miércoles, agosto 31, 2011

La Puerta del Sol


La Puerta del Sol es noticia.
Primero el 15-M, luego la JMJ.
Lo que ahora mismo no ocurra en la Puerta del Sol no está ocurriendo de verdad.
Ha pasado de ser ese lugar que huele a las ensaimadas de la Mallorquina, el kilómetro cero donde se citan los recién llegados a Madrid, la plaza en que no se sabe bien dónde colocar el Oso y el Madroño, donde se compra oro, el hogar del Tío Pepe, ha pasado de ser una plaza que se cruza deprisa hacia alguna parte, la más pateada, nada bonita, imposible de mejorar, pero muy capaz de empeorar cuando se intenta embellecerla y modernizarla (una tarea imposible porque no lo necesita, su función es que haya un punto en que nadie se sienta extranjero, en que no le abrume ni empequeñezca el entorno, sino que lo pueda dominar), ha pasado a convertirse en la más codiciada, la que todos quieren conquistar.
Porque tomar la Puerta del Sol es como hacerse con la esencia de esta ciudad, que es su gente, la calle, lo popular, el día a día, la vida.
Pero no es tan fácil, no basta con ocuparla, hay que estar con ella, hay que escucharla, comprenderla, sentirla. Hay que sintonizar con su caótico espíritu (nunca se sabe lo que está sucediendo a nuestro alrededor) y al mismo tiempo familiar.
Una plaza a la que los cambios estéticos y humanos en el fondo no la cambian.


La Puerta del Sol ni siquiera tiene puerta, la entrada a su mundo es invisible.
No es comparable a la nostálgica Puerta de Alcalá o la Puerta de Toledo, que hace tanto dejaron de ser entradas reales a la ciudad y que ahora resultan extrañas, ahí, en medio del tráfico y fuera de su tiempo, sin ningún uso, sin saber ya qué mundo había delante ni cuál detrás.
Piezas sueltas y solitarias de nuestro viaje en el tiempo.
Y por eso mismo, al pasar por debajo, se tiene la sensación de que va a ocurrir algo fuera de lo normal.

CLARA SÁNCHEZ 28/08/2011

Manuel
#802

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