Desde el 11-S, el Gobierno de Estados Unidos ha intensificado su vigilancia del pueblo estadounidense, interceptando nuestra correspondencia, escuchando nuestras conversaciones telefónicas y creando enormes bases de datos detallando el flujo y el contenido de nuestras comunicaciones privadas. Ahora aumentan los controles en los aeropuertos con escáneres intrusivos y cacheos humillantes.
Y cada vez que vemos nuestro derecho a la intimidad erosionado oímos el mismo argumento:
¿Tienen algo que temer?
Mucho, parece.
Manuel
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