Ahora que conmemoramos el trigésimo aniversario del inicio de las reformas económicas chinas que iban a cambiar el mundo y que emprendió Deng Xiaoping, tengo que volver a la pregunta de los 65 trillones de dólares sobre el ascenso pacífico de China. Algunas reacciones a los artículos que escribí recientemente desde dicho país indican que existen muchas posibilidades de malentendidos, sobre todo entre los lectores chinos, de modo que voy a intentar exponer el argumento con claridad.
Empecemos por un posible final nada feliz. Cuando las grandes potencias ascienden y caen, existe más peligro de guerra: no hoy ni mañana, sino en cuestión de decenios. Esta proposición no implica ningún juicio de valor sobre la cultura ni el carácter nacional chino. Se limita a reflejar una pauta recurrente en la historia, visible a lo largo de miles de años en muchas regiones y culturas distintas. Puede no ser la potencia en ascenso la que inicie la guerra. Puede ser la potencia en declive, que emprende una agresión defensiva. Incluso puede ser una guerra contra terceros (la transferencia hegemónica de Gran Bretaña a Estados Unidos se produjo mientras ambos luchaban contra la Alemania nazi).
No hay nada remotamente original ni ofensivo en esta línea de pensamiento. La propia idea de "ascenso pacífico", lanzada por un importante pensador del Partido Comunista hace unos años, se basaba en ese mismo análisis: que, históricamente, los ascensos de las naciones, muchas veces, no han sido pacíficos (el término preferido oficialmente hoy es desarrollo pacífico, pero ascenso pacífico implica un análisis mucho más preciso). Por tanto, ése es el riesgo a largo plazo: la guerra. Pero la oportunidad a largo plazo también es enorme: imaginemos a una quinta parte de la humanidad organizada en un solo Estado moderno y próspero, que desempeñe un papel constructivo en un sistema internacional de cooperación y aborde retos internacionales como el calentamiento global que nos amenaza a todos. Es decir, lo que está en juego es muchísimo, para bien o para mal.
Dejemos clara una cosa: lo que haga China, la posibilidad de que siga ascendiendo y, en tal caso, cómo lo haga, es algo que depende principalmente de los chinos: desde el punto de vista legal, porque son un Estado soberano; desde el punto de vista moral, porque los pueblos tienen derecho a crear su propio destino, y desde el punto de vista práctico, porque la capacidad ajena de influir en la evolución de un país tan grande y autorreferente es limitada. Limitada, pero no nula, ni mucho menos. No estamos en el siglo XVII. Las perspectivas de la economía china para 2009 dependen directamente de lo que suceda en los mercados americanos y europeos a los que llegan sus exportaciones. Así que los que no somos chinos no sólo nos jugamos mucho, sino que podemos hacer algo al respecto.
Por ese motivo he elaborado esta lista de cuatro claves para el ascenso pacífico de China y he asignado a cada elemento un cálculo aproximado del reparto de responsabilidades (RR) entre nosotros. Las dimensiones de un artículo de prensa hacen que mi lista sea necesariamente selectiva y de brevedad telegráfica. La ofrezco con la advertencia de que, en este tema, me fío enormemente de la experiencia de otros y de opiniones de chinos traducidas, por ellos mismos o por otros, al inglés. No obstante, dado que esos expertos y esas voces chinas muestran profundas discrepancias entre ellos, los que somos ajenos tenemos que esforzarnos en escoger entre ellos. En cualquier caso, para provocar un debate, he aquí mis cuatro claves para el ascenso pacífico de China. Agradezco todas las respuestas, por críticas que sean, de lectores que sean expertos en China o, mejor aún, ellos mismos chinos.
1. Evolución interna (RR: China, 90% resto del mundo, 10%). Seguramente, el factor más importante. Lo más interesante de hablar con estudiosos, periodistas y funcionarios chinos es que todos comparten el sentimiento de que el sistema chino está recorriendo un camino largo y apasionante hacia un destino desconocido. Todos mencionan, como componentes de la mezcla, el imperio de la ley, una mejor forma de gobernar y ciertos elementos de democracia (aunque no una democracia liberal plena al estilo de Occidente). La diversidad de provincias y ciudades -comprendida Hong Kong e, indirectamente, incluso Taiwán- ofrece oportunidades de experimentación. A diferencia de Estados Unidos y Gran Bretaña, se cuenta con que de aquí a 30 años, el sistema político será cualitativamente distinto al que existe hoy. Nadie sabe cómo será.
