lunes, septiembre 29, 2008

Europa: o potencia o nada

Ante ampliaciones precipitadas de la Unión Europea, reformas institucionales en suspenso, flujos incontrolados de inmigrantes, países emergentes que inquietan, crisis financiera mundial, ruido de tanques rusos en nuestro limes... una parte de las élites intelectuales y mediáticas europeas reaccionan con una exacerbada crítica a la Unión.
Se tilda a ésta de impotente, paralizada, ineficaz, y cabe que pronto se sentencie su obsolescencia, sin que nadie apunte alternativa seria alguna.

Esa actitud conecta con una corriente contemporánea muy europea de autodenigración, de permanente estado de catarsis por culpabilidades refrescadas una y otra vez, de crímenes y conductas monstruosas, entre los que son paradigma Auschwitz, asumido como expresión suprema de la maldad europea, y el colonialismo, recordado como expoliación y humillación de los sometidos.
Las poblaciones europeas, malhumoradas por las crisis que ya padecen y las que presienten, han olido la desafección y se suman al euroescepticismo ambiental.
Si hasta hace poco, encuesta tras encuesta, los ciudadanos europeos mostraban una preferencia notable por más Europa, el 44% de los europeos interrogados cree ahora que la vida ha empeorado desde que su país se adhirió a la Unión.
¿Se corresponde con la realidad ese pesimismo?

De hecho, viendo como le va al resto del mundo, los europeos deberían sentirse relativamente satisfechos en todos los campos, incluido el de la economía doméstica, reasegurada en último extremo por el modelo social europeo, el más avanzado de entre los países desarrollados.
No ayudan a formar una opinión equilibrada en la percepción de la singularidad positiva y de las potencialidades de Europa ni la autoflagelación de las élites, que por no ver no miran el medallero olímpico de los Juegos de Pekín, que da una apabullante ventaja al conjunto de los deportistas de la UE frente a los de la ensalzada China -274 medallas europeas por 100 chinas-, que por no hablar bien de Europa no se enteran del mayor experimento científico de la historia iniciado con el acelerador de partículas (LHC) puesto en marcha por los europeos en Ginebra, ni la deshonestidad intelectual de los políticos que sacrifican a la UE como chivo expiatorio de sus propios pecados.
Sobresale en esa práctica una cierta izquierda que se desmelena contra las directivas comunitarias que no le gustan, como ha sido el caso de la del retorno de los inmigrantes clandestinos y la que permite una semana laboral de 60 horas, recurriendo a la demagogia fácil y al desprestigio de las instituciones europeas, ocultando que la orientación de la normativa comunitaria depende de la composición de las instituciones de la UE y ésta refleja el resultado de las elecciones en el marco nacional.

Más allá de las derivas ideológicas, ¿puede hablarse de un agotamiento de la idea de Europa plasmada en la construcción europea de los últimos 50 años?
Los fundamentos originarios, paz, democracia y prosperidad, siguen siendo plenamente válidos, como lo prueban las acometidas que han padecido por las guerras balcánicas, la lucha contra el terrorismo y las crisis económicas.
Tal vez Merkel, Sarkozy y Zapatero, por citar líderes proeuropeos, no tienen el compromiso moral que Mitterrand, Kohl y Felipe González tuvieron con Europa, pero saben que la UE es necesaria porque cada uno de los Estados que representa no puede dar sólo una respuesta suficiente a los múltiples desafíos que plantea el siglo.
Habríamos pasado, pues, de la era de los entusiasmos a la era de la necesidad.
No está tan mal. La necesidad también es una fuerza constructiva.

Además de reformar el sistema institucional y profundizar la integración económica, Europa necesita fronteras claras, unos límites geográficos, políticos y culturales que enmarquen la identidad europea, una defensa propia, que pasa inevitablemente por fuerzas armadas europeas integradas y autónomas respecto a la OTAN, un servicio diplomático que ejecute directamente la política exterior común, una política de sociedad europea, que sea más que una política social, para generar una lealtad ciudadana y popular hacia la UE.

Fronteras, ejército, diplomacia y sociedad han sido patrimonio exclusivo de la soberanía estatal.
Compartirlos federalmente en el seno de la UE no será fácil.
Se opondrán a ello no sólo las estructuras estatales y los sentimientos nacionales, sino también la actitud timorata que impregna toda la acción europea y la sumisión al chantaje de la culpabilidad, que paraliza Europa ante el mundo coartando la legítima protección de los intereses de los europeos.
Ejemplos, los que se quiera: el ridículo ante el incumplimiento por parte rusa del plan de paz Medvédev-Sarkozy de agosto sobre Georgia; los periplos del actual responsable de la política exterior y de seguridad de la UE, delegado volante del apaciguamiento sin costes; la captura de barcos europeos por piratas a lo Sandokán; las medidas en orden disperso ante la crisis del modelo económico de crecimiento...
Europa, si quiere ser creíble de puertas adentro y de puertas afuera, tiene que ser envidiada por su eficacia y temida por su poder.
Por eso, o aspira sin complejos a ser una potencia o quedará relegada a la nada.

