martes, marzo 22, 2011

¿Irak 2003? ¿Por qué no España 1936?

En las aguas de este río no nos habíamos bañado.
La intervención militar en Libia no es, ni en el fondo ni en la forma, comparable a la invasión de Irak en 2003. Resulta penoso escuchar a progresistas de buena fe efectuar tal equiparación.
Si son españoles, cabría incluso sugerirles que, aunque Heráclito tenía razón y uno nunca se baña dos veces en las mismas aguas, si de lo que se trata es de buscar antecedentes para ilustrar el debate, pensaran más bien en la España de 1936.
Entonces, la política de no intervención adoptada por Francia y Reino Unido supuso que nuestras fuerzas democráticas combatieran en manifiesta situación de desigualdad militar con los franquistas y, en consecuencia, terminaran siendo vencidas.

Los españoles de izquierda que se oponen a la participación de nuestro país en la operación libia debieran haber encontrado una pista clarísima para forjar su criterio en el hecho de que el propio Gadafi se haya comparado con Franco.

Pero volvamos a Irak.
De la forma ya se ha hablado: la invasión de 2003 no fue aprobada por el Consejo de Seguridad; en cambio, la operación libia sí lo ha sido.
Más importante, sin embargo, es el fondo.
Se intentó justificar lo de Irak con pretextos quiméricos -las inexistentes armas de destrucción masiva-, mientras que lo de Libia se basa en razones evidentes para cualquiera que vea los telediarios -los valientes que se alzaron contra Gadafi estaban siendo aplastados a sangre y fuego-.
En 2003 Bush intentaba reafirmar el poderío del imperio estadounidense tras el 11-S; ahora se trata de impedir que un tirano aborte el movimiento democrático en su país y, por extensión, en el mundo árabe.
La pasividad frente a Gadafi suponía lanzar este mensaje a los autócratas árabes: el fallo de Ben Ali y Mubarak fue no desencadenar una matanza.

Por lo demás, lo de Irak, una invasión descarada, solo podía ser contraproducente, solo podía terminar dando argumentos y reclutas a los yihadistas.
Y, amén de sumir a ese país en un caos infernal, es lo que consiguió.
Lo de Libia no es fácil, sin duda, pero, bien llevado, podría certificar el compromiso de los demócratas de todo el mundo con los pueblos árabes que se alzan por la libertad.

Hoy se escuchará en el Congreso de los Diputados algún comentario reprochándole a Zapatero el que, tras oponerse a la invasión de Irak, se sume a la operación en Libia.
Pues bien, no hay contradicción entre una y otra actitud, sino, al contrario, continuidad.
Los mismos principios y valores que sirvieron para oponerse a lo de Irak sirven hoy para apoyar lo de Libia: legalidad, justicia y necesidad.
Puede que la confusión proceda del eslogan de 2003: "No a la guerra".
Nunca me gustó: muchos estábamos contra aquella guerra, pero sabiendo que hay algunas que deben ser libradas.
Por ejemplo, la guerra contra el golpe de Estado franquista o la guerra contra Hitler.
Es más, en los noventa, deberíamos haber librado algunas y no lo hicimos: para detener antes el sufrimiento de Sarajevo y para impedir las matanzas en Ruanda.
El pacifismo a ultranza no es progresista.
Sin unas cuantas revoluciones y/o guerras justas la humanidad seguiría en los tiempos de Espartaco.

JAVIER VALENZUELA 22/03/2011

Manuel
#715

domingo, marzo 20, 2011

Máxima incertidumbre

Es posible que hayamos vivido siete días que han cambiado el mundo.

El juicio aún está abierto. Lo que sí es seguro es el aumento radical de la incertidumbre en el que nos ha sumido este negro invierno de 2011, capaz de abrasar la era nuclear con la fe tecnológica en la energía barata y segura, no contaminante, producida por las centrales atómicas.
Con los reactores destripados de Fukushima aún no enfriados, tras el colosal cataclismo de Japón: terremoto de fuerza 9 seguido de un tsunami (por cierto, palabra japonesa), vivimos "una pesadilla a cámara lenta", en palabras de Thomas Neff, físico nuclear del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts).

