No se trataba de una orden secreta. El propio presidente de la República había clamado en Grenoble contra ellos, pocos días antes, en un discurso que ya se ha hecho célebre.
Todo estaba más que claro, la orden política, la circular escrita administrativa y luego los hechos:
millares de rumanos de etnia gitana, niños y ancianos incluidos, expulsados colectivamente de un territorio europeo no en razón de delitos o faltas individuales sino de su identidad.
Es decir, un flagrante caso de discriminación étnica, explícitamente prohibido en los tratados europeos.
Borrémoslo. Nada de esto ha ocurrido.
Todo fue una confusión que se aclarará en los próximos días cuando Francia termine de adaptar su legislación a las directivas europeas sobre libre circulación.
Las palabras presidenciales se las lleva el viento. La circular ha quedado anulada y ha sido sustituida por otra que evita llamar las cosas por su nombre.
Lo único que no cambia son los millares de gitanos rumanos expulsados. Aunque se hizo de forma colectiva y en razón de su etnia, la prudente actitud de la Comisión Europea ante la República ofendida y vejada ha permitido acomodar mejor las palabras a las necesidades prácticas.
Como en un pase de prestidigitación, ahora sólo hay traslados individuales de personas que vivían en asentamientos irregulares, que en nada vulneran los tratados y las leyes europeas.
El peón de brega de esta política, Eric Besson, ministro de Inmigración francés, ha declarado que Francia sale con la cabeza alta.
Esos republicanos franceses son muy especiales y verdaderamente muy poco republicanos:
están totalmente convencidos de que el presidente de la República es un monarca que encarna en su propia personalidad la soberanía popular y por eso convierten las críticas a sus acciones o palabras como críticas a Francia. Cuando el presidente se hace el ofendido, algo que sabe hacer muy bien y que le da muy buenos rendimientos, quien está de verdad ofendida es una adorable señora entradita en carnes con gorro frigio, túnica romana y pecho al aire a la que llamamos la France o la République y solemos ver representada en pinturas y esculturas en los museos y monumentos.
¿Discriminación étnica en Francia, la patria de los derechos humanos? Nada de nada.
Sarkozy ha ganado el pulso a Barroso. Francia a la Comisión Europea.
El nacionalismo francés chovinista y propenso a la xenofobia al europeísmo.
La política de los hechos al espíritu y la letra de las leyes que nos hemos dado entre todos.
Francia sale con la cabeza alta, claro que sí.
Y Europa con la cabeza gacha.
Manuel
#633
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