Jordi García-Petit es académico numerario de la Real Academia de Doctores.



Manuel
#264

Todos culpables,,, ¿A que sí?





Manuel
#263

La presidencia del miedo

Si algo ha caracterizado a la Administración de George W. Bush es su disposición a utilizar el miedo como resorte para gobernar.
Cuarenta y cinco días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, sin apenas debate, el presidente Bush obtuvo del Congreso la aprobación de la Ley Patriótica (Patriot Act). En esa ley y en subsiguientes medidas ejecutivas, muchas de ellas secretas, la Casa Blanca se llevó por delante el sistema de garantías judiciales que protegen a sus ciudadanos de los abusos del Gobierno y puso en suspenso el derecho internacional.

El siniestro ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, ayudado por un fiscal general que pasará a la historia por autorizar la tortura, Alberto Gonzales, pudo dar manos libres a sus subordinados para detener, secuestrar y torturar impunemente a todos aquellos sospechosos de terrorismo sin tener que preocuparse de control judicial alguno. Así, aduciendo la existencia de un estado de guerra, el presidente Bush derogó en la práctica una de las instituciones básicas de nuestra civilización: el hábeas corpus, un derecho presente ya en la Carta Magna británica de 1215, que obliga a las autoridades a poner a cualquier detenido a disposición judicial.

Siete años después de Guantánamo, Bush ha vuelto a utilizar todos los resortes del miedo para presentar un plan de rescate financiero que pasará a la historia no sólo por el enorme cinismo e inmoralidad que destila sino porque en él, una vez más, el Gobierno ha pretendido concederse a sí mismo poderes ilimitados para actuar con total discreción sin tener que rendir cuentas al Congreso.

Dirigiéndose a la ciudadanía el 24 de septiembre, Bush pintó un panorama estremecedor pero, a la vez, perfectamente adaptado a las ansiedades de cada grupo social:
"Si tienes un negocio o una granja, los bancos no te darán crédito y tendrás que cerrar o vender; si tienes un plan de pensiones, la Bolsa se desplomará y tu pensión se reducirá; si quieres enviar a tus hijos a la universidad, no habrá préstamos; si tienes una hipoteca, el valor de tu casa se hundirá"; en definitiva, nada menos que una "larga y dolorosa recesión" con "millones de desempleados y desahucios".

Para conjurar este peligro, Bush ha pedido al Congreso que ponga a disposición del secretario del Tesoro, Hank Paulson, 700.000 millones de dólares (477.000 millones de euros) con los que poder comprar y vender cualquier activo relacionado con el mercado hipotecario al precio que considere conveniente; contratar a cuantas personas fueran necesarias; aprobar todas las medidas que estime necesario y firmar contratos sin tener en cuenta ninguna disposición legal sobre contratos públicos, todo ello, al mismo tiempo que se estipula, literalmente, que "las decisiones del secretario del Tesoro están libres de inspección, dependen de la discreción del organismo y no están sujetas a la inspección de ningún tribunal ni organismo del Gobierno".

Todo ello sin asumir ninguna responsabilidad por la crisis, prometer reforma alguna en la regulación del sector financiero o abrir la puerta para que los ciudadanos, al igual que los bancos, también puedan renegociar sus hipotecas y salvar sus viviendas.

En la práctica, Bush ha planteado el equivalente a una economía de guerra.
Por un lado, se deroga un principio clave del constitucionalismo estadounidense, íntimamente ligado a la declaración de independencia: que el Gobierno está sometido a control parlamentario (no taxation without representation).

Por otro, arguyendo que los mercados han dejado de funcionar, se instaura un régimen en el que los precios son fijados por el Gobierno, como ocurría en las economías de planificación central. Con razón, tanto demócratas como republicanos han puesto el grito en el cielo. Afortunadamente, en esta ocasión el Congreso no se ha dejado impresionar por un plan diseñado por un secretario del Tesoro que antes de unirse a la Administración de Bush amasó una fortuna de 700 millones de dólares como presidente de Goldman Sachs, uno de los principales bancos de inversión de Wall Street.
No parece, desde luego, que sea la persona adecuada para, en estas circunstancias, solicitar 2.000 dólares a cada ciudadano estadounidense para superar la crisis.

En su reacción ante el 11-S, la Administración de Bush llevó al país a una guerra ilegal, inútil y costosísima.
Ahora, su plan para salir de la crisis repite los mismos temas de la guerra de Irak: ilegal, inútil y cara.
Menos mal que con las elecciones a la vuelta de la esquina, los congresistas temen más a Bush que a Al Qaeda.


JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA 29/09/2008


Manuel
#262

sábado, septiembre 27, 2008

TaiKonaut


China schreibt Weltraumgeschichte:
Der Raumfahrer Zhai ZhiGang schwebte 20 Minuten lang im Weltall -
es ist der erste Weltraumspaziergang in Chinas Geschichte.



(TaiKong+naut)


Manuel
#261

lunes, septiembre 22, 2008

Los riesgos de la ampliación de la OTAN

El pánico actual a propósito de Rusia es un fenómeno curioso.
Si se aplican criterios objetivos, los rusos son más libres en el Estado autoritario instaurado por Putin que cuando vivían en la Unión Soviética. Muchos también viven materialmente mejor. Rusia ha abandonado el expansionismo mundial y es una versión disminuida de lo que ha sido a lo largo de casi toda su historia, un imperio euroasiático cuya principal preocupación es defenderse de las amenazas externas.
Sin embargo, las actitudes occidentales son más hostiles de lo que lo fueron durante gran parte de la guerra fría, cuando mucha gente de izquierdas consideraba a la URSS, responsable de decenas de millones de muertes, un régimen benigno.

Para comprender cómo se ha llegado a esta situación, hay que entender la narrativa progresista -adoptada hoy tanto por la derecha como por la izquierda- que inspira las percepciones de Occidente.
El derrumbe soviético fue una derrota del comunismo, una ideología prototípicamente progresista. Una Rusia como la de Putin era algo que se veía venir, pero el regreso de la historia no forma parte del guión progresista. Nuestros dirigentes son, en su mayor parte, discípulos de Woodrow Wilson, con una fe religiosa en lo que Francis Fukuyama describió hace nada como "la marcha de la historia hacia la democracia mundial". La prosperidad entraña el aburguesamiento y, por consiguiente, los valores liberales, o eso creen. Rusia -rica, nacionalista y autoritaria- no encaja en este cuento de hadas progresista, y la reacción de Occidente es una mezcla de bravata amenazadora y un pánico cada vez mayor.

No hay mayor error que hablar de una nueva guerra fría.
Lo que estamos presenciando es el final de la era posterior a la guerra fría y una nueva oleada de conflictos geopolíticos como los que se producían a finales del siglo XIX.
Los líderes occidentales, con las mentes empañadas por las tonterías de moda sobre la globalización, creen que la democracia liberal está extendiéndose de forma imparable. La realidad es que sigue habiendo diversidad política. Las repúblicas y los imperios, las democracias liberales y las no liberales y una amplia variedad de regímenes autoritarios estarán todavía con nosotros durante un tiempo, por mucho que se globalice el mundo. La globalización no es más que la industrialización constante del planeta, y el nacionalismo creciente respecto a los recursos forma parte intrínseca del proceso (también lo es la aceleración del cambio climático, pero ése es otro asunto). A medida que la industrialización se extiende, los países que controlan los recursos naturales los utilizan para impulsar sus objetivos estratégicos. Al desplegar la energía como arma, Rusia no está resistiéndose a la globalización, sino explotando sus contradicciones.

Estamos otra vez en la política de grandes potencias, alianzas cambiantes y esferas de influencia.
La diferencia es que ya no manda Occidente.
Con sus diferentes historias y sus intereses a veces contradictorios, Rusia, China, India y los Estados del Golfo no van a formar ningún tipo de bloque. Pero ésos son los países que están configurando la evolución del mundo en este comienzo del siglo XXI. Estados Unidos -con las instituciones hipotecarias en bancarrota y nacionalizadas, y la inmensa máquina de guerra financiada, en la práctica, mediante préstamos exteriores- está en un pronunciado declive. Occidente tiene un sistema financiero en peor situación que nunca desde los años treinta y, como consecuencia, su capacidad de influir en los acontecimientos disminuye día a día.
Los sermones sobre "relaciones basadas en las leyes internacionales" resultan ridículos después de Irak y, en el fondo, son poco más que nostalgia por una hegemonía desaparecida.

Engañado sobre su verdadero lugar en el mundo, Occidente no valora suficientemente los riesgos de intervenir en un exterior próximo de Rusia.
Los puntos débiles rusos -el declive demográfico, el amiguismo en la economía y la sensación generalizada de humillación nacional- son bien conocidos, pero Occidente también tiene sus aspectos vulnerables. Nuestros líderes insisten en que Rusia nos necesita tanto como nosotros a ella. La realidad es que, a pesar de algún traspiés reciente, las inversiones en aquel país son una consecuencia del mercado globalizado que seguirá adelante mientras sean rentables, mientras que el suministro energético ruso puede verse interrumpido en cualquier momento por decisión del gobierno. Los economistas nos dicen que el país depende demasiado del petróleo. Pero las reservas mundiales de crudo están llegando a su máximo tope mientras la globalización sigue avanzando, y es inevitable que Rusia salga beneficiada de cualquier conflicto internacional en el que el abastecimiento se vea afectado. Occidente también necesita a Rusia para resolver alguna vez la crisis nuclear iraní por medios pacíficos, y sin la cooperación logística rusa a las fuerzas de la OTAN les será cada vez más difícil poner algún tipo de fin a la guerra sin sentido e imposible de ganar en Afganistán.