En este año de lo inesperado, solo nos ha faltado la aparición de los pequeños hombrecillos verdes, de cabeza, boca y orejas aflautadas que dibujaba en estas páginas Forges el miércoles.
Por mucho que algunas voces temerarias hayan pronosticado "el Apocalipsis", palabras del comisario europeo de Energía, no se ha producido el sueño de Akira Kurosawa.
El cineasta japonés en El monte rojo, parte de la película Sueños, cuenta el estallido de una central japonesa tras el monte Fuji, que empuja a la población de Japón a correr hacia el mar y arrojarse a sus profundidades en un vano intento de huir de la nube de cesio, estroncio y plutonio.
En algunos momentos después del terremoto del viernes 11, cuando veía, imantado a la televisión, las escenas de las explosiones de los reactores y el paisaje inerte, desolado tras el paso del maremoto, con los refugiados de una gran potencia tecnológica calentándose al fuego de unos bidones, sacado de la novela de Cormac McCarthy La carretera y plasmado en la película del mismo nombre, he tenido la sensación de vivir un hecho histórico que podría marcar a una generación.

La enormidad de la catástrofe que asuela Japón, la tercera economía del mundo, productora del 40% de los componentes electrónicos de nuestros ordenadores y móviles, reside en los 6.000 muertos, 10.000 desaparecidos y 500.000 personas sin hogar.
Sin embargo, el foco alumbra a la catástrofe nuclear.
¿Por qué? No controlamos la naturaleza.
Todo lo relacionado con el átomo afecta al imaginario colectivo, aviva la incertidumbre máxima.
La información sobre la crisis pide una reflexión.
El cataclismo televisado en directo, multiplicado por el tuiteo casi instantáneo de millones de ciudadanos de todo el planeta, nos anega en un tsunami de información, que no significa necesariamente conocimiento. Esta realidad virtual nos sume en el terror de un peligro cósmico y provoca reacciones políticas poco reflexionadas.

La nube de Fukushima, más política y económica que radiactiva, ha alcanzado a Europa, dependiente energéticamente y aún castigada por la crisis.
En Alemania, la canciller Merkel, física de profesión y la verdadera señora de Europa, cierra siete centrales nucleares, dando satisfacción inmediata al miedo de una población excitada con la proyección sin fin de una película de catástrofe inminente. Para alcanzar cuanto antes la era de las energías renovables, sin preguntarse si podrá costearla o si los alemanes están dispuestos a pagarla. La política de los átomos.
Merkel no quiere perder las inminentes elecciones regionales en Baden-Württemberg, donde precisamente está una de las centrales paradas.
"Ich habe Angst", tengo miedo, dicen los electores.
Los alemanes han agotado los contadores Geiger y las píldoras de yodo.

Japón, un país sin recursos naturales que vive sobre una bomba geológica, nos ha ofrecido otro milagro, convirtiendo a su pueblo en su mejor recurso.
Su dignidad callada, su paciencia, su cohesión social mantenida bajo presión, han desatado una ola de admiración internacional.
Los niños japoneses casi no lloran en los refugios improvisados.
Y los adultos, cuando lo hacen, piden perdón.
A los japoneses les enseñan en la escuela a anteponer los intereses de grupo a los individuales.
Las emociones no se expresan de una forma directa en público, es descortés.
Es el único pueblo que ha soportado el impacto de dos bombas atómicas y ha renacido.
Pero esta vez no tendrá que "soportar lo insoportable", como les pidió el emperador Hirohito por radio, solicitando que aceptaran la rendición.

Un bilbaíno universal, Pedro Arrupe, más tarde General de los Jesuitas, sí soportó lo insoportable en la mañana del 6 de agosto de 1945 en Hiroshima.
"Eran las 8.15 cuando un fogonazo como de magnesio rasgó el azul del cielo. Un mugido sordo llegó con una fuerza aterradora. En el mismo centro de la explosión apareció un globo de cabeza terrorífica. Una ola gaseosa barrió todo lo que se encontraba en un radio de seis kilómetros. Diez minutos más tarde, una lluvia negra cayó sobre la ciudad. No es un recuerdo, es una vivencia perpetua, fuera de la historia, que no pasa con el tictac del reloj".


FRANCISCO G. BASTERRA 19/03/2011

Manuel
#714

Berlin face à ses responsabilités internationales

L'Allemagne souhaite obtenir un siège permanent au Conseil de sécurité des Nations unies.
Soutenue par la France, cette demande est légitime : la première puissance économique européenne ne peut pas rester le nain politique qu'elle fut pendant près d'un demi-siècle, de la chute du nazisme à celle du mur de Berlin.
Encore faut-il être à la hauteur des responsabilités auxquelles on aspire.

