Manuel
#803
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Ya no.
Un comunicado de Mourinho publicado en los medios ayer nos informó de que no se arrepentía de sus agresiones cobardes y declaraciones infantiles al final del partido de Supercopa que su equipo perdió contra el Barcelona el miércoles pasado; y mantuvo que hizo todo lo que hizo con el noble motivo de defender al Madrid. Imbecilidad se suma a imbecilidad y las pruebas se vuelven irrefutables: no solo es un ensuciador, enredador, mal perdedor y todas las demás cosas que ya sabíamos, sino que el tipo es algo peor.
Yo me imaginé que durante el parón veraniego Mourinho reflexionaría sobre su papel público.
O que alguien en el Madrid hubiera tenido las agallas para aconsejarle que bajara un poco el tono. No por cuestiones morales.
No para dar un mejor ejemplo a la juventud, o para intentar recuperar el famoso "señorío" del club, cuya imagen mundial se ahoga en las cloacas sin que nadie pareciera darle mayor importancia.
No, no. Por motivos puramente pragmáticos.
¿Cuál es el reto más grande al que se enfrenta el Madrid de Mourinho?
Bajar al Barça de su pedestal.
¿Cuál es el principal reto del Barcelona de Pep Guardiola esta temporada?
No perder el hambre competitiva de un equipo saciado de gloria.
¿Y qué hace Mourinho?
Pues le da un regalo a Guardiola. El regalo más deseado.
La motivación que necesitaban Messi, Iniesta, Xavi y compañía para que siguieran con las ganas, hasta mayo o más allá, de meterle el dedo en el ojo al Madrid.
Mourinho debería de saber mejor que nadie que no hay motivador más poderoso que el rencor, el combustible que lleva a naciones a declarar guerras y a individuos, incluso los mediocres, a triunfar.
Sin embargo, fue el propio Mourinho el que le ha inyectado el rencor en las venas a los jugadores del equipo menos mediocre del planeta, alimentando sus ánimos de venganza.
Mourinho sabrá mucho de táctica, pero no es un estratega.
Tendrá experiencia y títulos, pero es un niñato.
Será listo, pero no es inteligente.
Javier Marías lo pilló antes que nadie.
El Madrid ha perdido el miedo a jugar contra el Barcelona, circunstancia que se agradece, porque sus partidos remiten a la cancha, y no solo a su impacto mediático y a la organización, a cuantos factores le rodean, como ocurría el año pasado.
El fin ya no justifica los medios como presumía antes Mourinho, ahora mismo más entrenador.
Los madridistas aspiran a que los azulgrana dejen de ser su obsesión para convertirse en su rival en el campo. Su declaración de intenciones en la Supercopa ha sido estupenda por la determinación con la que ha ido en busca del Barcelona, por su empeño en tener la pelota, por su afán de imponer su jerarquía.
A partir de una admirable condición física, planteó los dos partidos con una agresividad bien entendida, muy exigente con los futbolistas, que precisan tener la pierna fuerte, mucho carácter y nada de romanticismo. El suyo es un fútbol de trazo grueso, duro y tremendo, más ajustado que nunca con la filosofía blanca de toda la vida por irreductible, muy difícil de combatir, también para el delicado y sutil Barça.
Al Barcelona hay que agradecerle que sea siempre reconocible, es igual que llueva o haga calor, independientemente de su alineación, tanto da el torneo. No repara en el adversario para desplegar su juego suave, especialmente agradable. La mecánica de su juego siempre es la misma y sus automatismos son ya de tanto dominio público que los jugadores quedan retratados para bien o para mal.
Ha quedado claro que todavía no está en plena forma y, por otra parte, continúa siendo demasiado agradecido en las jugadas de estrategia o episódicas, acciones que no siempre son consecuencia del fútbol sino de las circunstancias y sobre todo de su particular manera de ser, la misma que le impide patear la pelota en su área y le condena por un fuera de banda o un córner, y, por el contrario, le da grandeza con goles como los de ayer en el Camp Nou, sobre todo el segundo, en que se constató que Piqué es el único central del mundo que taconea en las dos áreas.