Los biempensantes de derechas de todos los partidos opinan que Rusia estaría más dispuesta a tener en cuenta los intereses occidentales si fuera una democracia más auténtica.
Pero la gran popularidad de Putin se debe precisamente a que está reafirmando el poder ruso frente a Occidente y, si tuviera que responder más ante su opinión pública, quizá sería un interlocutor todavía más duro.
La democracia tiene numerosas ventajas, pero no garantiza una política exterior razonable.

El embrollo georgiano es una derivación de la política democrática.
La temeraria incursión de Saakashvili en Osetia del Sur, donde las fuerzas rusas se encuentran estacionadas desde hace 16 años en virtud de acuerdos internacionales, fue espoleada seguramente por algunos elementos del Gobierno de Bush, con la esperanza de perjudicar a Obama en plena campaña para las presidenciales. El resultado ha sido un conflicto que aumenta el control de Rusia sobre la circulación de petróleo en la región y fortalece a Irán en Asia central. Si la promesa de apoyar a Georgia que hizo Dick Cheney era un movimiento de ficha en el Gran Juego, fue espectacularmente imprudente.

Con la excepción de algunos en la "vieja Europa", nuestros dirigentes no saben lo que hacen.
La grandilocuencia de David Miliband y David Cameron en Ucrania es un ejemplo. No pararon de decir tonterías sobre la autodeterminación nacional y la integridad territorial de los Estados, sin que parecieran darse cuenta de que los dos principios suelen ser incompatibles. La autodeterminación significa la secesión y la ruptura de los Estados. En el Cáucaso, una región de múltiples enemistades nacionales, significa una guerra más generalizada y una limpieza étnica aún más terrible. En Ucrania, está en juego incluso más. Profundamente dividido y con una gran base naval rusa en el puerto de Sebastopol, en Crimea, el nuevo Estado acabará seguramente desgarrado si se intenta arrancarlo de la esfera de influencia de Rusia. El país se convertirá en un campo de batalla y las grandes potencias acabarán inmersos en él.
Jugar en estas condiciones con las nociones wilsonianas de autodeterminación es coquetear con el desastre.

Que no haya equívocos: Rusia es, en ciertos aspectos, un Estado peligroso.
Sus dirigentes, con su historial de pertenencia a los servicios de seguridad, son pragmáticos implacables, dispuestos a emplear cualquier medio para alcanzar sus objetivos. Por ahora, perciben que Occidente está en declive y están comprobando si tiene alguna estrategia coherente para proteger sus intereses.
Y, por lo que hemos oído de nuestros dirigentes hasta la fecha, no la tiene.

Un buen punto de partida sería aplazar los planes de ampliación de la OTAN, aunque dejando claro que se van a cumplir los compromisos existentes en Europa del Este y los Estados Bálticos.
Al mismo tiempo, es preciso hacer todos los esfuerzos posibles para reducir la dependencia europea de la energía rusa.
Los líderes occidentales deben adquirir la capacidad de pensar de forma realista, o la fuerza de los acontecimientos les despertará de su sueño de progreso.

John Gray es profesor de Pensamiento Europeo en la Escuela de Ciencias Económicas de Londres. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © John Gray, 2008.



Manuel
#259

domingo, septiembre 21, 2008

Auditando la hipocresía

Pedimos al Gobierno estadounidense que tome las medidas necesarias para detener el salvamento ilegal que Corea del Sur está haciendo en la empresa Hyundai Electronics y que haga todo lo que esté a su alcance para que las consecuencias de este rescate sean neutralizadas o revertidas.
Así reza parte de la resolución que un grupo de senadores estadounidenses introdujo en 2001 cuando el Gobierno surcoreano salvó a Hyundai Electronics de la bancarrota.
Hace poco, el Senado estadounidense aprobó una inyección masiva de fondos públicos para rescatar a Fannie Mae y Freddie Mac, dos empresas financieras, le dio 85.000 millones de dólares a AIG, una empresa de seguros, y una inimaginable y aún indeterminada cantidad a otros bancos para que no quiebren.
Los parlamentarios de Corea del Sur aún no han condenado estos hechos.
¿Qué tendrán AIG o cualquiera de las empresas rescatadas que no tiene Hyundai?