L'Allemagne d'Angela Merkel n'en a pas fait la démonstration, le 17 mars, en refusant d'approuver la résolution de l'ONU permettant l'usage de la force contre le régime du colonel Kadhafi. Mme Merkel a ensuite accentué le malaise en saluant les "nouvelles encourageantes" venues de Libye, après que Tripoli eut annoncé un cessez-le feu.
Comme si, sans se salir les mains, Berlin voulait bien récolter les premiers fruits de la détermination de ses alliés, français, britanniques et américains.

Certes, la chancelière allemande traverse de sérieuses turbulences politiques et doit affronter de délicates élections locales. En outre, contrairement au président français, elle ne peut engager son pays dans une opération militaire sans l'aval du Parlement.

Au-delà de ces explications conjoncturelles, la prudence allemande relève d'un triple traumatisme.
La catastrophe nucléaire au Japon ravive la phobie de l'atome outre-Rhin, dans un pays marqué par les combats des écologistes et convaincu, depuis les catastrophes du XXe siècle, que la science n'est pas forcément synonyme de progrès.

Le pacifisme allemand constitue également un puissant frein à tout engagement extérieur.
Il a fallu le massacre de Srebrenica pour que le débat moral sur l'intervention hors de l'Allemagne soit posé, la guerre au Kosovo en 1999 pour que les Allemands fassent de nouveau la guerre hors de leurs frontières, et les attentats du 11 septembre 2001 pour que plusieurs milliers de soldats allemands soient envoyés en Afghanistan, dans le cadre de la coalition internationale. Dès 2003 cependant, le conflit en Irak a montré que Berlin entend le moins possible faire la guerre et y consacrer les efforts nécessaires.

Enfin, les crises de l'euro ont conduit l'Allemagne à faire ce qu'on lui avait juré qu'elle n'aurait jamais à faire : voler au secours des pays européens, mettre en danger la stabilité de sa monnaie, dans un pays qui a connu la ruine financière en 1923 et en 1945, avant de subir le choc de la réunification dans les années 1990.

Il reste que le non-engagement allemand dans l'affaire libyenne est révélateur d'une hésitation qui peut être perçue par les partenaires de la République fédérale comme un manque de solidarité, voire de maturité.
L'économie allemande est florissante, sa population est moins frappée que les autres par le chômage, ses entreprises sont à l'offensive sur toute la planète.
Mais il ne peut y avoir, d'un côté, la "mondialisation heureuse" pour Deutschland AG et ses salariés, et de l'autre une "mondialisation dangereuse" gérée par ses alliés et dont Berlin ne s'estimerait pas comptable.


Manuel
#713

Knut is dead


With a blue sky and the scent of spring in the air, Saturday afternoon in Berlin was the perfect time to visit the city's zoo, but for some 600 visitors it turned into a horror:
Before their eyes, Knut the polar bear collapsed, then floated dead in the water of his pen.

"It was a completely normal day: He was with the female bears before, who had just been shut away. Then, Knut strolled around the enclosure, went into the water, had a short spasm and died," Berlin Zoo bear keeper Heiner Kloes told the Associated Press.
An autopsy will be performed on the 4-year-old mammal to determine the cause of death.
Polar bears in captivity have been known to live more than 30 years.

The city is in shock.
Berlin Mayor Klaus Wowereit told the tabloid B.Z., "This is sad news.
We were all so fond of him."

Knut became a worldwide sensation soon after he greeted the world Dec. 5, 2006, as one of twins. His mother, Tosca, had rejected both bears, and his sibling died four days later.

The little polar bear thrived when caretaker Thomas Doerflein moved into the zoo and hand-raised him.
Within a few months, Knut had an instant community of fans all around the globe thanks to his black-button eyes and sweet expression, much like a stuffed animal come to life.
Those cute features inspired a line of toys, puzzles, posters, T-shirts, cell-phone ringtones and even a Vanity Fair cover shoot shared with Leonardo DiCaprio.

Yet, sadness and controversy followed Knut as he grew up before the public eye.
In 2008, Doerflein died suddenly of a heart attack.
A year later, the Berlin Zoo settled a custody battle over Knut with the Neumunster Zoo, where the polar bear's father Lars resides, for $600,000.

