso.
La degradación ambiental será la fuente de muchos de los conflictos por venir.

Piratas, 1; resto del mundo, 0.
Los piratas están enfrentados a la Armada más poderosa del planeta.
Los buques de guerra de la OTAN y los de Rusia, China, Ucrania y Japón están a la caza de piratas. La fuerza aeronaval europea está compuesta por ocho fragatas y miles de efectivos de distintos países. El general David Petraeus, jefe del Comando Central de las Fuerzas Armadas estadounidenses, anunció que enviaría aún más fuerzas a enfrentarse a los piratas. Pocas horas después de ese anuncio los piratas capturaron un remolcador italiano. Las cosas no van bien para los militares modernos enfrentados a piratas en pequeñas lanchas con motores fuera de borda y armados con Kaláshnikov oxidados y lanzagranadas viejos. Los piratas somalíes tienen mucho en común con los talibanes y los insurrectos iraquíes: son un ejemplo más de que en el mundo de hoy a las superpotencias no les es fácil combatir con éxito a grupos pequeños de civiles pobres y mal equipados pero altamente motivados por dios o por el dinero.

El multilateralismo al rescate.
La palabra multilateralismo suena tediosa y burocrática. Y las actividades multilaterales lo son.
Pero ninguna de las amenazas globales que ejemplifican los piratas podrán ser enfrentadas con éxito si distintos países no logran trabajar juntos de manera eficaz. Sin multilateralismo no habrá manera de ayudar a los Estados fallidos a recuperarse, de combatir los abusos contra el medio ambiente o luchar eficazmente contra la piratería y el terrorismo.
El multilateralismo es lento, engorroso y frustrante.
También es indispensable.

MOISÉS NAÍM 12/04/2009


Manuel
#384

domingo, abril 12, 2009

Confucio dijo...

Cuando era niño, China era, para mí, un chino vagamente cómico, con bigote en punta, vestido con una bata de seda bordada y un sombrero en forma de cono, que decía con acento cómico: "Confucio dijo...".

Más tarde fueron las fotos en blanco y negro de una escultura, hecha en la época de Mao, de un patio prerrevolucionario de recaudación de rentas que me enseñó un entusiasta profesor inglés. Luego fue la locura -ingenuamente malinterpreta-da- de la revolución cultural y la Guardia Roja (todavía tengo mi ejemplar del Libro Rojo de cuando era estudiante).
Y ahora es un culto profesor chino, vestido con traje oscuro, que me dice en un inglés excelente: "Lo que dice Confucio es...".


Todo el mundo sabe que en China el confucianismo ha reaparecido.
Un libro de divulgación de Confucio escrito por una profesora china presente en los medios de comunicación, Yu Dan, ha vendido más de 10 millones de ejemplares, de ellos, unos 6 millones, por lo visto, en ediciones piratas. Su libro recibe el apodo de Sopa de pollo china para el alma. En el campus de la prestigiosa Universidad Tsinghua de Pekín, antes, había una estatua del presidente Mao. Ahora está Confucio. Está a punto de rodarse una película sobre Confucio con dinero de una compañía cinematográfica estatal. Chow Yun-Fat, conocido por hacer de duro en las películas de gánsteres de Hong-Kong, interpretará al maestro.
Y existen colegios privados explícitamente confucianos.

Este renacimiento de Confucio es un asunto tanto público como privado, tanto social como del Estado y el Partido.
"Confucio dijo que la armonía hay que cultivarla", dijo el presidente Hu Jintao en febrero de 2005, para promover los objetivos del Partido Comunista de una sociedad y un mundo armoniosos. "De Confucio a Sun Yat-sen", declaró el primer ministro Wen Jiaobao un par de años después, "la cultura tradicional de la nación china posee numerosos elementos preciosos", entre los que mencionó "la comunidad, la armonía entre distintos puntos de vista y la posesión común del mundo". En un libro llamado China's new confucianism [El nuevo confucianismo de China], el teórico político Daniel A. Bell dice en broma que el Partido Comunista Chino (PCC) quizá acabe llamándose un día Partido Confuciano Chino.

En una exposición celebrada en el mayor templo confuciano de Pekín, unas luces eléctricas proyectadas sobre un mapa señalan la difusión en el mundo de los Institutos Confucio, los equivalentes relativamente nuevos de China a los Institutos Goethe de Alemania y a las oficinas del British Council de Reino Unido. Aunque estos Institutos Confucio, por ahora, se dedican sobre todo a impartir la lengua china, la exposición deja claramente implícito que al mundo le vendría muy bien un mejor conocimiento del pensamiento de Confucio.

Hay una forma simplista de interpretar este renacimiento del confucianismo, y otra más interesante.
La forma simplista es tratar de ver en el confucianismo la clave para comprender la sociedad, la política e incluso las relaciones internacionales de la China contemporánea. Es un caso de lo que yo llamo Huntingtonismo vulgar, una versión simplificada del determinismo cultural que está presente en el Choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Los chinos son confucianos, así que harán esto o aquello...

