domingo, noviembre 01, 2009

Construir una política exterior de la Unión Europea

Las atribuciones del cargo de presidente del Consejo Europeo son vagas, pero desde luego encajan más con las de un constructor de consensos que con las que los ingleses, y mucho menos los estadounidenses, llamarían propiamente de un presidente.
Podría decirse incluso que presidente es una mala traducción del francés.
No es un puesto ejecutivo; sólo están previstos un equipo de colaboradores y un presupuesto discreto. El candidato que logre el puesto debería ser más como un presidente de un consejo de administración [chairman, que es un presidente sin poderes ejecutivos].

Esta figura decorativa podría ser, dentro de la Unión Europea, un defensor convincente de una política exterior europea más enérgica y coordinada, pero si pretendiera hablar ya en nombre de Europa en Washington, Moscú o Pekín, estaría prometiendo cosas que no podría cumplir.
Para elaborar una política exterior europea creíble es preciso reforzar pacientemente la voluntad de tener dicha política en cada uno de los Estados miembros, especialmente en los más grandes. Eso supondrá varios años más de lo que Max Weber llamó "perforar a través de planchas gruesas".

También es necesaria, para dar a Europa una voz más fuerte en el mundo, una maquinaria que todavía no existe.
Pero la responsabilidad de construir esa maquinaria no es del nuevo presidente, sino del nuevo alto representante para la política exterior y de seguridad.
A diferencia del presidente, el alto representante, que es al mismo tiempo vicepresidente de la Comisión Europea, dispondrá de un gran presupuesto y un amplio equipo.
Tendrá la difícil pero crucial tarea de fusionar a funcionarios y diplomáticos de dos burocracias europeas y 27 nacionales en un solo servicio exterior europeo, capaz de identificar los intereses europeos comunes y los instrumentos que tenemos para impulsarlos.
En colaboración con el presidente de la Comisión, tendrá asimismo que establecer vínculos con los verdaderos motores del poder exterior europeo: la política de ampliación, la ayuda al desarrollo, el comercio, la regulación, la política de competencia, etcétera.
Ahí está el meollo. Hablamos demasiado del presidente y no lo suficiente del alto representante.

Ahora bien, hay alguien que sí cumple los requisitos, aunque habría que esforzarse un poco para convencerle.
Es Martti Ahtisaari, el ex presidente de Finlandia, mediador internacional de la ONU y ganador del Premio Nobel de la Paz el año pasado.
Ahtisaari cuenta con la categoría, la gravitas y la experiencia necesarias para el puesto.
Es un estadista que tendría una autoridad paterna sobre la actual generación de jefes de Gobierno de la UE. Sería un presidente excelente, sin tener nada que ver con un presidente de un consejo de administración. Le tomarían en serio en las capitales mundiales, sin que nadie sintiera que estaba acaparando la atención. Como copresidente del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, ya ha dedicado un par de años a reflexionar seriamente sobre cómo debería ser la política exterior europea.

Ya he señalado que sería fundamental combinar esa figura con un sólido alto representante.
En este periodo inicial, un alto representante débil podría ser tan perjudicial como un presidente débil. Carl Bildt sería una opción magnífica, pero seguramente se ha creado demasiados enemigos, y como el secretario general de la OTAN es danés, quizá se consideraría un exceso de escandinavos.

Mi candidato favorito sería Joschka Fischer, un peso pesado que se dedica al pensamiento estratégico y fue ministro de Exteriores de Alemania.
Podría hacer entrar en razón a Bruselas y le escucharían en el extranjero.
Pero el alto representante tiene que ser miembro de la Comisión Europea, y Alemania acaba de nombrar a otra persona en ese puesto.

Es decir, el equipo ideal es Ahtisaari-Fischer.

TIMOTHY GARTON ASH 01/11/2009

Manuel
#480

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