Then came the smack heard 'round the world : On Knut's "first date" with girl polar bear Gianna, he got a little too close to his new mate (on loan from the Munich Zoo) and she let him know with a firm swat.
As zookeeper Kloes said at the time, "It was as we expected it to be.
Knut was very shy and the Munich bear was clearly the one wearing the dirndl."

There was hope that the two would breed, and the polar bears seemed to have grown close, but Gianna was eventually sent back to Munich.

At the zoo Saturday, "everybody was asking, 'What's going on, why is Knut not moving?'" Camilla Verde, a 30-year-old Italian who lives in Berlin, told the AP.
"All the zoo keepers who put up the fences were so very sad. One of them said, 'He was our baby.'"

Manuel
#712

viernes, marzo 18, 2011

Exigir mayor seguridad

Japón tenía un punto débil en sus centrales nucleares y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) se lo dejó bien dicho durante un encuentro celebrado en Tokio en diciembre de 2008.
En un cable difundido por Wikileaks, la Embajada de Estados Unidos informaba de que el OIEA advirtió de que las guías de seguridad contra los seísmos sólo habían sido revisadas tres veces en los últimos 35 años.
El organismo insistió en que Japón debería aprender de "las experiencias recientes".
"Recientes seísmos han sobrepasado en algunos casos el diseño con que fueron construidas algunas plantas y esto es un serio problema hacia el que ha de dirigirse ahora el trabajo sobre seguridad", señala el cable del que se ha hecho eco el diario británico The Daily Telegraph.

Los "casos recientes" aludían al terremoto de magnitud 6.8 en la escala Richter que se dañó el 16 de julio de 2007 la central nuclear japonesa de Kashiwazaki-Kariwa, la mayor del mundo.
En aquella ocasión, el propio Gobierno reconoció que la compañía eléctrica Tepco, propietaria de la central, había informado de forma lenta y poco rigurosa sobre los verdaderos daños.

En 2006, el año anterior al seísmo que provocó la paralización de actividades en la central de Kashiwazaki-Kariwa, los diplomáticos estadounidenses informaban en otro telegrama de que un tribunal japonés ordenó la paralización de las actividades en el segundo reactor de la central de Shika ante la posibilidad de que no pudiese resistir terremotos de gran magnitud.
Un grupo de 135 demandantes civiles había denunciado a Rikuden, la empresa eléctrica propietaria, en mayo de 2005.
"La denuncia contra Rikuden afirmando que la planta de Shika es insegura debido a la preocupación por los terremotos no es sorprendente, dada las muchas denuncias que se han presentado en el pasado", indicaba el despacho de la embajada.
"Lo que es sorprendente en este caso es que los demandantes finalmente ganasen el caso", añadía.

Un funcionario de la agencia japonesa de seguridad nuclear (NISA) informó a la Embajada de que, al tratarse de una demanda civil, la eléctrica Rikuden no estaba obligada a detener el reactor.
El entonces presidente de la compañía eléctrica, Isao Nagahara, declaró que le parecía "profundamente lamentable" la sentencia y que pensaba recurrirla.
El entonces director de la agencia japonesa de seguridad, Kenkichi Hirose, dijo:
"Nunca he pensado que una corte judicial pudiera ordenar el cese de la actividad en una planta".

La Embajada indicaba en su informe que aunque la compañía eléctrica no estaba obligada a cesar la actividad del reactor, debería afrontar una dura batalla para ganarse el apoyo de unos ciudadanos poco dispuestos a tener frente a sus casas una central nuclear.
"Especialmente, si no están convencidos de que el próximo gran terremoto ocasionará una gran devastación", concluía el informe.


Manuel
#711

Ne pas en rajouter

Kurii est une Posteuse qui vit au Japon depuis plusieurs années.
Elle livre ici son témoignage sur place,
après le tremblement de terre qui a secoué l'archipel

Je m'adresse a tous les medias, politiciens, élites, internautes... dans le monde.

Je me trouve à Osaka (cas perso sans interet).
Ici tout va bien; dans les trois quarts du Japon, tout va bien. A Tokyo aussi. C'est dit.

Aujourd'hui, au Japon, nous avons un million de SDF qui campent dans la neige.
15 000 morts, et des gens qui meurent de faim et de manque de soin MAINTENANT.
C'est la course pour les sauver.

