Después de atravesar un páramo deportivo de décadas, sólo interrumpido por la genialidad de tipos singulares como Santana, Ángel Nieto y Severiano Ballesteros, España se ha acostumbrado a ganar.
Este año, incluso con la selección de fútbol, a la que creíamos víctima de un hechizo fatal.
Hasta Induráin, los ganadores del Tour eran figuras legendarias, y el relato de sus hazañas, batallitas para adormecer la sobremesa. Ahora han ganado tres seguidos Pereiro, Contador y Sastre, y a algunos aficionados les cuesta recordar los nombres de estos recientes campeones.
España es número uno del deporte, la actividad en la que el éxito es más popular y mediático. Pero el ciclismo, el tenis o el fútbol no son los únicos campos en los que sus ciudadanos ocupan un puesto relevante en el mundo.
A los triunfos individuales se suman otros méritos colectivos.España, con La Rioja a la cabeza, es la referencia mundial en trasplantes.
Su tasa de donantes, 34,3 por cada millón de habitantes, dobla la media europea y triplica la de países como Reino Unido. Las alentadoras cifras se deben a un esfuerzo coordinado, según los responsables médicos.
La moda nupcial española atrae los ojos del mundo: el sector de la moda nupcial factura 1.489 millones de euros al año y es el segundo exportador mundial tras China.
Entre los hábitos sanos destaca el record de consumo de pescado, 45 kilos por persona al año, el triple que la media mundial y sólo superado por Japón.
Sus playas son las mejores.
Y la tópica fiesta -desgraciadamente no la calidad de la Educación- convierte al país en el principale foco para los estudiantes del programa Erasmus, del que forman parte 31 países.
Esa misma marcha también tiene su lado oscuro.
El porcentaje de consumidores de cocaína ha superado por primera vez este año al de EE UU. Los españoles son también quienes más frecuentan la prostitución -uno de cada cuatro hombres adultos admite haber recurrido a una meretriz al menos una vez en su vida, según el Instituto Nacional de Estadística.
Lejos ya del tópico que inventen otros del fatalismo del 98 y del complejo de inferioridad de los años sesenta, pero también del pecado del triunfalismo provinciano, España ha consolidado un modelo de país que despunta.
En lo bueno y en lo malo.
Manuel
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