Ahora bien, para empezar, existen muchas versiones distintas del confucianismo.
Bell distingue el confucianismo liberal, el confucianismo oficial o conservador, el confucianismo de izquierdas y el confucianismo pop y despolitizado (la sopa de pollo de Yu Dan). Más importante, el confucianismo no es más que un ingrediente en la mezcla ecléctica que caracteriza hoy a China. Muchos elementos de su sociedad y su sistema político se pueden definir sin hacer ninguna referencia a Confucio, y algunos harían que el maestro se removiera en su tumba. Además del confucianismo, es posible ver elementos de leninismo, capitalismo, daoísmo, la sociedad de consumo occidental, socialismo, la tradición imperial china del legalismo, y más.

La mezcla es precisamente lo que define el modelo chino, que, en cualquier caso, no está todavía definitivamente formado.
Porque China sigue siendo un país en vías de desarrollo en todos los sentidos del término. Sólo cuando esté más desarrollado sabremos con exactitud cuál es el modelo chino.
Mientras tanto, si es preciso buscar una sola etiqueta para definir hoy China, mejor que el confucianismo valdría el confeccionismo. El secreto está en la confección.

Por consiguiente, es un grave error pensar que una conversación política e intelectual con China es un "diálogo entre civilizaciones".
Según esa concepción, los occidentales ponemos sobre la mesa lo que denominamos los valores occidentales, los chinos ponen lo que denominan los valores chinos, y entonces vemos qué piezas encajan y cuáles no.

Tonterías.
No existen una civilización occidental y una civilización china puras, auténticas y separadas.
Llevamos siglos mezclándonos, sobre todo los dos últimos. La pureza cultural es una contradicción.
Sí, en China el confucianismo es más importante que el catolicismo, y en California el catolicismo es más importante que el confucianismo; pero hay más de Occidente en Oriente y de Oriente en Occidente de lo que la gente se imagina. Además, hace ya 2.500 años, cuando China y Europa eran verdaderamente mundos separados, Confucio abordó algunas de las mismas cuestiones que Platón y Sófocles, porque son temas universales.
No son problemas orientales ni occidentales; son cuestiones humanas.

La forma más interesante, pues, de abordar el confucianismo desde el punto de vista occidental -en una conversación que los Institutos Confucio oficiales de China deberían fomentar- es muy distinta.
El punto de partida es una sencilla proposición: he aquí un gran pensador que todavía tiene cosas que enseñarnos hoy. Las ricas escuelas de interpretación académica a lo largo de más de dos milenios no sólo reinterpretaron a Confucio para cada época, sino que añadieron ideas propias. Deberíamos leerle, y leer esas interpretaciones, como leemos a Platón, Jesús, Buda o Charles Darwin, y todas sus interpretaciones.
No se trata de un diálogo entre civilizaciones, sino de un diálogo dentro de la civilización.
La civilización humana, lo que hace que seamos más que simples bestias.

Para poder mantener esta conversación, la mayoría de nosotros necesita traductores.
En Pekín he estado leyendo la traducción de las Analectas de Confucio realizada por Simon Leys, con sus notas llenas de referencias a escritores occidentales (el caballero cultivado de Confucio comparado con el honnête homme de Pascal, etcétera). Con la ayuda de Leys, las Analectas me han parecido infinitamente más accesibles, y he podido disfrutarlas y sacarles más partido que en el caso del texto central de otra tradición cultural con la que los europeos debemos dialogar: el Corán. Por supuesto, algunos fragmentos son oscuros o anacrónicos, y otros -por ejemplo, los que subrayan el poder de los hombres por encima del imperio de la ley- contrastan enormemente con el liberalismo contemporáneo.
Pero muchas de las frases que se atribuyen a Confucio destilan un humanismo laico extraordinariamente fresco.

Prefiero su formulación precavida de la regla de oro de la reciprocidad -"lo que no desees para ti mismo, no se lo hagas a otros"- a la cristiana.
¿Qué debe hacer el Gobierno? "Hacer felices a los habitantes locales y atraer a inmigrantes llegados de lejos".
¿Cómo podemos ayudar a nuestro líder político? "Dile la verdad, aunque le ofenda".
Y la mejor: "Se puede arrebatar a un ejército su comandante en jefe; no se puede privar al hombre más humilde de su libre albedrío".

Si bien éstas son ideas conocidas en un lugar desconocido, también subraya con gran claridad otros elementos, como una especie de responsabilidad familiar, en sentido amplio, respecto a las generaciones pasadas y venideras.
No es mala idea, en un momento en el que estamos destrozando el planeta que nos legaron nuestros antepasados. A principios de este año, uno de los ministros de educación de Reino Unido fue objeto de ciertas sátiras por sugerir que a los escolares ingleses les vendría bien estudiar a Confucio. ¿No nos vendría bien a todos?
No sólo aprenderíamos algo sobre los chinos.
Tal vez incluso aprenderíamos algo sobre nosotros mismos.