La centrale machin... c'est un fait-divers local. Les pompiers s'en chargent.
Les riverains savent, si, si. Fini.
A Tokyo, les usines partout, les aéroports sont au ralenti, parce que la priorité absolue et urgente est le ravitaillement et sauvetage du Nord.

Si vous ne voulez pas nous aider, tant pis.
Juste une faveur : Arrêtez ce gros cinoche collectif, vous scénars d'Armageddon
.
Fermez-la ! C'est indécent, insultant. Vous créez des problèmes supplémentaires.
Ces avions qui viennent en charter chercher des expats touristes que vous avez affolés... c'est une perte de temps.
Vous sapez le moral des gens pour rien.
Et le versement de larmes sur les déballages nombrilistes de "refugiés qui ont eu peur de risquer de rester dans un pays risque au millieu d'inconscients suicidaires...", ça va finir par nous écoeurer sur l'humanite de tout un continent (le vôtre).

Moi, je pleure parce que des familles (même pas des compatriotes) sont sans maison, sans bouffe, sans eau, sans nouvelles à jamais de parents presque sûrement morts, et sans certitudes d'être encore en vie dans quelques heures...
Et ce n'est pas de la science-fiction. Et non, on arrête de pleurer, çaa sert a rien. On s'y met !

Si vous voulez aidez, envoyez des avions de ravitaillement d'urgence, de sauveteurs, faites des ponts aériens pour evacuer les gens malades qui meurent sous des tentes.
On a besoin d'energie aussi pour faire remarcher nos transports et usines (des idees M. Besson?). On a besoin de continuer/reprendre le business pour faire marcher ce pays.

Quand ca se rétablira, venez faire du tourisme aussi !

Allez je vais bosser ! Salutations du Japon.

http://www.lepost.fr/article/2011/03/18/2438318_une-voix-au-japon-vous-demande-de-l-aide-ou-au-moins-de-ne-pas-en-rajouter.html#xtor=ADC-218-[2438318-une-voix-au-japon-vous-demande-de-l-aide-ou-au-moins-de-ne-pas-en-rajouter]


Manuel
#710

jueves, marzo 17, 2011

Fukushima I

Manuel
#709

Échapper au pire...


Manuel
#708

Última hora

El Consejo de Seguridad ha aprobado la resolución, con la abstención de China, Rusia, Alemania e India, por la que se establece una zona de exclusión aérea así como determinar zonas de especial protección para los civiles.

La resolución ha quedado aprobada, con 10 votos a favor, cinco abstenciones y ninguno en contra.
Así se impone "todas las medidas necesarias" para la zona aérea, incluido el uso de la fuerza.




Manuel
#707

lunes, marzo 14, 2011

Libia nos llama. ¡Tomad partido!

La Revolución Libia está en marcha, inspirada por levantamientos en toda la región que demuestran el poder encarnado en un pueblo que ha decidido no tolerar por más tiempo la injusticia y la represión.
Al principio, el asombro paralizó a Europa y Estados Unidos: "No lo vimos venir".

Hace tiempo que el mundo exterior está desconectado de las ideas, sentimientos y aspiraciones de la sociedad árabe corriente, y sobre todo de sus jóvenes.
La mayoría de los retratos occidentales de la calle árabe se basan en indolentes clichés: el odio a "Occidente", la obsesión con Israel y una tendencia innata al extremismo político y religioso.
Según los expertos europeos y estadounidenses, "en todas partes", y dejando de lado las diferencias sociales, políticas o históricas, el ejemplo era el del "Irán prerrevolucionario".
La Francia de hoy en día apenas se parece a la de finales de la década de 1970, pero para contemplar a todas las sociedades árabes se utilizaba un único y desfasado filtro.

Gracias a este relato, los dictadores de la región se convirtieron en un mal menor.
Puede que armarlos, comerciar con ellos y pasar por alto sus desmanes fuera desagradable, pero siempre era mejor que su alternativa. Incluso les enviamos jóvenes para torturar.
¿Quién mejor que ellos para ocuparse de esa incomprensible variedad de ser humano?

Cegado por esta concepción, el mundo se quedó estupefacto cuando una serie de revoluciones dirigidas por jóvenes versados en cuestiones tecnológicas que demandaban democracia, libertad de expresión y oportunidades económicas recorrió la región.
Como máximo, la participación islamista en todos esos levantamientos ha seguido el ritmo marcado por sus auténticos instigadores: jóvenes de ideas pro-occidentales.
En realidad, en todos ellos los grupos islamistas han quedado relegados ante el avance y las reivindicaciones de los movimientos juveniles.

