Un resto agresivo que se le marcha por un pelo, o “un pelín”, como él dice, desbarata esa opción, cuando sus seguidores ya sueñan con la remontada, con la épica y la heroica, con Nadal en estado puro. Ese cuarto parcial, enfriado por la asistencia del fisioterapeuta a Novak Djokovic, dolido de una costilla y una pierna, acaba 6-1. El anterior, ganado por el español, ve al mallorquín cediendo tres veces el saque. Son dos datos para la reflexión.
Nadal, un tenista de indudable talento técnico, venció una manga desde la pasión.
Para ello necesitó que Djokovic sacara por debajo del 50% en sus primeros envíos.
El set ganado no se explica desde la pericia del campeón de Roland Garros, ni desde la táctica o la estrategia, sino desde el corazón, la fuerza y el empeño. Fue suyo porque creyó cuando nadie más creía. Lo conquistó de arrebato en arrebato, no porque encontrara un sitio, una estrategia, por el que hacerle daño a Nole. ¿Por qué le concede entonces tanta importancia el mallorquín?
¿Por qué le da tanto valor su propio equipo tras perder un encuentro en el que fue break arriba en las dos primeras mangas y ganó la tercera?
En la final de Wimbledon, Nadal no quiso discutir.
Renunció a sus señas de identidad, a ser un muro de consistencia y fe, para buscar golpes ganadores que acabaron casi siempre donde no debían. Perdido el título, el vencedor de 10 grandes reflexionó sobre el asunto y lo interpretó como una señal de debilidad. Todo, pese a la derrota, cambió en la final del Abierto de Estados Unidos: Nadal se reconoció a sí mismo, se reencontró con el tenista fiero de deseo inquebrantable, lo que no le había ocurrido en la catedral de Londres.
Djokovic tiene mayor capacidad de maniobra desde un punto de vista técnico y táctico.
Tiene más golpes, las mismas piernas y el mismo deseo de triunfo.
Siempre los tuvo. No siempre se impuso.
En sus anteriores victorias sobre el serbio, como la de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, Nadal aportó un punto épico, unos gramos de fe en sí mismo, que le venían faltando en sus últimos cruces con el número uno. En Nueva York, volvió a tenerlos.
Le puso fe y coraje al duelo, ánimo frente a las adversidades, deseo para tumbar cualquier muro. Al español le queda un buen trecho para lograr la victoria, mucho para limar la distancia de confianza y posibilidades estratégicas que le separan del número uno, pero ahora, por lo menos, cree haber reencontrado el camino.
Creo que este partido puede marcar un cambio para los enfrentamientos que van a llegar en el futuro.
Por primera vez este año, Rafa tuvo al serbio grogui durante ciertas fases del partido, le jugó de tú a tú, y consiguió que el ritmo y el control del partido no lo tuviera su rival. Durante los últimos partidos que han enfrentado a estos dos jugadores, he tenido la sensación de que Rafa dependía mucho de Nole, de que cuando conseguía ponerle en problemas e incluso ganarle algún set era más porque su rival bajaba el ritmo; pero que cuando lo subía de nuevo, era inalcanzable. Me encantó el Nadal del tercer set, tanto por juego como por actitud. Quizás empezó a desplegar su mejor versión cuando ya era un poco tarde, dos mangas de ventaja a estos niveles es muchísimo, incluso para él.
El saque, que a priori era clave, no le acompañó durante el partido, obteniendo apenas puntos gratis, llegando a ganar menos del 50% de puntos con el servicio, hecho que le habrá pasado apenas un par de veces en toda su carrera. El no tener la iniciativa del punto durante dos sets y medio hace que el resultado dependa en cierta manera de tu rival, además de que el desgaste propio sea mucho mayor. Había puntos en los que Rafa casi desaparecía de la pantalla, y aunque tengas uno de los mejores físicos de la historia de este deporte, todo tiene un límite como pudimos observar en el cuarto set, donde las piernas ya no funcionaban debido a ese ritmo brutal impuesto por Djokovic.
Me quedo con ese tercer set, donde Rafa le puso contra las cuerdas, se estableció en la línea de fondo y soltó el brazo como él sabe hacerlo, repartiendo sus derechas de lado a lado.
Ese es el camino, no dudo de que el plan de ataque fuera ese desde el principio, pero la grandeza del deporte son esas pequeñas cosas que no se ven por la tele, ni desde la grada, sino que las siente solo el protagonista, los nervios, la tensión, que te impiden ejecutar todo lo que estás pensando.
Solo nos queda disfrutar de esta hermosa rivalidad. Enhorabuena a Djokovic y a Rafa por tan hermosos momentos que nos dan en la pista.
Creo que este partido puede marcar un cambio para los enfrentamientos que van a llegar en el futuro.
Por primera vez este año, Rafa tuvo al serbio grogui durante ciertas fases del partido, le jugó de tú a tú, y consiguió que el ritmo y el control del partido no lo tuviera su rival. Durante los últimos partidos que han enfrentado a estos dos jugadores, he tenido la sensación de que Rafa dependía mucho de Nole, de que cuando conseguía ponerle en problemas e incluso ganarle algún set era más porque su rival bajaba el ritmo; pero que cuando lo subía de nuevo, era inalcanzable. Me encantó el Nadal del tercer set, tanto por juego como por actitud.
Quizás empezó a desplegar su mejor versión cuando ya era un poco tarde, dos mangas de ventaja a estos niveles es muchísimo, incluso para él.
El saque, que a priori era clave, no le acompañó durante el partido, obteniendo apenas puntos gratis, llegando a ganar menos del 50% de puntos con el servicio, hecho que le habrá pasado apenas un par de veces en toda su carrera. El no tener la iniciativa del punto durante dos sets y medio hace que el resultado dependa en cierta manera de tu rival, además de que el desgaste propio sea mucho mayor. Había puntos en los que Rafa casi desaparecía de la pantalla, y aunque tengas uno de los mejores físicos de la historia de este deporte, todo tiene un límite como pudimos observar en el cuarto set, donde las piernas ya no funcionaban debido a ese ritmo brutal impuesto por Djokovic.
Me quedo con ese tercer set, donde Rafa le puso contra las cuerdas, se estableció en la línea de fondo y soltó el brazo como él sabe hacerlo, repartiendo sus derechas de lado a lado. Ese es el camino, no dudo de que el plan de ataque fuera ese desde el principio, pero la grandeza del deporte son esas pequeñas cosas que no se ven por la tele, ni desde la grada, sino que las siente solo el protagonista, los nervios, la tensión, que te impiden ejecutar todo lo que estás pensando.
Solo nos queda disfrutar de esta hermosa rivalidad. Enhorabuena a Djokovic y a Rafa por tan hermosos momentos que nos dan en la pista.
Manuel
#806
No hay comentarios:
Publicar un comentario