El Gobierno estadounidense tiene una larga historia de contradicciones entre lo que dice afuera y hace adentro.
Es el Gobierno, por ejemplo, que no tiene inconvenientes en presionar a la Unión Europea para que admita a Turquía como país miembro (lo cual otorgaría el derecho a millones de turcos de viajar libremente por Europa) al mismo tiempo que construye una valla antiinmigrantes de 1.400 kilómetros en su frontera con México.
También es el que presiona a los países africanos devastados por el sida para que se abstengan de comprar medicinas antivirales genéricas, que son menos costosas, alegando que la propiedad intelectual es sagrada. Sin embargo, cuando se vio amenazado por un posible ataque de ántrax, el Gobierno estadounidense no dudo en notificarle a Bayer que o bajaba los precios de Cipro, su droga contra el ántrax, o compraría la versión genérica.

Los estadounidenses suelen explicar estas contracciones insistiendo en que el mundo es volátil y complejo y que es imposible formular una política rígida que sea aplicable en todas las situaciones.
Pura hipocresía y manipulación, responden los críticos antinorteamericanos.
Las contradicciones no son sino un truco más de los muchos que usa la superpotencia para hacer lo que le conviene. El ejemplo mas comúnmente usado por los críticos para mostrar la hipocresía de los EE UU es su alianza con regímenes autoritarios como el de Arabia Saudí o Egipto, al mismo tiempo que proclama su compromiso con la libertad y la promoción de la democracia.

Los apologistas estadounidenses explican que toda superpotencia debe promover y defender múltiples intereses a la vez y que es inevitable que algunos sean contradictorios.
Es cierto, dicen, EE UU tiene una dependencia crítica del petróleo saudí. Pero, ¿por qué debe esa alianza impedir que la superpotencia presione a los tiranos de Myanmar para que dejen de oprimir a su pueblo? Los críticos también ponen como ejemplo de la hipocresía estadounidense su apoyo al programa nuclear de la India, a la vez que trata de impedir que Irán desarrolle uno igual. No es lo mismo, responden indignados los estadounidenses: la India, además de ser la mayor democracia del mundo, nunca ha dicho que tiene como objetivo hacer desaparecer del mapa a un país vecino, ni arma y financia grupos terroristas. Los gobernantes de Irán no dejan duda de sus intenciones con respecto a Israel o de su apoyo a grupos armados que operan en otros países.

Ésta es una controversia antigua y que no se va acabar pronto.
Pero algunas cosas están cambiando. Las encuestas revelan que la población estadounidense está más consciente que nunca de lo dañado que está el prestigio de su país en el mundo y quiere que se haga algo al respecto.

Y algo que podría hacer el próximo presidente de los Estados Unidos es pedir una auditoría de todas las contradicciones que hay en las políticas internacionales de su país. El resultado será una lista larga y complicada. Algunas de las contradicciones serán embarazosas y, por ahora, imposibles de resolver (la alianza con Arabia Saudí y la promoción de la democracia, por ejemplo). Pero otras destacarán por su obsolescencia y porque el costo que tienen en términos de desprestigio mundial es injustificable. Un país que tiene tan buenas relaciones con Vietnam no puede justificar mantener el embargo a Cuba, por ejemplo. Eliminar (unilateralmente y sin condiciones) el embargo a Cuba no va a acallar a los antiamericanos. Pero les va a quitar un poderoso argumento.

Y como ésta hay otras contradicciones en la manera como EE UU se relaciona con el resto del mundo que se pueden eliminar.
Y eso sería bueno para todos. Menos para los críticos de EE UU.


MOISÉS NAÍM 21/09/2008


Manuel
#258

viernes, septiembre 19, 2008

Crisis financiera mundial


El Ibex cierra la sesión con una subida del 8,71%, la mayor de la historia.

El selectivo español se contagia de la euforia de los mercados internacionales tras la intervención pública en EE UU.

Bush defiende la intervención del Estado como algo justificado y esencial.

Vaya, vaya...


Manuel
#257

miércoles, septiembre 17, 2008

Occidente se equivoca con Rusia

Desde que el mundo existe, cuando un Ejército extranjero cerca una ciudad es para obligarla a capitular y rendirse o para atacarla y destruirla. La historia está llena de episodios de este carácter. El espíritu de conquista y la voluntad de dominación atraviesan la historia universal a lo largo de los siglos y hasta nuestros días.

Un espectador objetivo que mire un mapa y contemple lo que está sucediendo hoy, tiene que reconocer que no ya una ciudad, sino todo un país que por el estrecho de Bering linda con Estados Unidos y ocupa una enorme extensión del continente euroasiático, un país que luchó en la Primera Guerra Mundial al lado de las potencias liberales de la época y en la Segunda Guerra Mundial fue un factor decisivo en la destrucción de la poderosa máquina militar nazi, sin cuya derrota no existiría hoy una Europa libre, está siendo cercado militarmente por Estados Unidos, directamente o utilizando la OTAN.

El pretexto para esta operación colosal, que no hubieran soñado ni César ni Alejandro ni Napoleón, es unas veces la implantación del escudo antimisiles de los norteamericanos, otras el terrorismo de Bin Laden y otras la defensa del derecho de autodeterminación de Kosovo y la oposición a este mismo principio en Osetia y Abjazia. Un pretexto que por mucha verborrea y mucha tinta que se derrame en su defensa no se tiene en pie.

