Desde que el mundo existe, cuando un Ejército extranjero cerca una ciudad es para obligarla a capitular y rendirse o para atacarla y destruirla. La historia está llena de episodios de este carácter. El espíritu de conquista y la voluntad de dominación atraviesan la historia universal a lo largo de los siglos y hasta nuestros días.
Un espectador objetivo que mire un mapa y contemple lo que está sucediendo hoy, tiene que reconocer que no ya una ciudad, sino todo un país que por el estrecho de Bering linda con Estados Unidos y ocupa una enorme extensión del continente euroasiático, un país que luchó en
El pretexto para esta operación colosal, que no hubieran soñado ni César ni Alejandro ni Napoleón, es unas veces la implantación del escudo antimisiles de los norteamericanos, otras el terrorismo de Bin Laden y otras la defensa del derecho de autodeterminación de Kosovo y la oposición a este mismo principio en Osetia y Abjazia. Un pretexto que por mucha verborrea y mucha tinta que se derrame en su defensa no se tiene en pie.
No es ésta una operación nueva. Antes hemos conocido un aspecto distinto de la misma operación; aludo, como habrá adivinado el lector, a la guerra fría librada por EE UU con el apoyo de Europa contra
Pero aquel sistema hizo implosión. Y el Estado ruso quedó momentáneamente vacilante como un gigante sonado; había perdido su poder y parecía descomponerse. Cambió el sistema social, surgió una burguesía salvaje que se apoderó de las riquezas creadas con el trabajo del pueblo, aparecieron los nuevos ricos y el pluralismo político, con partidos que defendían los intereses de las diversas clases sociales. Hubo elecciones de estilo occidental y Rusia volvió a integrarse en el mundo capitalista. Territorios importantes, tanto en Europa, como en Asia Central, en Transcaucasia y
¿Y qué tratan de hacer los que prometían un nuevo orden mundial de paz y colaboración en este planeta? Levantar una barrera de sospecha frente a
Examinemos fríamente la realidad:
Tenemos que entender que estamos en un mundo que hace unos años era bipolar, pero que marcha hacia la multipolaridad inexorable. China e India, por referirme a los ejemplos más evidentes, están ahí llamando a la puerta.
El interregno entre la bipolaridad y la multipolaridad lo utiliza EE UU para intentar ser el único líder mundial. Pero, además de ser esto imposible, EE UU ha demostrado que no está cualificado para ocupar este puesto, pues lo que ha conseguido montar es el nuevo desorden mundial que hoy reina.
El intento de hacer de Rusia un satélite de Occidente no es más que un dislate que hay que rectificar, pues a lo único que nos llevaría es a una tercera guerra mundial.
Y eso es lo que estamos aún a tiempo de evitar.
Este mundo necesita un cambio de rumbo radical si quiere no seguir marchando hacia un porvenir trágico.
Ya sé que estoy haciendo un planteamiento que puede parecer brutal y tremendista. Pero en los centros de poder internacional hay mucho loco e "imbécil culto", tantos que si volaran oscurecerían el sol. Si nos descuidamos puede hacerse tarde para el cambio, para enderezar el rumbo de la política mundial.
En todo el planeta existe hoy el sentimiento, quizá confuso, de la necesidad de cambio. Pero el cambio urge. Y es triste contemplar a los políticos y a los diplomáticos reunirse constantemente para no llegar a un buen resultado, mientras los conflictos y los problemas se eternizan sin solución.
Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, es comentarista político.
Manuel
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