Aunque admita matices y acepte variaciones, el hilo conductor de la narración azulgrana siempre es el mismo: Guardiola-Xavi-Messi. Retrasado como va el equipo en su preparación, el entrenador recuperó la alineación de Wembley, una señal de respeto al contrario y por extensión al torneo. No era un partido más, y tanto el técnico, como Messi lo sabían muy bien.
La competitividad de La Pulga fue tan decisiva como la solidaridad colectiva para defender el botín conseguido y de nuevo reconquistado después del empate a dos, ya con Cesc el debutante en la cancha, cambio que permitió a los azulgrana cuadrar el partido perfecto.
Muy entero como equipo, al Madrid le sobraron por un lado Pepe y por el otro Messi, ambos excesivos en lo malo y en lo bueno, puntos extremos de una noche futbolística estupenda.
La jeraquía del Barça sigue a salvo con La Pulga y Guardiola ya suma tantos títulos como Cruyff: 11.
El Madrid fue un equipo grande cuando intentó ganar y muy pequeño cuando no supo perder, con Mourinho de nuevo en versión camorrista.
Es el mismo estupor que me causaban los confesionarios colocados en las fábricas de Polonia por el sindicalista Lech Walesa. Son esos confesionarios los que, con razón, indignan a los indignados, mientras a ellos tratan de impedirles que confiesen su indignación.
El Papa, que tendría que encarnar la figura de Pedro, el pobre pescador de Galilea, como obispo de Roma, debería recordar al viajar a Madrid que el apóstol llegó a Roma perseguido y que fue crucificado como el Maestro. No tuvo honores de jefe de Estado, ni salvas de cañón, ni papamóvil, ni fue escoltado por los guardias romanos; y fue enterrado al morir en un cementerio común.
El Vaticano se construyó más tarde, y sobre él pesa un rosario de pecados.
No sé de qué se confesarán los miles de jóvenes que se arrodillarán en los confesionarios improvisados del Retiro, aunque puedo imaginármelo, ya que la Iglesia inyecta en los jóvenes católicos la obsesión por el sexo más que por la justicia o por la libertad.
Pero sí sé, por haberlo vivido de cerca, los pecados de los que el Papa y sus seguidores vaticanos, recibidos con honores de reyes con un presupuesto de millones de euros pagados por los españoles en crisis, podrían y deberían confesar.
El Vaticano, el minúsculo Estado enclavado en Italia, regalo de Mussolini al Papa a cambio de los votos de los católicos al fascismo, es la mayor anomalía e irreverencia para aquel Jesús que decía que "no tenía donde reclinar la cabeza", que rechazó ser coronado rey y que murió en la ignominia de la cruz.
La prerrogativa de jefe de Estado otorgada al Papa de Roma es un pecado contra los evangelios.
Las oscuras finanzas vaticanas, su Banco del IOR que estuvo tristemente implicado en escándalos de corrupción, su vinculación con mafias y masonerías heterodoxas que dejaron un reguero de cadáveres de por medio y a monseñores huyendo perseguidos por la justicia, son otros pecados todavía sin confesar y sin penitencia,
El ocultamiento de los ya tristemente casos de pedofilia del clero en todo el mundo, porque la Iglesia se avergonzaba de aceptar lo que hicieron los suyos e intentó ocultarlo durante años, es un pecado aún sin arrepentimiento y sin confesión abierta.
Es un pecado tan grande que el pacífico profeta de Nazareth llegó a pedir para él la pena de muerte. Pedía que al que abusara de un menor "se le colgase una rueda de molino al cuello y se le arrojase al mar".
La imposibilidad de la mujer de acceder al sacerdocio -la más persistente discriminación femenina en el mundo de las democracias- es un verdadero pecado contra el mismo Cristo, que se rodeó de mujeres durante su vida apostólica, que se le apareció después de muerto a una mujer antes que a Pedro y a los otros apóstoles y que en las primeras comunidades creadas después de su muerte para continuar su mensaje eran, también ellas, sacerdotisas y obispas.
