sábado, marzo 10, 2012

Un cuento islandés

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Érase una vez un pequeño país feliz llamado Islandia, diseñado por los hermanos Grimm y construido por los mejores paisajistas de calendario de cocina.
Ese país feliz no era como España, diseñada y construida por promotores inmobiliarios, que todavía hoy levantan especulaciones de tronío con pedazos de la Castellana.

Pero he aquí, queridos niños, que la corrupción y las bajas pasiones anidaban bajo la calma idílica de lagos de hielo y géiseres.
En 2008 los islandeses descubrieron que sus tres grandes bancos estaban en quiebra (el Glitnir, el Landsbanki y el Kaupthing; como veis, tienen nombres de enanos de Tolkien).
Resulta que sus directivos se habían dedicado a aumentar su deuda sin mesura, hasta multiplicar por 10 la deuda del país. Los tres bancos quebraron, causaron una suspensión de pagos con el exterior, provocaron un doloroso recorte del gasto social y subieron el paro hasta el 10% de la población activa. Operando en la sombra, los banqueros islandeses se habían dedicado a hozar en el fraude y los gobernantes lo habían permitido.

Los dolidos islandeses, demócratas al fin, reaccionaron como personas de bien.
Decidieron acusar a varios directivos de los bancos de prácticas fraudulentas e imputar por negligencia al primer ministro que toleró a sabiendas (dice el fiscal) los oscuros desmanes de los banqueros.
Ayer se celebró la primera vista de la causa contra el exjefe de Gobierno, Geir Haarde, en el tribunal de Landslomur, creado en 1905 para juzgar a miembros del Gobierno.
Sabios, los islandeses.

Habréis observado, queridos niños, que las comparaciones con España son ociosas.
Como todo el mundo sabe, en España (vale para Estados Unidos o cualquier país europeo), los bancos actuaron de forma intachable; no promovieron hipotecas basura, ni burbujas inmobiliarias, ni contribuyeron a causar en sus países y en todo el mundo aumentos del paro, ni nada.
¿Que en Islandia no han juzgado todavía a los ejecutivos de los bancos quebrados?

Porque Islandia es el país de los cuentos realistas.
Un cuento de país es Valencia.
Allí hay de todo: brujos, brujas, ogros, gnomos de aeropuerto, incautos, políticos de banquillo y, por supuesto, bancos que desaparecen de la noche a la mañana.




Il était une fois un petit pays bienheureux appelé l’Islande, imaginé par les frères Grimm et arrangé par des elfes de l’aménagement paysager.
Ce pays bienheureux n’avait rien à voir avec l’Espagne, qui a été imaginée et aménagée par des promoteurs immobiliers.
Mais, chers enfants, la corruption et de viles passions se cachaient pourtant derrière le calme idyllique des lacs de glace et des geysers.

En 2008, les Islandais ont découvert que leurs trois principales banques étaient en faillite (la Glitnir, la Landsbanki et la Kaupthing, aux noms manifestement venus tout droit de l’univers de Tolkien). Il s’avère que les dirigeants de ces établissements s’étaient endettés de façon colossale, au point de multiplier par 10 la dette du pays. Les trois banques ont fait faillite, après quoi le pays s’est retrouvé en cessation de paiement, les dépenses sociales ont dû être réduites de façon radicale et le chômage a fini par toucher 10 % de la population active. Les banquiers islandais avaient succombé à la tentation de la fraude et les dirigeants politiques les avaient laissés faire.

Les pauvres Islandais, démocrates avant tout, ont réagi comme d’honnêtes gens.
Ils ont décidé d’attaquer les différents patrons des banques pour pratiques frauduleuses et d’accuser de négligence le Premier ministre, qui avait toléré en connaissance de cause (selon le procureur) les manigances obscures des banquiers. Le 5 mars, le procès de l’ancien chef du ­gouvernement, Geir Haarde, a donc commencé au Landsdómur [tribunal de 15 ma­gistrats], créé en 1905 pour juger les hauts responsables de l’Etat. [Le procès devait s’achever le 15 mars.]
Malins, ces Islandais.

Vous aurez remarqué, chers enfants, que toute comparaison avec l’Espagne est inutile.
Comme chacun sait, en Espagne tout comme aux Etats-Unis et dans n’importe quel pays européen, les banques ont toujours eu un comportement irréprochable : elles n’ont pas été à l’origine des subprimes, ni des bulles immobilières, et elles ne sont aucunement responsables de la crise mo­numentale qui touche leur pays et le mon­de entier…

Manuel
#919

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