Sin embargo, en lugar de adaptar sus valoraciones al curso real de los acontecimientos, en Estados Unidos y Europa mucha gente trató al principio de encuadrarlos en los mismos patrones de siempre.
En consecuencia, poco puede sorprender que cuando Saif al Islam Gadafi apareció en la televisión libia el 21 de febrero para advertir del posible establecimiento de un "emirato islámico" en Bengasi, sus palabras, citadas por doquier, fueran además seriamente evaluadas por entendidos que con preocupación debatieron las posibles consecuencias que para Europa tendría la caída del régimen de Gadafi.

Es famosa la definición de demencia atribuida a Albert Einstein, según la cual esta significa hacer lo mismo una y otra vez pero con la esperanza de obtener resultados distintos.
Retorciendo este principio, podríamos decir que no importa lo que las sociedades árabes hagan, ya que en Occidente muchos solo han interpretado de una manera el posible resultado de estos movimientos: la amenaza islamista.

Es obligatorio preguntarse: si Kim Jong Un, hijo del dictador norcoreano, hubiera ofrecido sus opiniones acerca de la sociedad norcoreana y sobre las razones que explican que rebelarse contra su padre no sea una buena idea, ¿cuántos periodistas y políticos habrían puesto en peligro su reputación creyéndose lo que dijera?

¿Y ahora qué?
Para responder a esta pregunta solo necesitamos observar los acontecimientos sobre el terreno y dejar de lado prejuicios desfasados. Allí donde los Gadafi pronosticaron conflictos tribales se ha producido un esfuerzo coordinado para demostrar la unidad nacional.
No es sorprendente: en el contexto de Libia, cuando escuchas la palabra "tribu" solo piensas en "región". En Bengasi y en todas las ciudades liberadas de Libia, los lemas han sido los mismos: "Libia es una y Trípoli su capital", y "Libia es una tribu". En consecuencia, la consigna más eficaz para lograr la unidad nacional la proporcionó Saif-al-Islam con sus siniestras amenazas de guerra civil.

El segundo fantasma más preciado del régimen es Al Qaeda.
Sin embargo, los que ahora desarrollan un Gobierno transitorio en Libia oriental no han escatimado esfuerzos en subrayar que sus candidatos están libres de vínculos con prácticas extremistas.
La razón es sencilla: las reivindicaciones que hay detrás de la Revolución Libia no son ideológicas. En las primeras protestas surgidas en las ciudades orientales ni siquiera apareció el lema ahora familiar de las demás revoluciones árabes: "El pueblo exige la caída del régimen".
Más bien se exigía libertad de expresión, democracia, asistencia sanitaria, educación y mejores infraestructuras. Hasta que el régimen, sirviéndose de mercenarios, ataques aéreos y artillería, no lanzó su sangrienta ofensiva contra civiles desarmados, los manifestantes no se centraron en derribar ese mismo régimen, armándose para lograrlo.

¿Qué puede hacer Occidente?
Revolucionarios libios de todo el país coinciden en una cosa: la intervención internacional no puede incluir tropas terrestres. La detención de un equipo de las fuerzas especiales británicas cerca de Bengasi demuestra que lo dicen en serio. Sin embargo, han apuntado con igual claridad lo que sí puede hacer la comunidad internacional.

Mientras escribo estas líneas se observan prometedores indicios de que algunos países europeos y árabes se están preparando para reconocer oficialmente al Consejo Nacional y Temporal Libio para la Transición.
Su llamamiento a la creación de una zona de exclusión aérea debe ser atendido.
Sin acceso al espacio aéreo libio, el régimen de Gadafi no podrá reaprovisionarse de armas y mercenarios, ni tampoco bombardear ciudades liberadas.

La congelación de los activos personales de la familia Gadafi será irrelevante si no se congelan también otras cuentas libias.
La diferencia entre las finanzas personales de Gadafi y la ingente riqueza petrolífera libia no está clara. Debe producirse una auténtica interrupción del flujo de fondos que los Gadafi puedan utilizar para procurarse mercenarios o armamento.
Mientras escribo, el petróleo sigue saliendo y el dinero entrando.