No es ésta una operación nueva. Antes hemos conocido un aspecto distinto de la misma operación; aludo, como habrá adivinado el lector, a la guerra fría librada por EE UU con el apoyo de Europa contra la Unión Soviética. Cierto que entonces había razones ideológicas que a los ojos de un amplio sector de la opinión pública podían justificar tal política: en la URSS, había un sistema económico-social que representaba un peligro para el sistema capitalista. Se le denominaba comunismo, aunque sólo fuera un sistema en que la propiedad estaba en manos del Estado. Pero esto, junto con el régimen de partido único, daba fundamento a dicha guerra fría.

Pero aquel sistema hizo implosión. Y el Estado ruso quedó momentáneamente vacilante como un gigante sonado; había perdido su poder y parecía descomponerse. Cambió el sistema social, surgió una burguesía salvaje que se apoderó de las riquezas creadas con el trabajo del pueblo, aparecieron los nuevos ricos y el pluralismo político, con partidos que defendían los intereses de las diversas clases sociales. Hubo elecciones de estilo occidental y Rusia volvió a integrarse en el mundo capitalista. Territorios importantes, tanto en Europa, como en Asia Central, en Transcaucasia y la Costa del Mar Negro, que llevaban siglos perteneciendo al imperio ruso y después de la Unión Soviética, lograron su independencia transformándose en nuevos Estados. La Rusia surgida de las ruinas de la Unión Soviética aceptó los cambios y, poco a poco, apoyándose en su riqueza en materias primas, y sobre todo en petróleo y gas, fue poniéndose en pie. Y el mundo pudo ver que Rusia, pese a todo, seguía siendo una gran nación, con un peso internacional disminuido, pero todavía grande. Es una realidad: Rusia ha perdido la guerra fría pero no ha desaparecido. Está ahí, forma parte del concierto mundial, con una posición privilegiada entre Asia y Europa.

¿Y qué tratan de hacer los que prometían un nuevo orden mundial de paz y colaboración en este planeta? Levantar una barrera de sospecha frente a la Rusia de hoy que recuerda el cordón de seguridad frente a la Unión Soviética, llevar su poderío militar a los nuevos Estados en Europa y Asia, crear un anillo militar en su torno. Y si faltaba algo, ese clon de Bush que está resultando ser McCain ya incluye a Rusia, junto a Irán, entre las amenazas a EE UU y a Occidente.

Examinemos fríamente la realidad: la Rusia de hoy ya no se diferencia ideológicamente de Occidente. Seguramente su democracia tiene imperfecciones. Pero ¿acaso EE UU, particular-mente bajo la presidencia de Bush, es una democracia perfecta? ¿Y Guantánamo? ¿Y la supresión del hábeas corpus y los miles de presos sin juzgar durante años por no haber de qué inculparlos? ¿Y las prisiones secretas que los norteamericanos mantienen en países extranjeros, donde se tortura a los presos? Un observador objetivo tiene que reconocer que el conflicto entre Rusia y Occidente no tiene actualmente más causas que las que han provocado la mayor parte de las guerras que ha conocido el mundo: el egoísmo imperialista. Rusia posee petróleo y gas y otras materias primas. Y si se le cerca militarmente es para arrebatárselas.

Tenemos que entender que estamos en un mundo que hace unos años era bipolar, pero que marcha hacia la multipolaridad inexorable. China e India, por referirme a los ejemplos más evidentes, están ahí llamando a la puerta.

El interregno entre la bipolaridad y la multipolaridad lo utiliza EE UU para intentar ser el único líder mundial. Pero, además de ser esto imposible, EE UU ha demostrado que no está cualificado para ocupar este puesto, pues lo que ha conseguido montar es el nuevo desorden mundial que hoy reina.

El intento de hacer de Rusia un satélite de Occidente no es más que un dislate que hay que rectificar, pues a lo único que nos llevaría es a una tercera guerra mundial.

Y eso es lo que estamos aún a tiempo de evitar.

Este mundo necesita un cambio de rumbo radical si quiere no seguir marchando hacia un porvenir trágico.

Ya sé que estoy haciendo un planteamiento que puede parecer brutal y tremendista. Pero en los centros de poder internacional hay mucho loco e "imbécil culto", tantos que si volaran oscurecerían el sol. Si nos descuidamos puede hacerse tarde para el cambio, para enderezar el rumbo de la política mundial.

En todo el planeta existe hoy el sentimiento, quizá confuso, de la necesidad de cambio. Pero el cambio urge. Y es triste contemplar a los políticos y a los diplomáticos reunirse constantemente para no llegar a un buen resultado, mientras los conflictos y los problemas se eternizan sin solución.

Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, es comentarista político.


