jueves, junio 17, 2010

La táctica

El objetivo legítimo del gran partido de la oposición es ganar las elecciones.
Los ciudadanos comprendemos que en la lucha por el poder haya nervio, aprovechamiento de la debilidad del otro y el truco recurrente de ser olvidadizo con los errores propios y machacón con los ajenos. Eso es así en cualquier país democrático. No existe ese Parlamento en el que los diputados se entregan a un sereno debate de ideas con el único fin de beneficiar al pueblo.
No, unos están ahí para mantenerse en el poder; otros, para alisarse el camino a la victoria.

Ocurre que en ocasiones un país vive una situación crítica en la que la inteligencia con que se tomen las decisiones influirá no ya en el presente sino en la vida de nuestros nietos.
Es en ese momento en el que la oposición debe demostrar algo más que un interés rabioso por ganar. La grandeza de un líder de la oposición habría de medirse entonces más por lo que está dispuesto a dar que por lo que espera recibir. No sé cuántos votos puede acumular el Partido Popular proclamando a diario que este Gobierno va a hundir el país; no sé qué beneficio obtenemos los ciudadanos gozando de un ex presidente aficionado a informar a la prensa internacional de que España está condenada al desastre si no se produce un cambio de Gobierno; no sé cuál es la conveniencia de unas elecciones anticipadas.
Imaginemos que ahora, con el descrédito que sufre la clase política, los viéramos mitineando todos los días en el telediario. El espectáculo sería penoso.
Y no creo que nuestro bolsillo pueda permitirse una campaña electoral.

Es cuestión de grados, la aspiración legítima de ganar se quiebra cuando uno se niega por sistema al acuerdo y se presenta como único salvador ante un desastre inminente.
No digo que no salgan victoriosos de esa manera, pero estoy segura de que la táctica es catastrófica para todos.

ELVIRA LINDO 16/06/2010

¿Quién manda en el PP?

El ex presidente del Gobierno José María Aznar parece no acertar con el papel institucional, y de pura sensatez democrática, que le corresponde. Un día sí y otro también se prodiga en actos y declaraciones para denostar la política llevada a cabo por su sucesor en cualquier frente que se elija.
Y si en la crisis actual sus declaraciones sobre economía, con un sentido de la oportunidad difícilmente calificable, jamás suman a favor del país que tan fervientemente dice defender, también resulta irresponsable su actuación cuando se trata de un tema tan espinoso como el terrorismo.

Este lunes, Aznar volvió a mostrar su desmesura.
Para lucir su poderío, convirtió un acto irrelevante, la presentación de un libro de un diputado de su partido, para llamar a rebato a sus ministros del Interior. Y allí, a su vera, se sentaron Jaime Mayor Oreja, Ángel Acebes y Mariano Rajoy. Se celebraba el acto, además, en mitad de una polémica ficticia creada por Mayor Oreja, bien jaleada por medios de comunicación afines.
El ex ministro, con manifiesta irresponsabilidad, ha acusado al Gobierno de estar negociando con la banda terrorista: "ETA y Zapatero son aliados potenciales", llegó a decir.
Aznar rápidamente apoyó a su ex ministro, mientras Rajoy, una vez más, se quedó en un sí es no es, tan definitorio de su manera de hacer política.

Con todo, lo más asombroso es ver al líder de la oposición en el papel de actor secundario junto al gran actor de carácter que se hace dueño del escenario.
A todo asintió Rajoy y a todo aplaudió, incluidas las extemporáneas declaraciones de Mayor, siempre un punto más allá del mínimo decoro, y también inteligencia, que se exige a un político: "No solo se medirá la fortaleza de ETA por el número de comandos operativos de que dispone, sino por el número de referendos de autodeterminación que se han producido en Cataluña".
Penoso.

Seguramente, Mariano Rajoy, el hombre que aspira a ser presidente del Gobierno, no comprende por qué las encuestas, mes tras mes, siguen reflejando un incremento en la expectativa de voto del PP mientras su valoración se estanca en posiciones bajo mínimos.
A lo mejor ganaba algunas décimas si evitara aparecer en público como el empleado del gran patrono. Es una foto que no ayuda, precisamente, a reforzar su imagen de liderazgo.


Manuel
#603

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