Los países que permiten la movilización de mercenarios en su territorio deben actuar para detenerla.
A este respecto, el silencio y la inacción equivalen al consentimiento. Hay que desenmascarar a quienes más han apoyado los crímenes de Gadafi. Hay pruebas fehacientes de que Argelia le está proporcionando personal, aviones, armas y mercenarios. Dos supervivientes de un avión militar derribado cerca de Misrata resultaron ser pilotos sirios.
En consecuencia, los revolucionarios libios no solo se enfrentan a Gadafi, sino a una coalición internacional de regímenes represivos. Esta federación de tiranos debe también enfrentarse a desagradables consecuencias por su cobarde labor de facilitación de los crímenes masivos cometidos en Libia.

Los buques estadounidenses y británicos fondeados frente a la costa podrían fácilmente interferir en las comunicaciones de Gadafi, limitando su alcance en todo el país.
Las retransmisiones de la televisión estatal, utilizadas para difundir informaciones engañosas, amenazas y odio, deberían también ser interferidas.
Entretanto, se podría proporcionar a la oposición, además de pequeñas armas, y sistemas antiaéreos y antitanque, imágenes que dieran cuenta de los movimientos de tropas.

El mundo debería también dejar de referirse a Gadafi como el "líder libio". No lo es.
Ahora solo es un señor de la guerra que ataca ciudades libres de todo el país y que tiene como rehenes a los habitantes de Trípoli.

Parafraseando al senador estadounidense John McCain, podríamos decir que, cuando se habla de una intervención internacional en Libia, de lo que se trata es de elegir: o bien podemos actuar ahora, o bien esperar a que ocurra un desastre mucho mayor.
Los libios no olvidarán nuestra elección.

El pueblo libio ha señalado una senda que sigue la tradición de las grandes revoluciones democráticas. La cuestión es:

¿nos acordamos lo suficiente de nuestras propias luchas por la democracia
como para ayudarles a triunfar?

Alaa al Ameri es escritor y economista libio-británico.


Manuel
#706

sábado, marzo 12, 2011

Daoiz, Velarde y Arias

En España, como en todo el mundo, todos los días se vulneran demasiadas veces demasiadas leyes.
En los países que disfrutan de una democracia, la autoridad competente toma las medidas oportunas y se castiga al infractor conforme a lo previsto en unos textos aprobados o, cuando menos, emanados de los Parlamentos donde están representadas las voluntades de todos los ciudadanos.
Así que entre los más de 100.000 bares o restaurantes que hay en España, uno por cada 460 habitantes, la inspección, cuando lo ha considerado pertinente, ha impuesto multa o cierre a aquel bar de copas que supera los niveles de ruido o a ese restaurante de la esquina del que mejor ni decimos cómo estaba la cocina.

¿Qué tiene, entonces, de especial el asador de Guadalmina y su pinturero dueño?
Tiene que su gamberra oposición a la ley antitabaco ha entrado como un guante en el tsunami de desfachatez y cutrerío de tantos medios de comunicación, surgidos como setas al calor de la TDT y la alegre acogida del PP, que han cogido al susodicho hostelero para hacer de él, ay, poco menos que el tercer integrante del trío Daoiz, Velarde y Arias.
En realidad, José Eugenio Arias no fue mucho más allá de lo que ya explicó Aznar, que a él nadie le decía cuántas copas de vino podía beber.

Se trata del estilo chulesco que tanto gusta en esos ambientes que presumen de liberales y apenas si han pasado el rubicón del falangismo.
Solo desde ese afán de ensalzar el lenguaje de cantina se puede entender que se aplaudan estas palabras del empresario Arias:
"no voy a aceptar este atropello por parte de este Gobierno dictatorial, marxista y terrorista (...)
Que tengan cuidado porque tengo unos cojones más grandes que los de ellos (...)
Fui amenazado por la ETA y estos mierdas, estos socialistas asquerosos que tenemos en este país, que nos han arruinado a todos los españoles, no les tengo ningún miedo".
Menos lobos porque, al final, el señor Arias cerró el local en cuanto aparecieron los uniformados.
Por respeto al cuerpo, dijo el fanfarrón.

Pero hasta sus hinchas mediáticos saben que no le han cerrado el negocio por sus arreones fascistas.

Se lo han cerrado por incumplir las leyes.
Como a cualquiera.


Manuel
#705

Tsunami







Manuel
#704