Manuel
#255

martes, septiembre 16, 2008

Island #7


Camino del aeropuerto


El país del musgo




Y un último paseo por Blue Lagoon






Sobrevolando la isla



Adiós, y hasta pronto



Manuel
#254

Bancos

Salvo por el mezquino, estéril y efímero (pero muy gozoso) placer de asistir a la caída de una de las instituciones más arrogantes y despiadadas del mundo, la quiebra de Lehman Brothers sólo puede causar inquietud.
Primero, porque se demuestra, una vez más, que los bancos no tienen una idea muy clara sobre lo que hacen. El invento de los subprime, un producto financiero tan complejo y absurdo que nadie puede saber con certeza si es bueno, regular, malo o ruinoso, da una indicación aproximada sobre cómo están las cosas, y lo previsibles que son nuevas quiebras.
Segundo, porque cuando acabe, algún día, todo este cataclismo (no se sabe cuándo terminará en el mundo, pero sí en España: el año que viene, según el Gobierno), los bancos supervivientes serán mucho más crueles y soberbios que los de hoy.

Las crisis son cíclicas, y desde el estallido de la primera burbuja (la especulación holandesa con bulbos de tulipán) se escuchan las mismas frases: el sistema financiero aprenderá, no repetirá errores, se ganará en solidez.
Les aseguro que en los próximos meses toparán continuamente con esos mantras consoladores. No crean ni una palabra. El efecto de las crisis es exactamente el contrario. Suelen mejorar los controles gubernamentales, los mecanismos de emergencia de los bancos centrales y las garantías públicas, pero el sistema financiero se vuelve más irracional con cada desastre. ¿Por qué?
Porque las entidades supervivientes se hacen más grandes y rentables (alguien se quedará con los activos sanos de Lehman Brothers), porque cuando se recupera el crecimiento el dinero llega solo, y porque sus directivos, pasado el tembleque, se convencen de su propia infalibilidad. Si aún estamos vivos, se dicen, será por nuestro talento. Y vuelven a inventar derivados ultracomplejos, a calentar el mercado bursátil con lo que Alan Greenspan llamaba "exuberancia irracional", a apostar con dinero ajeno (un párvulo puede invertir en Bolsa, eligiendo al azar, con mayor provecho que los analistas de un banco: ese experimento ya está hecho) y a exigir a los Gobiernos que no interfieran en su sagrada libertad.

Lamento que decenas de miles de personas pierdan su empleo.
Pero nunca echaré en falta a Lehman Brothers.

ENRIC GONZÁLEZ 16/09/2008


Manuel
#253

lunes, septiembre 15, 2008

Limpieza

Hacer de necesidad virtud.
A eso se vio obligado José Luis Rodríguez Zapatero ante el anuncio de que España va a entrar en recesión. Seguir negando la evidencia de la crisis sólo servía para hacer creer a la ciudadanía que el Gobierno era su principal culpable, ya que ponía tanto empeño en tratar de ocultarla. Así que el presidente decidió coger el toro por los cuernos y el miércoles pasado acudió al Congreso a dar la cara, a riesgo de que todos se la rompieran retóricamente, como en efecto sucedió. Pero algo hemos salido ganando, pues ahora ya es oficial que estamos en crisis: una crisis de estancamiento con probable recesión inmediata. Por tanto, el Gobierno está obligado a hacer algo al respecto.

Y ¿qué puede hacer?
En términos económicos, tampoco demasiado, pues la globalización ha reducido a los gobiernos de tamaño intermedio casi a la impotencia. Pero políticamente sí que puede hacer algo: además de recurrir a su habitual tacticismo (como es desviar la responsabilidad de la crisis hacia los inmigrantes), necesita también adoptar una estrategia. Pero no una estrategia electoral, como la de empujar a Rajoy hacia su derecha con leyes de aborto y eutanasia, sino una verdadera estrategia de salida de la crisis. Y aquí es donde interviene en su estratega Solbes, quien interrogado sobre el anuncio de que España entrará en recesión respondió: "Si sirve para limpiar la economía y remontar la situación, no tendrá mayor importancia".
Que es como decir: bienvenida sea la recesión, pues no hay mal que por bien no venga.

Limpiar la economía como estrategia de salida de la crisis.
Es lo mismo que sostenía Schumpeter, de quien el académico Solbes ha de ser sin duda devoto. Para el gran maestro vienés asilado en Harvard, y principal teórico de los ciclos económicos, ésta es la necesaria función que cabe esperar de las recesiones, etapas depresivas en las que los mercados se purgan y depuran mediante la limpieza y eliminación de las empresas obsoletas y abusivas. Pues hasta que no se laven todos los pecados cometidos durante la anterior fase de expansión no se pueden sentar las bases de la recuperación futura, basada en la apertura de nuevos mercados innovadores. Es, de nuevo, hacer de la necesidad virtud, aprovechando la ruina económica para limpiar y sanear la economía.