Otro pecado del Vaticano es su terquedad en seguir manteniendo obligatorio el celibato sacerdotal a pesar de todos los escándalos de abusos de menores por parte del clero, y a pesar de que los apóstoles, y seguramente el mismo Jesús, estaban casados, como lo estaban los primeros papas y los obispos de los primeros siglos de la Iglesia, a los que solo se les pedía dar buen ejemplo conformándose con una sola mujer.
Así como también es pecado condenar todo tipo de sexualidad que no esté directamente encaminada a la procreación, cuando Jesús nunca habló de pecados contra el sexo.
Sí, en cambio, habló y gritó contra los que oprimen a los pobres, contra los sacerdotes hipócritas que predican una cosa y la contradicen después con su vida y contra los poderes y tiranías de la tierra. Llamó "zorra" al emperador Herodes.
Y fue víctima del poder romano que lo condenó a muerte sin pruebas.
Son pecados todas las exhortaciones del Vaticano contra el derecho de la mujer de decidir en conciencia sobre su maternidad.
Es pecado defender la doctrina del infierno eterno ya que, como dicen los teólogos más iluminados y modernos, o existe Dios o existe el infierno. Juntos no pueden existir, porque ni el padre más brutal y vengativo sería capaz de condenar a un hijo a un castigo eterno sin posibilidad de retorno. El infierno sería la mejor prueba de la no existencia de Dios.
Cada vez que el Vaticano se opone a los avances de la ciencia que liberan al hombre de sus servidumbres, desde el uso de las células madre al derecho a morir con dignidad, peca contra la vida y contra el derecho a la libertad del ser humano.
Y como fueron pecados la Inquisición y las Cruzadas, lo son también hoy la cacería desatada contra teólogos que no razonan como el Vaticano, cacería de la que fue artífice el actual Pontífice desde su puesto de presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, heredera de la antigua Inquisición.
Es pecado condenar a los que se empeñan en resucitar las palabras duras del Evangelio y en apoyar los abusos perpetrados por la Iglesia contra las conciencias.
Una de las frases más misteriosas y oscuras del Evangelio es la pronunciada por Jesús cuando afirma: "Dejad que los muertos entierren a sus muertos".
A él le interesaban los vivos más que los muertos.
Pero al Vaticano parece dolerle la felicidad de los vivos, prefiere el dolor, el sacrificio, la abnegación, el martirio, la muerte, es decir, la teología de la cruz en vez de la teología de la felicidad que era la que predicó hasta la saciedad el profeta maldito, que no soportaba el dolor y por eso "curaba a todos".
Y multiplicaba no solo el pan para saciar el hambre de los pobres sino el vino para no arruinar la fiesta de unas bodas.
Jesús no fue ningún asceta, ni predicó nunca el dolor como terapia de la fe.
El gran pecado del Vaticano, de esa Iglesia oficial que no acaba de liberarse del poder temporal que no le corresponde, es su miedo a que los hombres sean felices, porque es la felicidad, y no la angustia ni el sufrimiento, lo que terminará por hacer libres a las mujeres y a los hombres.
De ese pecado debería no solo confesarse, sino pedir perdón a toda la humanidad.
Nadie, y mucho menos el Real Madrid, puede tolerar estos desplantes.
Máxime cuando no son excepcionales.
Es hora de que el presidente se posicione en público y aclare cuál es su nuevo guión.
Si tiene que ver con su discurso o con su obra.
Del primero se conoce su verbalización, pero sus hechos pasan por dar vuelo a un técnico que ha envilecido a la institución a la vista de todo el universo.
Y lo ha hecho, más que nunca, en cuanto su mecenas presidencial le ha dado barra libre.
Mourinho quizá se lo pueda permitir; el Real Madrid, no.
Pero eso es decisión del presidente.
Por cierto, el único representante del equipo que asistió con deportividad al exitoso protocolo del Barça. Sus técnicos y jugadores dieron la espantada sin felicitar al campeón, lo que sí hizo el cuadro azulgrana tras la victoria madridista en la última Copa del Rey.