Timothy Garton Ash 12/04/2009

Manuel
#383

sábado, abril 11, 2009

Ateos, gracias a Dios

Estoy perdido, condenado y quiero mi excomunión.
Yo, (...) que comulgo en volterianismo y anticlericalismo, tampoco quiero que con mi dinero se subvencionen obispos, Conferencias Episcopales, ni católicos en las calles, ni antiabortistas furibundos, ni seguidores de un Papa que no quiere preservativos, ni hipócritas amantes de linces ni a ninguno de esa tropa.
Me parecen herederos de aquella católica sociedad que se llamó "Ángel exterminador".
No quiero confundir a los católicos de hoy con los bárbaros de ayer, pero no me fío.

No quiero que los ciudadanos razonablemente laicos caigamos en las garras de tropas de fanáticos entregados a la farsantería. No estoy solo, somos legión.

Laicos ateos que no queremos olvidar que, durante siglos, en nombre de Dios, a golpes de espada en una mano y en la otra una Biblia, exterminaron a creyentes y descreídos, abortaron vidas de pobres e inocentes seres humanos, se aplicaron en la tortura y el tormento, crearon la Inquisición, promovieron las Cruzadas, bendijeron masacres, exterminios, saqueos, violaciones, humillación, genocidios, etnocidios, explotaciones de hombres, comercio de mujeres y de niños.
Negra iglesia que hoy llama a la rebelión contra la constitucional ley del aborto. Que ayer mostraba camaradería con los fascismos católicos.
Los ateos, muchos gracias a Dios, nos merecemos un Gobierno que no subvencione a los católicos en guerra contra la razón.


JAVIER RIOYO 22/03/2009


Manuel
#382

Je suis chinois, mais je me soigne

Rêvons un peu. Rêvons que depuis quelques jours nous nous trompons.
Qu'à décortiquer ligne à ligne le communiqué du G20 de Londres, nous n'ayons pas vu l'essentiel. Nous commettrions la même erreur qu'en décembre 2001, lorsque, encore obnubilés par le 11-Septembre et la faillite frauduleuse d'Enron, nous avions négligé l'importance de l'adhésion de la Chine à l'Organisation mondiale du commerce. Car, quand même, ce n'est pas rien cette promesse faite le 7 avril par le gouvernement chinois d'améliorer son système de santé.

Certes, tous les sinologues le répètent à l'envi : il y a loin de la coupe aux lèvres. Mais dépenser 95 milliards d'euros en trois ans pour étendre la couverture sociale à 90 % de la population et créer 700 000 centres de santé dans les villages, ce n'est pas négligeable. D'ici à 2020, tous les Chinois devraient, c'est promis, bénéficier d'une couverture-santé.

Il serait temps : la Chine est l'un des pays les plus inégalitaires en la matière. Troisième économie mondiale, elle n'est classée qu'au 144e rang (sur 190 pays) pour la qualité de son système de soins par l'Organisation mondiale de la santé (OMS). Notamment parce que ce secteur a été, comme le reste de l'économie, soumis à des critères de gestion privée.

Alors que l'Etat prenait à sa charge 32 % des dépenses de santé en 1978, sa part n'est plus que de 18 %. En revanche, celle des particuliers atteint 49 %. Un exemple parmi d'autres des dysfonctionnements : comme les hôpitaux, responsables de leurs budgets, gagnent de l'argent sur les médicaments qu'ils vendent aux patients, nombre de médecins ont, paraît-il, la main lourde.

Et encore : si vous avez accès à un hôpital, ne vous plaignez pas. Dans les campagnes, le personnel médical est une denrée rare. Au point que la mortalité infantile est incomparablement plus élevée dans les zones rurales que dans les régions côtières.

La mise en place d'un système de santé publique digne de ce nom en Chine est donc une bonne nouvelle. Pour les Chinois bien sûr. Mais pour nous aussi. Faute de couverture sociale, les Chinois épargnent au lieu de consommer. S'ils savent pouvoir compter sur l'Etat pour prendre en charge les aléas de la vie, ils deviendront un peu moins fourmis et un peu plus cigales, ce qui ne peut que favoriser nos exportations. On l'a oublié : en Europe, la Sécurité sociale a été une des causes - et non une des conséquences - des Trente Glorieuses. Que la Chine suive cette voie est une nouvelle réjouissante.

Pour peu que Barack Obama parvienne à donner une couverture-maladie aux 46 millions d'Américains qui en sont dépourvus, la protection sociale aura considérablement progressé sur la planète. Mais qu'on ne se réjouisse pas trop vite. Selon l'OCDE, plus de la moitié de la population active mondiale, soit 1,8 milliard de personnes, travaille au noir et ne dispose donc pas de couverture sociale.
Rêvons, oui, mais restons éveillés.

par Frédéric Lemaître, Le Monde, 10-04-09


Manuel
#381