Y a fe que la economía española precisa una limpieza a fondo.
En realidad, aquí necesitamos no a Solbes o a Zapatero sino al propio Hércules, que supo limpiar en un solo día los establos de Augías donde se había acumulado toda la porquería de sus ingentes rebaños. Y entre nosotros sucede casi otro tanto, pues como para dar la razón a las denuncias anglosajonas sobre los desmanes de los pigs (los países mediterráneos que más se han beneficiado de las ayudas europeas: Portugal, Italia, Grecia y Spain), el milagro español se ha edificado sobre unas bases tan corrompidas que tras 15 años ha dejado a su paso un erial de ruinas y residuos muy difíciles de reciclar. Es bien conocida la burbuja inmobiliaria que se ha venido hinchando como un torbellino en espiral, y cuyo brusco estallido ha salpicado a todo el resto de empresas que dependían de ella, determinado su vertiginosa caída en picado. Pero eso no es todo, pues además del visible desastre urbanístico, es el conjunto entero del modelo español el que necesita una urgente depuración, contaminado como está por la cultura del impune pelotazo.


La nuestra no es una economía calvinista del trabajo y la productividad, ni tampoco una economía especulativa del riesgo y la competitividad, sino una economía del soplo, la trampa, el atajo, el amiguismo y la impunidad, pues aquí no se enriquece la empresa más eficiente o más capaz sino la más protegida, más subvencionada y más encubierta por su red clientelar. Por eso, de poco servirá limpiar el sector de la construcción (suponiendo que se intente de verdad, lo que resulta difícil de creer) si no se depura además la corrupción política que es su caldo de cultivo, a partir de la connivencia entre partidos, empresas y municipios que viene denunciando Alejandro Nieto (El desgobierno de lo público, Ariel, 2008). Y para limpiar estos establos de Augías no parece la mejor receta el recorte de la financiación municipal que se anuncia en los Presupuestos del año próximo.


Ése es el verdadero mal que aqueja a la economía española.
Y mientras no se limpie y depure en profundidad, de poco servirán los barridos superficiales que escondan la basura bajo la alfombra. Aprovechemos pues el descenso a los infiernos de la crisis para lavar nuestros pecados tanto económicos como políticos, a fin de iniciar otro nuevo sendero de crecimiento futuro ya no basado en la impunidad del pelotazo, sino en la potenciación del emergente empresariado schumpeteriano, capaz de innovar, de competir y de crecer.
Como la burbuja inmobiliaria ha muerto, es hora de empezar a cebar la burbuja de la exportación.

ENRIQUE GIL CALVO 15/09/2008


Manuel
#252

domingo, septiembre 14, 2008

Pasando olímpicamente

Estoy en Pekín, donde aterricé con una compañía local que, pronunciada en inglés, tiene nombre de policía vasco: Air China.
Donde la religión es poesía y el dios de la elegancia sublime se llama desde el viernes Zhang Yimou.
Donde se celebran al tiempo dos Juegos Olímpicos: los de verdad y los paralelos de kung-fu, el deporte nacional que no quiso admitirle a China un COI que, sin embargo, bendijo en Atlanta el voley playa.
Donde las mujeres salen a la calle con sombrilla para evitar el moreno en la piel que delata a los humildes campesinos.
Donde el mejor horóscopo es rata, porque fue el primer animal que llegó a la cita con el Creador y recibió a cambio el privilegio de la inteligencia.
Donde los jardineros salen por las noches a recolocar las infinitas macetas con que realizan sus diseños florales y los barrenderos llevan largas pinzas de bambú para recoger papeles sin agacharse.
Donde a mí me llaman por mi nombre, nariz grande, pues con ese apelativo definen al occidental.
Donde las motos son eléctricas y ni hacen ruido ni se las dejan exportar a Europa porque nos reventarían el mercado.
Donde, recuerdo de la hambruna que hasta anteayer vivió este pueblo, para saludarte te preguntan si has comido.
Donde se inventó la siesta y las camareras caen dormidas al mediodía encima de las mesas de los restaurantes hasta que las despierta algún cliente.
Donde el cielo está gris de contaminación y calima y el terreno amanece siempre cubierto por bruma. La misma que reflejan en sus obras los pintores por capturar la melancolía y, me temo, por evitarse pintar medio cuadro. Como si Velázquez, retratando un día nublado, hubiese mostrado solamente en Las lanzas la mano que entrega la llave de Breda y un par de puntas de pica.
Se levanta la niebla en China, veremos qué rostro aparece cuando terminen los Juegos.

GUILLERMO FESSER 12/08/2008

Manuel
#251

Island #6


Paseo por Reykjavík


las calles del centro



nuestra guesthouse



el lago del ayuntamiento





y sus alrededores




vista desde lo más alto







y su playita




tomando el sol islandés



Manuel
#250

Camino




Manuel
#249