Estoy hasta el gorro [o sinónimos más groseros]
de tener que salir dos horas antes de casa;
de pagar 35 euros por un taxi;
de guardar cola para facturar;
de que me hagan descalzarme y de que se me caigan los pantalones en el control de seguridad;
de que me expolien la colonia y la espuma de afeitar;
de esperar más colas para entrar en el avión;
del cuarto de hora de rodadura;
de que el vuelo siempre salga tarde;
de atender a las robóticas indicaciones de las azafatas,
de las turbulencias,
y los aterrizajes a lo Rambo...
La próxima vez cojo el AVE.
Este monólogo no sólo pudo haber tenido lugar, sino que se ha repetido miles de veces entre muchos de los habituales a los aeropuertos.
Hablar de lo mal que funciona el puente aéreo es como hacerlo del tiempo en un ascensor, un lugar común. Y los pasajeros, además de quejarse, han cumplido su amenaza.
En apenas seis meses que lleva en marcha la flamante línea AVE Madrid-Barcelona, cuatro de cada diez pasajeros que realizan este trayecto han elegido el tren de alta velocidad. En total, desde el pasado 20 de febrero, 2,7 millones de viajeros han dejado de sufrir los inconvenientes y las humillaciones aeroportuarias para viajar cómodamente en un medio en el que se pueden levantar cuantas veces quieran, comer un bocadillo, beber, escuchar música en el iPod o navegar por Internet en su portátil sin temor a que una azafata se abalance sobre ellos como si fueran Bin Laden a punto de volar las Torres Gemelas.
de tener que salir dos horas antes de casa;
de pagar 35 euros por un taxi;
de guardar cola para facturar;
de que me hagan descalzarme y de que se me caigan los pantalones en el control de seguridad;
de que me expolien la colonia y la espuma de afeitar;
de esperar más colas para entrar en el avión;
del cuarto de hora de rodadura;
de que el vuelo siempre salga tarde;
de atender a las robóticas indicaciones de las azafatas,
de las turbulencias,
y los aterrizajes a lo Rambo...
La próxima vez cojo el AVE.
Este monólogo no sólo pudo haber tenido lugar, sino que se ha repetido miles de veces entre muchos de los habituales a los aeropuertos.
Hablar de lo mal que funciona el puente aéreo es como hacerlo del tiempo en un ascensor, un lugar común. Y los pasajeros, además de quejarse, han cumplido su amenaza.
En apenas seis meses que lleva en marcha la flamante línea AVE Madrid-Barcelona, cuatro de cada diez pasajeros que realizan este trayecto han elegido el tren de alta velocidad. En total, desde el pasado 20 de febrero, 2,7 millones de viajeros han dejado de sufrir los inconvenientes y las humillaciones aeroportuarias para viajar cómodamente en un medio en el que se pueden levantar cuantas veces quieran, comer un bocadillo, beber, escuchar música en el iPod o navegar por Internet en su portátil sin temor a que una azafata se abalance sobre ellos como si fueran Bin Laden a punto de volar las Torres Gemelas.
Manuel
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