Creo que los que vivimos en el resto del mundo y creemos en las virtudes de la democracia liberal deberíamos responder más o menos así: "Os deseamos la mejor suerte en este viaje. Si pensáis que podréis aprender algo útil de nuestra experiencia -la transferencia de tecnología en el arte de gobernar, por así decir-, estaremos encantados. Creemos que al final acabaréis viendo que la democracia liberal es la mejor forma de gobernar un país, pero damos la bienvenida a esta competencia ideológica. Si podéis dar con un sistema distinto que satisfaga de forma duradera las aspiraciones de vuestro pueblo, lo recibiremos con fascinación y respeto. Si no, nosotros también sufriremos las consecuencias negativas".
2. La relación especial entre Estados Unidos y China (RR: Estados Unidos, 65%; China, 35%). En los últimos meses he defendido tanto en China como en Estados Unidos que es preciso reforzar la relación entre China y la Unión Europea hasta hacerla equiparable a la que existe entre Estados Unidos y China. En los dos países me han mandado a paseo. Ambos están convencidos de que su relación es muy especial. Muy bien: pues allá vosotros.
La mayor parte de responsabilidad debe corresponder al Estado que tiene actualmente más poder (de ahí el 65-35). A partir de lo que ya existe, Obama debería proponer a Pekín una asociación estratégica, empezando por unas cuantas prioridades como el cambio climático y la proliferación nuclear. Por su parte, China tiene que superar su paradigma actual, que es (parodiándolo ligeramente) "lo que nos importa a nosotros en el mundo es lo que beneficia nuestro desarrollo interno, y lo que es bueno para nuestro desarrollo interno será bueno para el mundo".
3. Del G-8 al G-14 (RR: Occidente, 70%; China, 30%). Por tentador que pueda ser para algunos chinos -"¿qué tal un G-2?", me bromeó un especialista en Shanghai-, es evidente que la diarquía chino-estadounidense no puede funcionar por sí sola. La decisión de pasar del G-8 al G-14 (o algo aproximado) debería tomarse ya en la cumbre del G-8 que se celebrará en Italia en 2009. Pero "del G-8 al G-14" es una forma abreviada de expresar también otras formas en las que debemos dar a China un papel más importante en las estructuras de gobierno mundial, incluidas las instituciones financieras internacionales.
Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. De nuevo parodiando ligeramente, podríamos decir que Occidente quiere que China asuma más responsabilidad sin darle más poder, mientras que China quiere más poder sin asumir más responsabilidad. Tendremos que encontrarnos en algún punto a mitad de camino.
4. Un profundo diálogo cultural y social (RR: 50-50). El traspaso pacífico de poder de Gran Bretaña a Estados Unidos se vio facilitado por el hecho de que eran dos países que tenían la máxima proximidad cultural posible. Los británicos y los estadounidenses hablan el mismo idioma, más o menos. Estados Unidos y China -Occidente en su conjunto y China- son muy distintos desde el punto de vista cultural. No hablan el mismo idioma.
Por consiguiente, la comprensión mutua exige un esfuerzo mayor.
China está empleando parte de sus reservas de divisas extranjeras para enviar a sus estudiantes a universidades norteamericanas y británicas; nosotros debemos utilizar nuestros recursos para acogerlos como es debido y enviar a más estudiantes nuestros allí, con la necesaria formación lingüística.
Nuestros periódicos deben informar sobre China con tanto detalle como sobre Estados Unidos.
Debemos fomentar los intercambios entre personas a escala masiva y aprovechar las posibilidades de Internet.
Para que haya entendimiento, lo mejor sigue siendo el contacto personal; pero hoy no necesitamos reunirnos para empezar a hablar.
TIMOTHY GARTON ASH 21/12/2008
Manuel
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