El mal perder del Madrid no tiene precedentes en su historia y para quienes rebobinen con los años quedará tanto quién era el entrenador como quién le empleaba, un mandatario que llegó para reinar en la galaxia no para ser cómplice de los bajos fondos del fútbol en los que rema Mourinho.
Nada que ver con el dogma de Florentino Pérez y la centenaria y gloriosa historia del club.
En esta heráldica entidad todos están abducidos por el mourinhismo, desde el palco hasta el vestuario. No sería malo si el técnico hubiera hecho prevalecer sus sobresalientes deportivos, que los tiene, pero no ha sido así.
En Mourinho no se anticipan sus dotes de buen entrenador, que lo es, sino su corrosivo guiñol, que no solo le devora a él, sino a toda la institución que representa.
Y lo que es aún peor: España, su selección, está rajada.
En su tozuda cruzada por las cloacas, Mourinho ha logrado arrastrar a sus propios jugadores, socavando así el ecosistema de la mejor selección española que haya existido jamás, y de la que puede que ya solo queden cascotes.
Tal es el clima que la alevosa patada final de Marcelo a Cesc fue mourinhizada de inmediato por el capitán Casillas ante las cámaras de TVE: "Se ha tirado al suelo... Lo de siempre". Increíble.
Y todo tras una considerable bronca anterior de Iker con Xavi, con quien ha compartido más de 100 internacionalidades.
Curioso, pero entre la militancia el más disidente ha resultado ser Cristiano Ronaldo, de los pocos que han pasado sin tachas por la serie de los seis clásicos, y el único que fue capaz de criticar un planteamiento del entrenador, justo tras el partido de ida de la eliminatoria de Liga de Campeones.
Que no distraiga su aire de chulapo, CR, la megaestrella del equipo, no ha merecido ningún reproche extradeportivo.
Nada justifica, ni ahora ni el curso pasado, la actitud de Mourinho, un privilegiado que cobra como nadie al frente de la entidad más titulada del universo.
Mou tiene motivos para corregirse: es un avanzado en su campo, tiene una plantilla fascinante y le ampara el club más extraordinario que jamás pueda entrenar (el Barça no parece posible).
Sí, una entidad entregada a su causa, pero debiera ser a la causa estrictamente deportiva, no a su grosera travesía por los suburbios de este deporte.
Sus amarguras y complejos acaban por transformar a un equipo magnífico en un equipo ulceroso. Este Madrid no necesita envenenarse.
Desde lo futbolístico ya es capaz de discutir con el Barça como nadie puede hacerlo.
Y el mérito es de Mourinho y sus futbolistas.
Pero lejos de profundizar en ese positivismo, el técnico arrastra a los suyos -y de paso a la institución- por el barro de sus obsesiones y complejos sin fundamentos.
Florentino Pérez tiene la palabra. Sin zidanes, pavones y valdanos, esta es su obra.
Que se aclare en público con el fin y los medios. A él le han metido el dedo en el ojo de Tito Vilanova. Para consuelo de Florentino Pérez, en el Estudiantes de la Plata aún era peor.
El equipo que dirigía Osvaldo Zubeldia, en el que se alistaban Aguirre Suárez, Pachamé, Hugo Medina y Bilardo, entre otros, pinchaba a los rivales con alfileres, según denunciaban sus adversarios. Y con argucias peores hasta ganó una Copa Intercontinental al Manchester United.
Pero nadie le proclamó jamás el mejor club del siglo XX.
Y si el Madrid, digamos Mourinho, se pregunta por qué, bien fácil tiene la respuesta: el fútbol, su gente, siempre prefirió a los messis o cristianos antes que a los alfileres.
El entrenador del club blanco perpetró esa acción en los últimos minutos de un partido espléndido, en el que el fútbol de su equipo, enfrentado al campeón de Europa, el Fútbol Club Barcelona, fue una lección soberbia de eficacia en la organización del juego.
La belleza del partido quedó ensombrecida por algunas acciones de sus futbolistas, y sobre todo por un patadón de Marcelo al debutante Fábregas. Ese patadón, y el correspondiente correctivo del árbitro, una tarjeta roja, fue el inicio de una tangana monumental cuya confusión le dio a Mourinho alas para meterle el dedo en el ojo al segundo de Guardiola.
En la posterior conferencia de prensa, cuando ya habían pasado muchos minutos de esa agresión y pudo haber reflexionado sobre ello, Mourinho añadió sal a la herida, ninguneó a Vilanova, sobre cuyo nombre y apellido titubeó de manera insultante, y unió el menosprecio al rival a la vanidosa autocomplacencia que lo distingue como preparador egocéntrico de un excelente equipo de profesionales.
No hubo arrepentimiento alguno.
Su conferencia de prensa fue un constante ataque subliminal al ganador del campeonato; en contra de lo que dicen muchos de los seguidores del Real Madrid, insinuó otra vez el entrenador del equipo blanco que fueron artes poco ortodoxas las que llevaron a su conjunto a la derrota.
Mourinho ya ha sido apercibido por altas instancias del fútbol europeo por conductas impropias precedentes.
Ahora, su propio club, que le ha otorgado todo el poder para hacer y deshacer a su merced, debe reflexionar sobre si esa es la imagen que quiere dar a sus muchos aficionados y al mundo.
La vergüenza de Barcelona es una agresión al Real Madrid, no solo a Tito Vilanova, y esa agresión la ha perpetrado alguien que debiera defender el señorío del equipo que se le ha confiado.
Pero él no quiere sentirse madridista.
Él prefiere ser esclavo de su ego antes que servidor de su equipo.
El joven regresó con la piedra preciosa y le explicó a su maestro lo que le acababa de ocurrir.
Sonriente, el sabio concluyó:
Snow falling across the country has trapped about 100 people in their cars north of Wellington and made roads impassable around the capital and Dunedin.
A polar blast sweeping up the country, this afternoon brought snow to the South and lower North Island and conditions are expected to get worse overnight.
The Antarctic blast could bring snow showers to Auckland with snow expected to fall on tops of mountain ranges.
Snow showers down to 200 metres, 100 metres lower than when it snowed in July, which is a rare forecast for the city of sails.
This would see snow falling and possibly settling on the tops of the Waitakere and Hunua ranges and right across the Coromandel Peninsula.
At a height of 186m, State Highway 1 over the Bombay Hills shouldn't be affected, however the chance of snow flakes falling during showers could still occur.
A heavy fall of hail is expected across the city and will be a danger for Auckland motorists, along with winds gusting at over 100km/h.
The hail fall will pick up on Monday afternoon and overnight with the possibility of sleet at sea level in isolated pockets.
The city could reach temperatures as low as 10 degrees Celsius on Monday and possibly drop to 9 on Tuesday.
María del Mar Fernández, cantaora gaditana, es la autora de la canción del verano en India: Señorita, uno de los siete temas de Zindagi na milegi dobara (Solo se vive una vez), una superproducción de Bollywood.
El filme es una suerte de Resacón en Las Vegas, aligerado de las delirantes salvajadas del guion de Todd Phillips. Después de comprometerse, Kabir decide despedir su soltería con un viaje con sus dos mejores amigos del colegio, Imraan y Arjun.
¿Destino? España.
Los tres amigos se sumergen en el habitual mar de tópicos festivos y veraniegos.
Entre tomatazos, toros, flamenco y Gaudí, encuentran el sentido de la vida y una chica de ensueño.
El colofón es puro Bollywood coreográfico, con los tres galanes indios contoneándose al ritmo de Señorita, cantada en hindi y español. El videoclip se rodó en Alájar, minúsculo pueblo del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva) con más robles que habitantes. Casi la mitad de la población -incluida su alcaldesa de entonces- baila tras los divos de Bollywood una suerte de danza local (de Calcuta) vestidos con los volantes locales (de Alájar).
En India arrasa.
La película, una de las más taquilleras del año, ha puesto de moda a España.
En las radios suena María del Mar Fernández, que recibió mil euros por su trabajo, y en los móviles se puede jugar a la Tomatina de Buñol.
Nota de producción: la película cuenta con el patrocinio de Turespaña.